Sola en la plaza
Olga había nacido en Tucumán, era odontóloga y se había casado con el médico Luis Arédez. En los ’50 se fueron a vivir a Libertador General San Martín porque era el sitio con mayor mortalidad infantil del país. El se enfrentó tempranamente al ingenio por la salud de sus trabajadores, lo echaron porque gastaba demasiado en medicamentos. Después, en 1973, fue intendente de ese pueblo, y se atrevió a cobrarles impuestos. El mismo 24 de marzo de 1976 lo detuvieron y después de un año fue liberado. No duró mucho: el 13 de junio lo secuestraron, y continúa desaparecido.
La resistencia de más de 30 años de Olga pudo parecer invisible, tan lejos de la Pirámide de Mayo que todo lo amplifica. Pero no lo fue. La desaparición de su esposo, el primer intendente que se atrevió a cobrarle impuestos a los “dueños del pueblo”, marcó buena parte de su vida. Su muerte, el 17 de marzo de 2005, también tuvo que ver con el ingenio: la bagazoosis es la enfermedad producida por los residuos de la caña de azúcar, con los que se hace papel, y que la empresa mandaba sin ningún filtro al aire que respiraban sus vecinos. Ella tampoco se cansó de denunciar la contaminación. En los últimos años, hacía la ronda con barbijo.
Ninguna heroína –como ningún héroe– es individual, siempre forman parte de una construcción colectiva, pero esta mujer le ponía el cuerpo a un lugar hostil y supo convertir en un hito popular el aniversario de esa infamia que hoy lleva a Blaquier a la Justicia: en la Noche del Apagón, el 27 de julio de 1976, se cortó la luz de todo un departamento jujeño para secuestrar a 400 trabajadores de varias localidades, en camionetas con logos de la empresa y con personal del mismo ingenio. Hubo 40 que nunca volvieron.
Olga no se resignó nunca a la impunidad. Integró Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y declaró ante la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos, en 1979, en el Juicio a las Juntas y más tarde en la Justicia penal.
Con los años, la Noche del Apagón se convirtió en una conmemoración multitudinaria anual, a la que iban militantes de todo el país y unos pocos vecinos del pueblo. En la casa de Olga se cruzaban generaciones para conversar, tomar mate, dormir, comer. El velo empezó a descorrerse. Un documental, Sol de Noche, dirigido por Norberto Ludin y Pablo Milstein, contó su pelea para el país y el mundo. El 10 de diciembre de 2004, Néstor Kirchner le entregó el premio Azucena Villaflor. “Quedan muchas asignaturas pendientes, Olga, tenés razón”, le dijo el presidente. En estos días, la Justicia empieza a saldar una de ellas.
Pagina/12 - Suplemento las 12 - 25 de mayo del 2012