Ropa sin esclavos: renacer en las cooperativas textiles libres de trata
Si supieras que tu teléfono celular fue producto de un arrebato en el subte, ¿lo usarías para whatsappear tranquilamente con tus amigos? O si te dijeran que el estéreo del auto está manchado con sangre, ¿podrías manejar por la ciudad y escuchar música sin culpa? Y si tus camisas, remeras, jeans o vestidos fueron confeccionados por inmigrantes reducidos a la servidumbre, sometidos a jornadas laborales de 16 horas, hacinados en pequeñas habitaciones, despojados de su documentación y mal alimentados, ¿sentirías la libertad de mirarte al espejo? Tal vez ha llegado la hora de preguntarse: ¿quién hizo esa ropa?
Se estima que en toda el área metropolitana los "talleres del sudor", o "talleres esclavos", son abastecidos por una red de 30.000 obreros costureros, en su mayoría provenientes de Bolivia. Sólo en la ciudad de Buenos Aires estarían asentados al menos 3000 espacios clandestinos donde se confeccionan miles de prendas por semana. Hay quienes arriesgan que el 80% de la indumentaria que circula por todo el país proviene del circuito ilegal.
“No nos reconocemos como trabajadores esclavos”
Cuando el calor del fuego que encendió el taller de Páez 2796 aún calentaba el hormigón del edificio, cientos de vecinos, organizaciones y sindicatos participaron de una asamblea en Flores para analizar la situación de los trabajadores textiles del barrio. El de aquella noche fue el primero de una serie de encuentros que convocan a diversos actores sociales, imantados por la tragedia que provocó la muerte de dos niños de 10 y 7 años que vivían junto a su familia en uno de los miles de talleres textiles porteños.