Terremoto en Chile. Una lección que se debe aprovechar
Partamos recordando, en todo caso, que la tragedia fue de dimensiones impensadas y que probablemente nada podría haberla evitado ni aminorado sus dimensiones naturales. Luego, es un profundo error lo que hace cierta prensa en Chile al enfatizar fallas, responsabilidades y discrepancias entre las autoridades políticas y administrativas. Lo que se ha hecho por el gobierno y demás instituciones es lo más que podía hacerse desde el punto de vista de los medios y recursos institucionales y materiales disponibles.
El problema es otro. Junto con los grandes éxitos que han tenido los gobiernos de la Concertación en corregir las peores herencias de la dictadura militar y hacer avanzar el país de una manera inédita en su historia, hemos ido construyendo un tipo de sociedad cuyos rasgos negativos, siempre presentes, afloran más fácilmente en estas circunstancias y dificultan que como sociedad enfrentemos crisis y catástrofes, más allá de la solidaridad de emergencia que se desata generosamente.
Ello puede apreciarse al menos en tres áreas. Por un lado, en un modelo de desarrollo que no responde al país geográfico con primacía desmedida del mercado por sobre la planificación productiva, exacerbación del consumismo, generación de enormes desigualdades de acceso y disposición de recursos, libre competencia y grandes empresas sin fuerte regulación. Poblados ubicados en sitios de alta vulnerabilidad y sin resguardo, sistema de comunicaciones y conectividad inadecuados para el territorio.
Por otro lado, en un modelo político-institucional que consagra un Estado centralizado sin la necesaria autonomía de las regiones para poder planificar su desarrollo y actuar en situaciones de emergencia, con enorme debilidad del sistema normativo y organizacional. Un sistema que debe permitir cumplir el papel dirigente que le cabe al Estado y sin la institucionalidad que asegure una sociedad civil fuerte y organizada.
Finalmente, un modelo cultural que ve al país sólo como un espacio de oportunidades individuales (o egoístas) y no como una comunidad en que derechos y deberes se interconectan por el hecho de pertenecer a ella. Modelo cultural desarrollado estos últimos años y que en momentos como éstos muestra su peor cara a través de pillajes y saqueos, reduciendo la solidaridad a actos, aunque masivos, esporádicos.
Así, junto al país ejemplar de los rankings internacionales, no hemos construido una sociedad estructuralmente cohesionada y solidaria. El Chile avasallado por la naturaleza cede paso entonces tanto a sus peores expresiones masivas, aunque sean minoritarias, como a sus más grandiosas pero impotentes manifestaciones. El Chile que haya que reconstruir, una vez superada la emergencia, deberá hacerse cargo de un nuevo modelo de desarrollo, una nueva institucionalidad político-estatal y un nuevo modelo cultural.
*Es un sociólogo y politólogo chileno formado en la Universidad Católica de Santiago y Doctorado en l'Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Paris. Ha sido Director y Decano de diversas instituciones académicas, enseñado en Universidades nacionales y extranjeras y participado y dirigido múltiples proyectos de investigación y enseñanza.
Ha obtenido becas de Guggenheim 1983. FLACSO (1975-76), Fundación Ford, Social Research Council (1976, 1979), Fundación Macarthur (1992-1993), Conicyt (1993-1994). Asesor y Consultor de diversas instituciones públicas y privadas nacionales e internacionales. Miembro de Consejos de organizaciones profesionales y académicas, Revistas y Jurados.
Fuente:">http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1240778]Fuente: La Nación - 07.03.2010