Tierra arrasada
Jorge Molinero * (Especial para sitio IADE-RE) | "Este gobierno dejará tierra arrasada a quien lo continúe a fines de 2019. Crisis económica, desocupación, salarios deprimidos, derechos sociales conculcados, pérdida de soberanía, una pesada deuda por años", indica el autor.
El gobierno de Cambiemos no sólo ha endeudado al país en más de 100.000 millones de dólares, lo que junto a la total desregulación del movimiento de capitales ha derivado en una fuga al exterior de más de 50.000 millones de dólares en lo que va de su mandato. Lo ha hecho en forma deliberada para cristalizar una redistribución del ingreso nacional en beneficio de los capitales concentrados y los sectores a ellos asociados, y en contra de los trabajadores asalariados, amplias capas de las clases medias, cuenta propia y empresas pyme, que son la amplia mayoría de la población. Endeudar para fugar es la parte principal de esa estrategia de dependencia y pérdida de derechos.
Si ese endeudamiento se hubiese usado para financiar obras de infraestructura o promoción de actividades industriales, agropecuarias o de servicios que sustituyan importaciones o incrementen exportaciones, su repago hubiese sido el resultado normal de un plan de crecimiento. Pero no fue así porque el endeudamiento macrista está pensado como plan de negocios y dependencia agravada. El endeudamiento – el más alto a nivel mundial en estos casi tres años de Cambiemos – fue oficialmente para financiar los gastos corrientes en pesos, y de esa forma “eliminar el déficit fiscal que es la causa de la inflación y todos los males de la Argentina”, según la conocida y falsa teoría del gobierno sobre la materia. Pero su objetivo es volver a encadenar al país a la dependencia del capital financiero internacional y subordinarlo políticamente al imperio hegemónico de los Estados Unidos, porque esa dependencia es la que le garantizaría el disciplinamiento y la subordinación de las clases populares a los intereses de los capitales concentrados de la Argentina.
Si no se comprende que esto es su objetivo no se entenderá la política económica ni la insistencia en “soluciones” que siempre significan “mayores sacrificios” para todos, excepto para las clases aliadas al gobierno. A cada uno de los problemas en que nos están hundiendo le inventan causas ajenas a su propio accionar, y luego ensayan soluciones que sólo terminan por agravar los problemas que ellos mismos habían generado. No es sólo impericia, que la tienen y bastante, sino deliberada acción en beneficio de su sector concentrado y contrario a los derechos conquistados durante muchas décadas por los trabajadores. La “gobernabilidad” en manos de Cambiemos es crisis programada para los sectores populares. Hacerle el juego -como falsa oposición que termina apoyando sus leyes con cambios cosméticos- es miopía y complicidad.
La restricción externa importa más que el déficit interno
Hace tiempo que veníamos indicando que la política de endeudamiento encontraría un límite. Los especuladores internacionales que les prestan a los distintos países por una tasa muy superior a la de los los bonos más seguros como los norteamericanos, siempre miran la capacidad de repago, esto es que el país en cuestión utilice los créditos recibidos para inversiones inteligentes que aumenten los superávits comerciales, a la postre única vía de repago de los capitales e intereses. Para fines de enero de 2018 los capitales internacionales le informaron al gobierno que cesaba la aceptación de nueva deuda argentina, ya que observaban que la mitad de lo que ellos prestaban se fugaba mediante la compra sin control de dólares en el desregulado mercado de cambios y que el resto no se usaba en compra de equipos importados para infraestructura o actividades productivas, sino en incremento incontrolado de importaciones y para financiar el déficit público. Por otro lado, déficit que el gobierno de Cambiemos había aumentado respecto al gobierno anterior, en vez de disminuir. ¿De dónde provendrían los dólares que pagarían la apuesta financiera de los especuladores internacionales?
Cuando el endeudamiento privado cesó y los capitales golondrina comenzaron a irse y subir el tipo de cambio el gobierno entró en pánico. Era “fuego amigo”, proveniente de aquellos cuya codicia se había alimentado con las promesas de grandes ganancias seguras en poco tiempo. En vez de aplicar restricciones a la compra sin límites de dólares, administrar las importaciones, reimplantar los plazos comerciales razonables para la liquidación de las divisas de exportación, aumentar los impuestos a la riqueza para balancear las cuentas públicas, el gobierno apeló al Fondo Monetario Internacional, que tiene una sola receta: recesión para que la falta de consumo interno frene las importaciones y se generen superávits comerciales externos que garanticen el pago del servicio de la deuda soberana y sus intereses a los capitalistas internacionales, de los que son sus más fieles servidores. El pago externo garantizado por el sacrificio de las clases populares. Al gobierno sólo le quedó el marketing de “dorar la píldora” a la población y distorsionar con nuevas ensoñaciones el paquetazo recesivo.
Hemos soportado tres presidentes del Banco Central en esta crisis, Federico Sturzenegger hasta el 14 de junio, por algo más de tres meses Luis Caputo y desde el 25 de septiembre al delegado del Fondo, Guido Sandleris. Hubo mal manejo y además negociados en los remates de divisas por los que ellos tendrán que dar cuentas en su momento. Cuando hay un ataque contra las reservas de un Banco Central, como la que se aceleró en mayo pasado, o se restringe el acceso a los dólares, o se lo frena con suficiente “capacidad de fuego” o se acepta la corrida y se deja deslizar el tipo de cambio sin perder reservas. Lo primero no se hizo por pruritos ideológicos y promesas a los capitales golondrina que habían venido a la fiesta de las Lebac. Sin capacidad de fuego o reservas suficientes para frenar a los especuladores el Banco Central terminó aceptando la mega devaluación pero al mismo tiempo perdió cerca de 15.000 millones de dólares, antes y después de la intervención del Fondo Monetario. Los dólares se fueron, la deuda nos queda a todos los argentinos.
El plan del Gobierno y el Fondo
Hace un mes el Fondo, marcando quién conduce ahora el plan económico, mandó echar al mesadinerista Luis Caputo, que tendrá que dar cuentas de los desaguisados y negocios para los amigos que realizó en los escasos tres meses al frente del Banco Central. Con cara seria y desde los Estados Unidos el presidente Macri se informa del cambio. El delegado Sandleris, en otra huida hacia adelante para evitar la espiralización del tipo de cambio, anuncia una banda de flotación entre 34 y 44 pesos y la decisión de combatir la inflación cerrando totalmente la emisión, al tiempo que deja libre la tasa de interés. Mientras tanto continúan los aumentos de tarifas públicas -parte básica del plan y promesa a los capitalistas del sector- recargadas por las inmorales cláusulas de dolarización del petróleo y el gas producido en la Argentina por trabajadores argentinos.
La inflación que el gobierno se pavoneaba que era muy fácil de dominar es mucho más alta en el gobierno de Cambiemos que en los gobiernos del Frente para la Victoria, como también lo es el déficit primario y sobre todo el déficit financiero, tanto fiscal como el cuasi fiscal del Banco Central (los intereses de las Lebac y ahora de las Leliq y otros instrumentos financieros). Sólo el cacareo ensordecedor de los amanuenses a sueldo en diarios y canales de televisión busca mantenerlo oculto a la conciencia de las mayorías.
La propuesta del Fondo es parar la inflación en seco y ello esperan lograrlo haciendo que el Banco Central no emita pesos para convalidar la necesidad mayor de dinero con fines transaccionales. Entendamos como funciona. Si todos los precios suben se necesitarán más billetes para mantener el nivel de actividad. La emisión (antes y durante Cambiemos) tiene esa lógica. La emisión no es la causa de la inflación sino la aceptación a posteriori por parte de la autoridad monetaria que se necesitan más pesos para las mismas transacciones que antes. Las formas de combatir la inflación son otra cosa. Entender esto ahorraría seguir insistiendo en la tonta tautología de la emisión (consecuencia para no frenar la actividad) como “la causa” de la inflación.
Si el Banco Central no emite pesos para afrontar esos mayores niveles de precios para un nivel de actividad, los pesos comienzan a escasear y ello determina una creciente tasa de interés. El gobierno no es el que determina el 72 % de tasa de interés, con el reemplazo de Lebac a 35 días por las Leliq a siete días, sino que es la ausencia de pesos la que hace competir a los pocos en circulación y ello es lo que eleva la tasa. El “mercado” en acción. Su nivel estratosférico es proporcional a la brutalidad del frenazo. Otra fuente de fabulosas ganancias de corto plazo para los especuladores de siempre, al costo de una profunda recesión. Y que por supuesto si bajasen las tasas de interés se volcarían frenéticos por los dólares que retomarán su ritmo alcista. Obviamente si no paran la bola de nieve de las Leliq y sus elevadas tasas de interés en pocos meses será mayor que la “bomba” de las Lebac, preanunciando un nuevo Plan Bonex (ministro Erman González, gobierno de Menem, 1989), pero ahora involucrando a los bancos, los inversores nacionales y los fondos externos que vuelven a la mesa especulativa.
Al Fondo no le importan las consecuencias sociales de tal frenazo, y la elevada tasa de interés es la que está dislocando la cadena de pagos, precipitando a la quiebra de miles de empresas y la disminución de actividad económica. Contra la pared de la emisión cero se está estrellando el nivel de actividad, y ello empeorará en los próximos meses. Sus consecuencias serán más profundas y se extenderán mucho más en el tiempo que las ya negativas pero endulzadas proyecciones de Cambiemos. El gobierno obviamente lo empeorará al recortar gastos presupuestarios para 2019, que afectan tanto a los servicios sociales (jubilaciones en primer lugar), como prestaciones de todo tipo, inversiones, y gastos de personal, en los niveles nacional como provincial y municipal. El nivel de actividad privado se verá afectado por la tasa de interés y los menores gastos que el Estado hace en su operación. El Estado está actuando deliberadamente a favor del ciclo recesivo.
A todo esto, el gobierno trata de convencer a la población de que las causas del problema no tienen nada que ver con su propia política y una vez que se haya dominado la inflación, “volverá la confianza de los inversores” y el país retomará la senda del crecimiento.
Nada hay de ello. Los “inversores”, que hasta ahora no han sido más que los especuladores nacionales e internacionales, los bancos en destacado lugar, que juegan a la tasa de interés demencial o al dólar, no nos servirán para nada. Son parte del problema y no de la solución. Y los otros inversores, aquellos que puedan apostar su capital haciendo inversiones productivas reales, no lo harán en la producción para un mercado interno en franca caída, deprimido por las políticas económicas del gobierno.
¿Quiénes invertirían entonces? Solamente aquellos sectores ligados con la exportación y sus negocios conexos. La megadevaluación les ha mejorado la rentabilidad en forma directa al campo pampeano, el sector energético del progresivamente privatizado petróleo y el gas, los servicios públicos dolarizados, la gran minería, etc. y en forma indirecta al sector financiero y una fracción de la patria contratista (a la que pertenece la familia Macri). Pero el creciente proteccionismo a que está llevando la guerra comercial de EUA contra China y los otros países centrales no augura un mercado abierto y demandante como teníamos en la larga primera década del siglo, hasta fines de 2012. Solución parcial y limitada.
Mientras no se produzca la promocionada “explosión de las exportaciones”, la tranquilidad de los “inversores” sólo puede estar basada sobre la mejora que se producirá en el balance comercial cuando terminen por desplomarse las importaciones, ante la caída del nivel de actividad interna. Su apuesta está basada sobre las perspectivas de cobro como consecuencia de la desocupación, los bajos salarios y la pérdida de derechos de las mayorías. Una deuda externa que pretenden sea pagada con el hambre y las necesidades populares.
La política de tierra arrasada
Si no fuese por la obscena protección mediática y la complicidad de falsos opositores toda la población tendría claro que la crisis actual fue provocada por la acción del gobierno, y no por rebote de la suba de la tasa de interés en Estados Unidos, las dificultades de Turquía o la eterna mentira de “la pesada herencia”. Si fuimos afectados por causas externas es sólo porque la fragilidad provocada por el meteórico e insostenible endeudamiento puso en claro que el primer soplido derrumbaría el castillo de naipes.
Todo parte de creer que se puede crecer sobre la base de la especulación financiera. La errada creencia de que se puede generar valor sólo “poniendo a trabajar el dinero”, cuando los únicos que crean riqueza son las personas con su trabajo, no con la especulación que sólo rapiña parte (cada vez mayor) de ese trabajo. El capital financiero es un capital ficticio, títulos derivados (en cadena donde el origen es casi irreconocible) sobre activos reales que son el resultado del trabajo acumulado. Pero no hay “dos” valores: el valor es el trabajo vivo y el trabajo acumulado en bienes de producción y mercancías, no su representación financiera. Nada bueno puede salir cuando un país está dirigido por los croupiers de un casino.
Este gobierno dejará tierra arrasada a quien lo continúe a fines de 2019. Crisis económica, desocupación, salarios deprimidos, derechos sociales conculcados, pérdida de soberanía, una pesada deuda por años. Sus serias consecuencias sociales deberán ser enfrentadas por el próximo gobierno sin contar con ayuda alguna, ya que los fondos que el FMI debería desembolsar en 2020 los anticipará en 2019 sólo si se profundiza el ajuste, y serán administrados por Cambiemos, no en beneficio de las mayorías sino de su entorno.
Las fuerzas políticas nacionales y populares tendrán que redoblar su militancia en esta etapa, ya que la maquinaria de la mentira y la distracción buscará mantener a amplias capas de la población confundida sobre el origen de las causas reales de la crisis. El deterioro de la realidad económica es un factor muy importante, pero sin la participación activa de la militancia política el verdadero poder puede dirigir a esos sectores sociales a falsas soluciones de opositores amigables o a una segunda oportunidad al gobierno de Cambiemos. Es imprescindible que una amplia mayoría de las clases populares rechacen estos cantos de sirena y las sucias operaciones de desprestigio y persecución que se profundizarán contra los líderes políticos que no se arrodillen frente al poder.
Vienen tiempos difíciles. Estemos a la altura de las circunstancias.
* Licenciado en Sociología y en Economía Política (UBA) | 31-10-2018.