Un mensaje aleccionador
Tal como era de esperar, el texto de Eva destila un visceral antiimperialismo y un saludable odio por sus tropelías y atropellos. Igual consideración le merece la oligarquía, cómplice consciente de la explotación a la que se ven sometidos pueblos enteros. Sobre el imperialismo el texto es elocuente: lo acusa de ser causante de las mayores desgracias de la humanidad y de una imperdonable hipocresía. Más actual imposible.
Como no podía ser de otra manera, el mensaje de Eva no sólo expresa la vertiente plebeya o jacobina del peronismo; también hace lo propio con sus ambigüedades ideológicas. Aunque la alusión está implícitamente referida a los Estados Unidos y las potencias europeas, en el discurso se habla de “los imperialismos” siendo que el sistema imperialista era, y aún es, uno solo. También se rechaza el análisis de clases. Dice Eva que “Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro: la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos. Para que no haya luchas de clases el camino es convertir a todos los oligarcas del mundo: hacerlos pueblo. ¿Cómo? Haciéndolos trabajar, para que integren la única clase que reconoce Perón: la de los hombres que trabajan”.
Estas dos referencias, al imperialismo y la oligarquía, ilustran los límites del jacobinismo peronista. Pero la pasión puesta por Eva en defensa de una causa justa, más allá de sus equívocos y sus limitaciones, hacen de su texto un aporte sumamente valioso. Sobre todo en tiempos en que desde los más altos círculos del Gobierno se exaltan las virtudes del capitalismo y se omite cualquier alusión al imperialismo. Sería bueno que tomaran nota de sus palabras.
Fuente: Página 12