Una muestra elocuente de pragmatismo
MONTEVIDEO (De nuestro corresponsal).- Al presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, hombre del Partido Socialista y líder de la izquierda uruguaya, nunca le gustó que lo compararan con sus colegas de otros países. "Ni Ricardo Lagos, ni Hugo Chávez, ni Lula, ni Fidel Castro, ni Néstor Kirchner... será un gobierno a lo Vázquez", comentaba antes de las elecciones que ganó en octubre de 2004 por mayoría absoluta, cuando se le preguntaba sobre un modelo para su futuro gobierno.
Mientras el presidente de Venezuela manifestaba contra el ALCA y Kirchner o Evo Morales tenían actitudes hostiles hacia Washington, los cancilleres de Uruguay y Estados Unidos firmaban en Mar del Plata un tratado de inversiones. Durante el encuentro de presidentes, Vázquez se preocupó por estirar su mano para estrecharla con la de George W. Bush y hacerle un gesto amistoso delante de todas las cámaras.
Para el primer gobierno de izquierda de Uruguay, el proceso de ratificación de un convenio con el gobierno de Bush fue una demostración de que no tiene problemas en sentarse del otro lado del mostrador del que estuvo acostumbrado durante décadas.
También fue una demostración de que, si el objetivo es generar un marco favorable a la inversión para generar puestos de trabajo en un país que sufre un alto nivel de desocupación (una tasa de 12,5% de la población activa), no importa que esa inversión sea privada o extranjera, incluso del emblema del "imperialismo" al que siempre repudió.
Es más, se trató de demostrar que para una coalición política en la que la mayoría de sus integrantes insisten en que una sociedad socialista es su objetivo final no hay alergia al capitalismo a la hora de buscar soluciones para la gente.
Pero, para Vázquez, el camino para ratificar el tratado de protección recíproca de inversiones no fue nada fácil. Lo llamativo es que las resistencias no las tuvo en el ala más radical de la coalición Frente Amplio, la que lidera el Movimiento Tupamaro (MLN, ex guerrilleros de los años sesenta y principios de los setenta), sino que fueron éstos justamente los que presionaron para que en la bancada de izquierda estuvieran los votos para aprobar el acuerdo.
Alineamiento
En el Partido Socialista, al que pertenece Vázquez, el tratado no cayó bien, pero sus legisladores se alinearon con el jefe de Estado. Uno de los diputados socialistas y dirigente histórico renunció a su banca, pero no al partido, en un gesto que pretendió remover la estructura del Frente Amplio en contra de proyectos que marquen un acercamiento a Estados Unidos (como el aval a las tropas militares para participar en la misión de las Naciones Unidas en Haití y el polémico tratado aprobado ayer).
El Movimiento de Participación Popular (MPP) -una subcoalición dominada por los tupamaros- estuvo a punto de fracturarse, con extensas discusiones, porque una tendencia radical tenía votos suficientes como para obligar a los legisladores del sector a oponerse al tratado.
El Partido Comunista -fundador del Frente Amplio- decidió desconocer el mandato imperativo de los legisladores alineados con Vázquez. Su senador votó en contra y sus militantes fueron al Palacio Legislativo a presionar y a insultar de viva voz a los legisladores de izquierda, cuando se votó el jueves pasado en el Senado y, ayer, en Diputados.
Los delegados de los "comités de base" -la estructura de redes de barrio que la izquierda creó en todo el país en 1971- reclamaron a sus dirigentes partidarios que les dieran participación en el debate del tratado, porque consideraban que no podía avalarse ese acuerdo. A juicio de "las bases", el tratado iba en contra de las banderas "antiimperialistas" levantadas históricamente por el Frente Amplio.
"Bienvenidos al club de serviles de Estados Unidos", dijo el senador Jorge Larrañaga, presidente del Partido Nacional, cuando los legisladores de izquierda votaban el tratado de inversiones.
Quedaron algunas heridas políticas internas, pero el tratado que quiso Vázquez quedó aprobado. El presidente demostró liderazgo y también mostró que cuenta con líderes que, cuando él se lo pide, se juegan para asegurarle su respaldo.