Poniendo estaba la casta

En América Latina, las personas más pobres —y dentro de ellas, las mujeres— pagan proporcionalmente más impuestos que los ricos. Para los países del G20, eso debe cambiar. Llegó la hora de que los 3 mil megamillonarios del mundo paguen un tributo mínimo global. En Brasil, los jefes de Estado se comprometieron a avanzar en las discusiones para gravar a los que más tienen. Milei firmó pero en desacuerdo con discriminar a los “ultra-rich”. Desde los feminismos, Agustina Paz Frontera analiza la propuesta impulsada por Lula, se pregunta a quién y cómo le cobra impuestos el Estado y si el nuevo gravamen pondrá la sostenibilidad de la vida en el centro de las prioridades.

Gravar a los superricos es más posible -y más necesario- que nunca

Un puñado de sólo 3.000 personas han amasado una riqueza de 14,4 billones de dólares, equivalente al 13% del PIB mundial. La fortuna e influencia de los milmillonarios del mundo (individuos con patrimonios superiores a los mil millones de dólares), se ha acelerado vertiginosamente en los último 30 años, si pensamos que en 1993 su riqueza acumulada equivalía al 3% del PIB mundial.

G20 en Brasil: los ministros aprobaron una declaración sobre cooperación fiscal que incluye un impuesto para los superricos

El ministro brasileño de Hacienda, Fernando Haddad, dijo el jueves que la propuesta de Brasil para que sea creado un impuesto a los ultra ricos fue aclamada por el G20 y será incluida en un documento a ser divulgado el viernes, cuando concluya la reunión de los ministros de Finanzas del foro.

Adiós al G20, hola al BRICS+

La cualidad redentora de un tenso G20 celebrado en Bali –que por lo demás fue gestionado con la encomiable gentileza de Indonesia– fue la de definir con nitidez hacia dónde soplan los vientos geopolíticos. Ello quedó plasmado en los dos momentos más destacados de la Cumbre: la esperada reunión presidencial entre China y Estados Unidos –que representa la relación bilateral más importante del siglo XXI– y la declaración final del G20.

Del G20 al G2. De Washington a Pekín

El G20 comenzó con Trump y su clásico desprecio a las cumbres -muy rendidor entre sus votantes- y terminó con los acuerdos de Xi Jinping y Macri. El gobierno, aliado acrítico de Estados Unidos desde 2016, pareció tomar nota del complejo proceso de transición hegemónica que va de Washington a Pekín. ¿Es posible jurar fidelidad a dos contendientes que se enfrentarán política y económicamente durante los próximos años?

Después del G20

El ruido atronador del G20 se aleja del escenario político y es sustituido por el fragor de los conflictos que permean la vida cotidiana. Mientras Macri lanza nuevas cortinas de humo para procurar la reelección, el país desciende por el agujero negro de una violenta recesión sin limites, que busca imponer la paz de los cementerios necesaria para garantizar la continuidad del endeudamiento externo.

G-20: el entusiasmo duró poco

Las creaciones propagandísticas en los medios no alcanzan para gobernar. La distancia entre lo que se dice y lo que sucede termina debilitando los gobiernos. Sus discursos decrecen en vida útil: pasan de durar meses a sólo días. Hemos presenciado un caso extremo con la Cumbre del G-20: el oficialismo la imaginó como un evento capaz de irradiar una gran onda expansiva de optimismo y entusiasmo sobre una Argentina en la que prevalecen indicadores sociales y económicos negativos.

G20, el comercio y la estabilidad financiera

La cumbre del G20 en Buenos Aires terminó con un acuerdo sobre el desacuerdo. Estuvieron de acuerdo en no estar de acuerdo sobre el mantenimiento de las normas comerciales multilaterales y estuvieron de acuerdo en estar en desacuerdo sobre la necesidad de combatir el calentamiento global mediante la reducción de las emisiones de carbono y gases de efecto invernadero. Y estuvieron de acuerdo en el desacuerdo sobre cómo tratar con el importante problema mundial de la migración.

El G20 en crisis en una Argentina en crisis

A las diez y media de la mañana de la primera jornada del G20 en Buenos Aires, un sismo de 3.8 grados de intensidad en la escala Richter, con epicentro a 25 kilómetros debajo del partido de Esteban Echeverría, alteró el simulacro de calma dominguera del sur de la ciudad y alarmó a la custodia del presidente Donald Trump, que aprovechó la excusa para desairar a su anfitrión, salteándose la primera, y más importante, sesión a solas con sus pares en Costa Salguero. No fue el primer temblor, ni sería el último, en sacudir el encuentro en suelo porteño de los mandatarios del grupo exclusivo de países que concentran el 85% del producto y dos tercios de la población mundial.

G20: Argentina, apretada en el tablero geopolítico

Una incómoda situación vivió ayer el gobierno argentino cuando, tras una bilateral entre Mauricio Macri y su par estadounidense Donald Trump, una vocera de este dijo que entre otros temas –obviamente la infaltable ofensiva contra Venezuela- se había hablado de la “actividad económica depredadora china”. El comunicado puso en apuros a la Casa Rosada, a horas de que allí se firmaran muchos acuerdos con el presidente Xi Jinping.