Renovación o muerte

Cuando un fenómeno político extremo irrumpe, su impulso desestabilizador conmueve al sistema, lo desordena y transforma. Pasó muchas veces, está estudiado. Así como el alfonsinismo obligó al peronismo a renovarse, el menemismo terminó con el histórico bipartidismo y el kirchnerismo partió en dos al progresismo, la onda expansiva producida por el triunfo de Javier Milei condena al PRO a la extinción y sumerge a la oposición en la incertidumbre.

Fin de ciclo

La sentencia “fin de ciclo” es una obsesión que recorre el discurso político de candidatos y analistas en estos meses electorales. Si quienes la vocean pudieran darle más contenido que al deseo de un cambio de gobierno, sería más esclarecedor. Podría determinarse qué encierra esa noción de cierre de un período político. En ese espacio conceptual tan abierto ingresa la idea de la culminación de la experiencia kirchnerista; la renovación del gobierno con otra figura política en 2015 porque no hay reelección presidencial; la advertencia de que en los próximos dos años de gestión el Gobierno no pretenda avanzar con iniciativas incómodas al poder económico, como sucedió posteriormente a los dos comicios anteriores, en 2009 y 2011; la presión para que en el período hasta las próximas elecciones presidenciales se instrumenten las medidas de ajuste reclamadas por el establishment.