Francia, la revolución pendiente

Que Francia haya sido siempre el indiscutible motor hacia todo tipo de cambios progresistas en Europa es un hecho que ningún historiador, ni siquiera los más reaccionarios, se atreven poner en duda. Lo que ahora está ocurriendo en nuestro vecino país galo es algo que su insidioso presidente, Manuel Macron, ha puesto en marcha intentando frenar el rumbo de la historia. La clase obrera francesa, con un admirable historial revolucionario a sus espaldas, nunca se someterá a las vergonzosas condiciones laborales a que quieren condenarla. 

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La publicación de El capital en el siglo XXI produjo una pequeña revolución en la discusión política mundial (1). En momentos en que los economistas se dedicaban al análisis algorítmico de las finanzas, la economía del comportamiento y la aplicación de sus leyes a la vida cotidiana para ver por ejemplo cómo se patean los penales, el profesor francés Thomas Piketty escribió un libro-mundo de 800 páginas que incluía una “gran tesis”, contundente y diáfana, de esas que aparecen pocas veces en la historia y que pueden ser objetadas, discutidas y matizadas pero no ignoradas: en el largo plazo –sostuvo en base al trabajo de una red internacional de expertos que procesó datos de dos siglos y cuatro continentes– la tasa de retorno del capital supera a la tasa de crecimiento del ingreso, por lo que la participación del capital en el producto se incrementa. En otras palabras, el capitalismo tiende a concentrar la riqueza.