Carta Abierta Nº 24
Con los métodos y particularidades del siglo XXI las oligarquías financieras, el poder económico concentrado –que hoy incluye a los monopolizados medios de comunicación– y la superpotencia hegemónica del continente han construido una trama, para desterrar no sólo las experiencias de soberanía efectiva, sino también para destruir naciones, disolver movimientos, dividir a los pueblos, degradar la política, y naturalizar un sistema de explotación y exclusión.
Han actuado para crear las condiciones de sometimiento que permitan el despliegue de las políticas neoliberales del capital financiero y el arrasamiento de derechos e identidades de naciones y pueblos. Aunque hay estrategias específicas en cada país, las ofensivas desatadas sobre Brasil, Argentina y Venezuela incluyen inocultables rasgos de similitud: desacreditación de las políticas redistributivas y los programas sociales de carácter universal, denuncias de corrupción e intensas campañas de manipulación mediática. Sin embargo, la página no ha sido dada vuelta y pese a la ofensiva restauradora en marcha, la resistencia del proyecto liberador es una marca persistente de la época.
El partido gobernante en Argentina y sus intelectuales, muchos de los cuales fueron antes progresistas, liberales, radicales, izquierdistas o peronistas, sin vetas de intolerancia, practican ahora una sutil vendetta contra su propio pasado, avalando todo esto con una sorprendente virulencia. Como hoy se dice, están fidelizados a un programa, justifican los oscuros pactos de Papel Prensa ayer, abonan la intervención en Venezuela hoy y participan del camuflaje con que se esconde el escabroso golpe de Estado “parlamentario” perpetrado en Brasil. Muchos que fueron otrora depositarios de compromisos sociales evidentes, son ahora indiferentes a la capacidad gubernamental de adulteración de las pasiones públicas democráticas. Muchos provienen de ciclos anteriores donde pensaban lo contrario a lo que hoy sostienen, tema delicado que no supone que defendamos pensar siempre lo mismo, inmunes a los tiempos, pero tampoco resguardar hechos dañosos con hilachas superficiales de un pensamiento avanzado que ya fue.
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Carta abierta - 3 de agosto de 2017