Historia de un divorcio

Cristina Bastidas Redin

 

Lenin Moreno se distancia cada vez más de Rafael Correa. Con fuertes críticas al ex mandatario, Moreno parece estar decidido a construir una identidad propia. ¿Cuáles son las razones de este divorcio que pone en tensión a la izquierda, a Alianza País y a la «revolución ciudadana» de Ecuador?

Una crisis profunda parece haber sacudido a Alianza País (AP), partido que ha gobernado por más de una década de forma consecutiva en Ecuador. A partir de la elección de Lenin Moreno como presidente, el conflicto entre él y su antecesor Rafael Correa es vivido como un cisma que divide al partido en dos. A pesar del amplio apoyo electoral que AP obtuvo de forma sostenida en el país durante una década, hoy las divisiones internas y el descenso de sus votantes anuncian el final de su historia de hegemonía. La última elección en la que Lenin Moreno fue elegido como presidente fue una de las más reñidas de su historia como partido y Guillermo Lasso, líder de CREO y dueño de uno de los bancos más grandes del país, estuvo muy cerca de llegar a la presidencia.

El conflicto entre Rafael Correa y Lenin Moreno es uno de los interrogantes más importantes en la coyuntura actual ecuatoriana. Resulta difícil de entender si tenemos en cuenta que estas dos figuras provienen del mismo partido y que trabajaron juntos durante muchos años. Lenin Moreno fue el vicepresidente de Rafael Correa entre 2007 y 2013. Juntos emprendieron numerosas campañas políticas y constituyeron un binomio aparentemente armónico. De hecho, su buena relación marcó una parte importante de la historia de la revolución ciudadana en Ecuador. A pesar de ello, los primeros meses de la gestión de Lenin Moreno se han caracterizado por la profunda distancia que él ha marcado con su antecesor.

La presencia del liderazgo de Correa durante una década en el país, unido a los siete primeros años de crecimiento económico en donde una propuesta centrada en la inversión e infraestructura estatal pudo sostenerse con fuerza fueron las piezas clave que permitieron el despliegue del gobierno de la «revolución ciudadana», su legitimidad entre la población y la cohesión interna de su partido. La coyuntura actual de conflictividad entre Correa y Moreno, no es más que el resultado de los cambios en las dos variables fundamentales que sostuvieron a AP durante una década. La ausencia del liderazgo de Correa afecta a AP un partido cuyas facciones heterogéneas estuvieron integradas por su figura. En segundo lugar, la crisis económica que afecta al Ecuador desde el 2012 hace difícil el mantenimiento de una propuesta de gobierno centrada en la alta inversión pública y la presencia del Estado en el territorio. AP se ve afectado por esto porque forjó su identidad en el ejercicio de gobierno. Para entender con más detenimiento estas dos variables es importante remontarnos a la configuración histórica del partido de gobierno en Ecuador.

La historia de AP se remonta a la coyuntura crítica que sucedió hace ya casi dos décadas en el país. Si algo caracterizó la llegada del nuevo siglo en Ecuador fue la crisis de representación de los partidos políticos. Desde la década de los noventa, el país vivió una época de intensas movilizaciones y cambios en el sistema político, tal como ocurrió en otros países de la región. Un clima de inestabilidad política y crisis de la confianza y legitimidad de las nuevas instituciones democráticas caracterizó la entrada del siglo. El retorno a la democracia a finales de la década de los setenta estuvo acompañado, paradójicamente, de una crisis social caracterizada por el aumento de la pobreza, la reducción de las tareas del Estado y la disminución del gasto social. La aplicación del esquema neoliberal de forma paralela a la transición democrática generó una democracia de alta conflictividad que no pudo resolverse en el marco de las nuevas instituciones democráticas.

La coyuntura crítica fue «un periodo de cambios significativos que tomó una forma específica y produjo un legado particular»1. La crisis de legitimidad de las nuevas instituciones democráticas –especialmente de los partidos políticos— fue uno de los fenómenos más importantes que caracterizó este periodo en el Ecuador. AP, el actual partido en gobierno, fue la respuesta a esta crisis política. Su discurso condensó las demandas sociales expresadas en más de una década de movilizaciones políticas y su agenda programática pretendía generar un «nuevo proceso de incorporación»2 de sectores populares que fueron excluidos con las políticas neoliberales.3

Alianza País capitalizó la crisis de legitimidad de los partidos tradicionales diferenciándose de ellos en tres aspectos claves. En primer lugar, el carácter heterogéneo de los grupo que lo componen, AP se formó como un «partido multifacción» que absorbió a una gama variada de grupos y demandas que se expresaron en la calle durante una década en la coyuntura crítica ecuatoriana. Bajo estas condiciones, el liderazgo de Correa fue uno de los factores determinantes que condicionó la cohesión interna del partido y la posibilidad de que las facciones, incongruentes entre sí, pudieran compartir gobierno sin expresar políticamente sus diferencias. La dependencia del partido al liderazgo de Correa es entonces una segunda característica particular de AP que se deriva de su carácter heterogéneo. Una tercera característica específica de AP fue su rápido ascenso a la política y la consecuente condensación entre el partido y el gobierno. De no existir en el panorama democrático del país, pasó a ser la principal fuerza política ecuatoriana con una representación mayoritaria en el Congreso en el 20074. Su identidad como partido se gestó, indudablemente en el ejercicio de gobierno, lo cual condicionó su posibilidad de tener una estructura partidaria sólida e independiente del Estado.

A pesar de estas particularidades que condicionaron su estructura partidaria, AP gobernó de forma sostenida durante una década, ganando catorce elecciones y brindando una alternativa al país aunque esta tenga ahora sus propios límites. Una agenda parcialmente post-neoliberal fue desplegada como parte de programa político y el proceso de nueva integración de sectores con demandas populares que tenía que llevar a cabo, tras la coyuntura crítica. Su programa cuestionó ciertos postulados centrales del neoliberalismo, especialmente aquellos subyacentes a los principios de austeridad5. Durante los siete primeros años de gobierno, AP contó con un contexto económico favorable por el aumento de precios de las materias primas en el mercado internacional y por la aplicación de un esquema de incremento sostenido de la inversión social, diminución de la pobreza6 y ampliación de las tareas del Estado. Como resultado de estos factores, la clase media ecuatoriana creció, la brecha de desigualdad de ingreso disminuyó7 y la presencia territorial del Estado aumentó visiblemente. A diferencia de otras experiencias post-neoliberales en la región, la de Ecuador se caracterizó por el aumento ostensible de la visibilidad del Estado y de su clara legitimidad de tipo infraestructural8.

Sin embargo, el post-neoliberalismo ecuatoriano, caracterizado por un aumento visible de la presencia del Estado en el territorio y un proceso de incorporación de sectores con demandas redistributivas, tiene problemas para sostenerse como alternativa en la coyuntura actual por tres razones fundamentales. En primer lugar debido a su alta dependencia al precio de materias primas y a su base extractiva, problemática que comparte con casi todos los gobiernos de izquierda, cuyo ciclo parece estar llegando a su fin. La dependencia a la economía extractiva genera dos problemáticas. Por un lado, aumenta la dependencia del país al mercado mundial y al capitalismo global. Por otro lado, como afirma David Harvey, genera nuevos patrones de exclusión y desposesión9 en zonas con recursos estratégicos, lo cual sin duda generará un nuevo ciclo de resistencia.

En segundo lugar, la agenda del gobierno de Correa centrada en la redistribución vía inversión y con una alta centralización de la toma de decisiones, dio menos importancia otras demandas sociales que también estuvieron presentes en la coyuntura crítica ecuatoriana y que fueron igualmente fundamentales para diversos sectores de la sociedad como las de la diferencia (género, étnicas, diversidad) y las de ampliación democrática. Esto, junto a la crítica al neo-extractivismo explica en parte las resistencias a la figura de Correa en una parte de la izquierda que fue capaz de votar por Lasso en las últimas elecciones.

Finalmente, bajo el gobierno de la revolución ciudadana la sociedad se trasformó y el paradigma de libre mercado se revitalizó, esa constituye otra variable que explica la crisis de gobierno. Como fruto de las políticas económicas de integración, se engendró una nueva clase media ávida por el consumo. Situación que los medios de comunicación han sabido aprovechar para generar una opinión pública a favor del esquema libre mercado y de la no intervención estatal. El Estado fue visibilizado como un artefacto innecesario que limita libertades y se cuestionó todo lo que se ha hecho en una década bajo el paraguas de la corrupción. Ciertamente la corrupción, problemática endémica al Estado, se multiplicó en un esquema que aumentó visiblemente la infraestructura y presencia del Estado en el territorio, sin embargo, esta ha sido hiper-visibilizada en la esfera pública y tirada al olvido cuando se tiene que cuestionar la de la esfera privada como la de los paraísos fiscales, esto no es accidental. Los tres factores que se han descrito jugaron en contra de la fórmula de gobierno de Correa y son hoy fundamentales para entender el rechazo al ex mandatario en una parte de la sociedad ecuatoriana.

Es entendible entonces que en la nueva coyuntura el partido pierda su cohesión interna y atraviese una crisis de su identidad. La ausencia del liderazgo de Correa, como figura integradora de un partido heterogéneo es un primer elemento explicativo. La preeminencia de la figura de Correa al interior de AP generó serias dificultades en la formación de nuevos liderazgos y para producir una alternativa de gobierno trabajada con más tiempo. Además, la identidad del partido que se gestó en el ejercicio de gobierno y no en autonomía del Estado, está hoy en crisis porque su propuesta programática de gobierno tiene dificultades para sostenerse.

Lenin Moreno, llegó al poder movilizando al electorado de AP pero con dos problemas fundamentales. Fue elegido con una legitimidad muy baja en la sociedad ecuatoriana en unas elecciones pugnadas con cuestionamientos de fraude electoral y en las que el fenómeno anti-Correa había calado profundamente en la opinión pública. Además, fue elegido sin ser una figura fuerte al interior del partido pues no era un líder activo en la agenda programática, ni en las discusiones estratégicas del AP y tenía menor capacidad de agrupar a las distintas facciones del movimiento que su antecesor. En estas condiciones, una vez en el poder, su estrategia para mantener la gobernabilidad y consecuentemente su posibilidad de sostenerse en la presidencia ha consistido en captar al electorado «anti-correista» del país.

En un momento de contracción económica, la agenda redistributiva que Correa dejó instalada en el Estado, no puede sostenerse con la misma fuerza. De hecho, Moreno sufre la presión de sectores económicos con poder y de los medios de comunicación para abrir un nuevo esquema. Para sobrevivir, su gobierno integrará las demandas de la diferencia por un lado, las de ampliación democrática con la consecuente selectividad de unas voces sobre otras, por otro y probablemente restablecerá un esquema de crítica al «excesivo gasto público» e inversión social realizado en el periodo de Correa. Es posible que en sus manos una suerte de «multiculturalismo neoliberal»10 vuelva a abrirse como posibilidad de gobernabilidad en Ecuador que lo ubique en una posición aún más alejada de la del ex presidente Rafael Correa.

  • 1. Collier, Ruth Berins y David Collier: «Critical Junctures and Historical Legacies» en Social Science Research Network, 1991. https://papers.ssrn.com/abstract=1750509.
  • 2. Martin Tanaka: La nueva Coyuntura Crítica en los países andinos, IDEA-Internacional, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2009.
  • 3. Boas Taylor: «Potential Mistakes, Plausible Options: Establishing the Legacy of Hypothesized Critical Junctures. Qualitative and Multi» en Method Research 15, No 1 (primavera de 2017), pp 18–20.
  • 4. En dichas elecciones, Alianza País logró obtener 80 curules del total de 130.
  • 5. Mark Goodale y Nancy Postero: Neoliberalism, Interrupted: Social Change and Contested Governance in Contemporary Latin America, Stanford University Press, 2013.
  • 6. El porcentaje de población en situación de pobreza pasó de 49% en el 2006 al 27.3% en el 2014. (CEPAL)
  • 7. El coeficiente de Gini que mide el índice de concentración de la riqueza pasó de 0,52 en el 2006 a 0,45 en el 2014. (CEPAL)
  • 8. Michael Mann: «El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y resultados» en Revista académica cuatrimestral de publicación electrónica, No 5, 2007, pp. 4–43.
  • 9. David Harvey: El Nuevo Imperialismo: Acumulación por desposesión, Clacso, Buenos Aires, 2005.
  • 10. Charles R. Hale: «Neoliberal Multiculturalism: The Remaking of Cultural Rights and Racial Dominance in Central America» en Political and Legal Anthropology Review No 28, 2005, pp. 10-28

 

Nueva Sociedad - Diciembre de 2017

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