Vigencia del pensamiento de Horacio Giberti

Carlos León * (Especial para sitio IADE-RE) | "El pensamiento de Horacio Giberti sigue manteniendo vigencia porque los problemas estructurales agrarios existen y limitan el desarrollo económico y social del país".

Este año se conmemora el centenario del nacimiento de Horacio Giberti.  Más allá de recordar los distintos aspectos de su personalidad -como profesional de sólidos conocimientos técnicos, como profesor universitario, como funcionario de estado- la evocación induce a preguntarnos sobre la vigencia actual de su pensamiento. Es decir, en qué medida los profesionales más jóvenes dedicados a la política, economía o sociología agrarias, podrían, a partir de conocer su obra y pensamiento, disponer de mayores herramientas para el análisis de la situación agraria argentina de este tiempo.

Horacio Giberti logró integrar su formación de ingeniero agrónomo con conocimientos de la economía y sociología para poder analizar la problemática agraria de su momento y este esfuerzo lo dejó plasmado en vasta cantidad de trabajos, que fueron escritos hasta los últimos momentos de su vida.

Fue, además, autor de dos libros memorables e imprescindibles para los estudiosos de la cuestión agraria argentina. El primero de ellos, “Historia Económica de la Ganadería Argentina”, escrito en 1954, constituye un profundo análisis de la historia económica y social de esta actividad. Abarca desde la primera difusión del ganado en el siglo XVII hasta la mitad del siglo XX. Constituye hoy un clásico y fue reimpreso en 1961, 1970, 1974 y 1985 por importantes  editoriales del país.    

En 1964, la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA) publicó un segundo libro: “El Desarrollo Agrario Argentino”, reeditado posteriormente en 1970. Consistía en un estudio evolutivo de la producción agropecuaria argentina y de sus principales problemas, cuya trascendencia provenía de la amplitud del período histórico analizado.

Años más tarde, la Asociación Argentina de Economía Agraria, a propósito del XX Congreso Internacional de Economistas Agrarios de 1988, le solicitó a Horacio la elaboración de un estudio actualizado sobre el sector, que quedó plasmado en el trabajo “Evolución y Perspectivas del Sector Agropecuario Argentino” y que fue editado por dicha Asociación, en el libro publicado a propósito de aquel evento internacional.

Sin embargo, es el pasaje de Horacio Giberti por la función pública el que nos permite conocer los aspectos más relevantes de su pensamiento, en cuanto a su comprensión de los problemas estructurales del agro argentino y su esfuerzo de identificación de herramientas e instrumentos de política agraria para lograr revertir alguno de ellos.

Giberti fue en dos oportunidades funcionario del Estado. La primer como presidente del Instituto Argentino de Tecnología Agropecuaria (INTA) y luego como secretario de Agricultura y Ganadería.

Fue presidente del INTA entre 1958-61. El primero que presidió la institución en un período democrático, dado que su origen se remonta a 1956 por un decreto del gobierno militar del general Aramburu.

La gestión de Giberti en el INTA sentó las bases de la institución, a partir de su planificación, la incorporación de equipos técnicos, la creación de estaciones experimentales y agencias de extensión, la inclusión de la problemática económica y sociológica para los estudios agrarios y la defensa de la institución recién creada, que era resistida por las entidades más poderosas de los productores agropecuarios.

Algo más de una década después, Horacio Giberti asume como Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería, durante el período comprendido entre julio de 1973 y octubre de 1974, es decir durante el gobierno de Cámpora, continuando con el de Perón hasta poco después de su fallecimiento. Integró el equipo de José Ber Gelbard, ministro de economía durante ese tiempo.

Se reconstituía un gobierno democrático, luego de siete años de dictaduras, en los que transitaron tres presidentes militares. El más duradero fue el del general Onganía, autor del golpe militar al gobierno constitucional del presidente Illia, en junio de 1966.

Durante ese largo período autoritario, la política económica y sectorial debilitó a los  organismos de regulación de la producción y comercio agropecuarios y también afectó, especialmente, a la pequeña producción agraria.

Debe mencionarse, entre otros, el fuerte impacto de la ley 17.253 de 1967, que llevó a finalizar con las prórrogas de contratos de arrendamientos y ocasionó innumerables desalojos de chacareros que trabajaban sus tierras desde muchos años atrás.

Al hacerse cargo de la Secretaria de Agricultura y Ganadería con el nuevo gobierno democrático de 1973, Giberti intentó revertir el efecto regresivo de las políticas mencionadas anteriormente.

Es así, que de manera casi inmediata se logró sancionar la ley 20.518 de 1973, que permitió suspender los juicios de desalojos y/o ejecución de sentencias causados por la anterior ley de 1967. 

Hacia fines de 1973 se sancionaron dos leyes fundamentales para la comercialización de la producción  agropecuaria. Una de ellas fue  la ley 20.535 de ”Política de Carnes”, que fortalecía y reorganizaba la Junta Nacional de Carnes, con el objeto de que el estado pudiese intervenir en la estructura de costos y precios, resguardando a consumidores y productores de la imposición de los sectores más concentrados de la cadena.

Se sancionó la Ley 20.573 de “Comercialización de Granos”, que  otorgaba  a la Junta Nacional de Granos una función protagónica en el mercado de exportación. Establecía, además,  un conjunto de instrumentos de apoyo a pequeños y medianos productores e  incentivaba la función cooperativa.

Al año siguiente, durante 1974, un nuevo proyecto, se convirtió en la ley 20.538, fuertemente resistida por las entidades representativas de los grandes productores. 

Mediante esta ley se fijaba un impuesto a la renta normal de las explotaciones agropecuarias, cuyo objetivo conducía a revertir la baja productividad, castigando a las tierras que permanecían improductivas. La oposición del sector latifundista imposibilitó el inicio de su vigencia y fue inmediatamente  derogada por la dictadura en 1976.

El último gran proyecto generado por el equipo de Horacio Giberti, pocas semanas antes de tener que dejar su función en la Secretaría de Agricultura y Ganadería , fue la redacción de la “Ley Agraria”.

Por primera vez en la Argentina,  se identificaban desde el estado, los principales ejes de la problemática agraria nacional, en lo atinente a la distribución y tenencia de la tierra y a la conservación del suelo.

La “Ley Agraria” definía que la tierra debería cumplir una función social y se proponía,  como  importante objetivo, la promoción de una estructura agraria en la que los arrendatarios y aparceros pudieran acceder directamente al ejercicio de la producción.

Para hacernos una idea de la potencialidad que tenían los instrumentos desarrollados es suficiente mencionar entre otros, los siguientes:

   • Posibilidad de expropiación de aquellos suelos erosionados, que una vez recuperados se asignarían a la colonización agrícola, a través del Consejo Agrario Nacional.

   • Pérdida de dominio de tierras abandonadas o no trabajadas por más de cinco años

   • Afectación de tierras ubicadas alrededor o en la zona de influencia de obras públicas hídricas.

   • Limitación a extranjeros para la adquisición de tierras

   • Los titulares de grandes predios que quisiesen vender sus tierras, deberían ofertarlas al Consejo Agrario Nacional de manera preferencial, para que esa institución dispusiese de tierras para la colonización agrícola.

   • Proponía programas de concentración parcelarias en zonas minifundistas.

   • Se podía declarar de utilidad pública y sujeto de expropiación, a campos con cuatro o más ocupantes.

   • El pago de las expropiaciones podría realizarse en dinero o en “bonos agrarios” que se creaban para financiar la adquisición de tierras por parte del estado.

   • Se incentivaba y fomentaba el desarrollo de Cooperativas de Producción

Por primera vez desde el estado, se analizaban en profundidad y se discutían los principales problemas agrarios en la Argentina, que existieron desde su origen como país proveedor de materias primas en escala internacional.

Más aún, con inteligencia y creatividad, se identificaron y desarrollaron un conjunto de ideas, herramientas e instrumentos de política agraria, que se orientaban a revertir dicha situación  estructural.

En la actualidad, a pesar de condiciones diferentes a las existentes hace ya más de cuatro décadas, el pensamiento de Horacio Giberti sigue manteniendo vigencia, porque los problemas estructurales agrarios existen y limitan el desarrollo económico y social del país.

Existen serios problemas de distribución y tenencia de la tierra. Se observan importantes procesos erosivos incrementados por una falta de planificación en el uso del suelo. La producción agropecuaria se halla altamente concentrada en cuatro o cinco cadenas de muy bajo nivel de valor agregado. La agricultura familiar está atravesando situaciones de enormes dificultades. Muchas regiones productivas se encuentran en serias dificultades económicas por la competencia con la apertura de las importaciones y la subordinación de la pequeña y mediana producción a las corporaciones  de la industria y la exportación. La concentración del comercio exterior de las principales producciones de exportación imponen el nivel de los precios internos, la dinámica del ingreso de divisas y la disponibilidad de alimentos para la población, debido a la destrucción de la mayor parte de los marcos regulatorios que existían anteriormente.

Esta es la razón por la cual el pensamiento de Horacio Giberti,  será de ayuda y utilidad al momento de volver a pensar en la construcción de una nueva política económica y un nuevo programa de desarrollo agrario, que intenten atenuar los desequilibrios estructurales existentes. 

 

Miembro de la Cátedra Libre de Estudios Agrarios “Ing. Agr. Horacio Giberti” de la FFyL (UBA). Profesor  de maestrías en UBA y FLACSO | 15-08-2018.

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