Malvones o robots
¿Hay ramas de la ciencia en las que el nuevo gobierno debería invertir y ramas en las que no?
La gran visión que guía las políticas del campo nacional y popular fue planteada claramente por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003:
“Vengo en cambio a proponerles un sueño. Reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación. Vengo a proponerles un sueño, que es la construcción de la verdad y la justicia.
Vengo a proponerles un sueño, el de volver a tener una Argentina con todos y para todos.
Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros. De nuestra generación, que puso todo y dejó todo, pensando en un país de iguales.
Porque yo sé y estoy convencido que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país que nos merecemos los argentinos. Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país serio. Pero además quiero también un país más justo”.
Para desarrollar esa visión es necesario implementar políticas sectoriales que aporten en la dirección de la inclusión social, del incremento de los niveles de igualdad de ingresos y de la complejización de la matriz productiva entre otras prioridades.
Es más o menos obvio que complejizar la matriz productiva de un país no es suficiente no ya para incrementar los niveles de igualdad sino, ni tan siquiera, para frenar la concentración acelerada de ingresos y riqueza; basta para convencerse con leer los gráficos de concentración del ingreso y de la riqueza que releva Picketty para países de alto nivel de desarrollo como EE.UU., Francia o Alemania [1]. Sin embargo, también es más o menos obvio que sin complejizar la producción nacional de bienes y servicios seguiremos atrapados en el proceso de globalización en el casillero de los perdedores seriales.
Frente a las necesidades urgentes que el nuevo gobierno nacional y popular deberá enfrentar a partir del 10/12/2019, ¿tiene sentido que además ese nuevo gobierno aumente la inversión en C&T (https://www.elcohetealaluna.com/satelites-elites/)?
Para avanzar en la complejización de nuestra matriz productiva, descartado el modelo de la maquila que succiona hacia el exterior, por múltiples mecanismos [2], más divisas que las que genera (https://www.elcohetealaluna.com/el-complejo-automotor-despues-de-macri/), la solución pasa por abrir los paquetes tecnológicos e ir incrementando tan rápidamente como sea posible la participación de las Pymes nacionales en las diferentes cadenas de valor. Para esto será necesario (1) implementar protecciones arancelarias y para-arancelarias, siempre condicionadas a los aumentos en calidad y productividad de las Pymes protegidas; (2) recurrir a la capacidad local de análisis, desarrollo e implementación de tecnologías.
En primer lugar y considerando la capacidad productiva instalada en el país y el reservorio local de conocimientos disponibles, el nuevo gobierno deberá tomar la difícil decisión de elegir los sectores productivos en los que concentrará el esfuerzo y las pocas divisas de las que podrá disponer. No podrá elegir libremente, por ejemplo, si poner el máximo esfuerzo en el cultivo intensivo de malvones o en el diseño y producción de robots.
Es fundamental tener en cuenta que no hay reservorios disponibles de conocimientos tecnológicos sin un sistema científico que lo sustente y lo alimente.
De mi larga experiencia en la investigación y desarrollo en la industria siderúrgica, interactuando con las plantas de producción con sus permanentes y lógicas urgencias y paralelamente con los laboratorios en los que trabajan los científicos con sus ritmos aparentemente incompatibles con los de la producción y sus intereses normalmente divergentes [3] puedo aseverar, sin ninguna duda, que la sociedad entre plantas productivas y laboratorios científicos es imprescindible cuando se trata de desarrollar innovaciones tecnológicas, aunque sean innovaciones locales (http://www.iade.org.ar/noticias/de-que-hablamos-cuando-hablamos-de-innovacion-tecnologica)
Es necesario para avanzar en el desarrollo inclusivo tener el reservorio de conocimientos científicos y tecnológicos disponible, pero ese reservorio no reside en una web ya cristalizada, ese reservorio está compuesto por la sumatoria de las capacidades de análisis de los científicos argentinos activos y residentes en el país.
La pregunta que sigue es: ¿hay ramas de la ciencia en las que el nuevo gobierno deberá invertir y ramas en las que no?
En la formación de un ingeniero que está desarrollando un nuevo material nano-estructurado, o un nuevo mecanismo, o un nuevo sistema de lubricación basado en tecnología microfluídica o un nuevo proceso productivo innovativo, en la formación de un ingeniero agrónomo que está trabajando en el desarrollo de nuevas técnicas productivas para el agro, intervinieron necesariamente matemáticos, físicos, químicos básicos y biólogos. Fundamentalmente, las metodologías que estos científicos básicos desarrollan para temas como modelado computacional o simulaciones de laboratorio, deben estar disponibles para ser usadas por el ingeniero en su trabajo.
¿Podemos pensar que en el país se encararen temas complejos como la minería o el fracking sin el acompañamiento de científicos sociales? ¿Podemos pensar que las ciencias sociales no intervengan en la elaboración de la compleja relación entre desarrollo tecnológico y el avance de los niveles de inclusión e igualdad?
¿Es imaginable un país sin humanidades en el que el desarrollo cultural quede bajo la responsabilidad de Netflix?
Toda la ciencia es imprescindible.
Lo anterior no implica que a lo largo del tiempo no se distribuyan los presupuestos en forma no uniforme en base a las prioridades que surjan de las políticas que se implementen, aunque siempre manteniendo a todas las ramas científicas en condiciones de funcionamiento. No fijar prioridades es no hacer política científica y eso es tan dañino como dejar que sean “los mercados” los que decidan si el esfuerzo productivo se concentrará en el cultivo de malvones o en el diseño de robots.
[1] | T. Piketty, Capital in the Twenty-First Century, Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University press, 2014. |
[2] | E. Dvorkin, ¿Qué Ciencia Quiere el País? Los estilos tecnológicos y los proyectos nacionales, Buenos Aires: Colihue, 2017. |
[3] | D. E. Stokes, Pasteur’s Quadrant – Basic Science and Technological Innovation, Washington D.C.: Brookings Int. press, 1997. |
El Cohete a la Luna - 16 de febrero de 2019