¿Quiénes no quieren un pacto social?

Marisa Duarte


Los acuerdos explícitos son necesarios cuando el poder político no coincide con el poder económico, y el primero necesita construir el consenso necesario para desplegar un programa político.

Toda sociedad se estructura sobre un acuerdo social, explícito o implícito. Todo gobierno encarna uno puesto que no es más que la forma bajo la cual se ordenan las prioridades en la distribución del poder y su ejercicio

Los pactos implícitos en democracia son aquellos estructurados a partir de la confluencia del poder político y económico en el gobierno (lo podemos ver en el macrismo y, antes, en el menemismo).

Los acuerdos explícitos son necesarios cuando el poder político no coincide con el poder económico, y el primero necesita construir el consenso necesario para desplegar un programa político para el país. 

Así lo entendió el último Perón cunado las amenazas de violencia política, descalabro económico y presión militar hicieron necesario el Pacto Social. La ruptura del mismo –producida por múltiples factores internos y externos- llevó a una profundización de la represión que ahondó las desigualdades a través de la consolidación de los grandes grupos económicos y la caída del salario real. Esto es, que la dictadura encarnó los intereses de la parte más poderosa de nuestra sociedad a través de un pacto implícito defendido a sangre y fuego.

En los regímenes democráticos –aún los extremadamente formales- el sufragio define hacia qué tipo de acuerdo se encamina la sociedad. Los acuerdos son el resultado de una serie de procesos de representación de intereses. Desde la expresión corporativa (formal e informal), la deliberación en ámbitos parlamentarios, la injerencia sobre el funcionariado (el ámbito ejecutivo de la política) y la movilización social; todo ello para convalidar o rechazar el programa político en curso.

Estamos en medio de un proceso de alternancia democrática.

Los últimos cuatro años se caracterizaron por infinidad de medidas -económicas, financieras, tributarias- que favorecieron a pocos sectores (hidrocarburos, minería, agro, finanzas) escasamente generadoras de mano de obra. Los sectores que pagaron el costo de esa política con la quiebra, el desempleo, la precarización, el empobrecimiento, el endeudamiento para la supervivencia a tasas usurarias, el hambre, la persecución, la represión, el encarcelamiento jamás amenazaron al gobierno en curso. Tal vez, hay que decirlo, porque por mucho menos varios conocieron las cárceles y/o comisarías.

Aún no asumió el nuevo gobierno y ya hay quienes están a la vera de las rutas para rechazar preventivamente la reforma agraria o la persecución a la prensa. Haga el esfuerzo e imagínese si esa amenaza fuera realizada por cualquiera de los opositores al gobierno actual.

Quienes estamos en las antípodas del gobierno en curso hemos respetado la institucionalidad y procesado estoicamente las arbitrariedades intencionales de sus funcionarios, sus medios, sus jueces amigos.

¿Por qué lo hicimos? ¿Por ingenuos? ¿Por débiles? ¿Por cobardes? No. Conocemos perfectamente la direccionalidad del programa de gobierno implementado, sus benefactores y sus perjudicados, sus herramientas y mecanismos. Por mencionar sólo uno, la toma de deuda externa para fuga junto al desfinanciamiento del sistema previsional, sanitario y educativo público.

En realidad soportamos estoicamente o expresando en los estrechos márgenes que dejó este período de la democracia neoliberal (que cuando necesita avanzar y no consigue el consenso usa la fuerza) porque sabemos que en la convivencia razonable, en el reconocimiento de las imposibilidades al desarrollo inclusivo que conlleva un gobierno de derecha y en la aspiración a la resolución del conflicto en las urnas está la posibilidad de seguir siendo una nación.

Así lo muestran las organizaciones sociales que luchan contra el hambre presionando al gobierno –y poco a la riqueza, por razones que no se pueden tratar aquí-; las organizaciones sindicales que se distanciaron pero no iniciaron una guerra a la gestión y el empresariado industrial y comercial que masculló la bronca y expresó formalmente sus reclamos sin afectar la institucionalidad.

A quienes no quieren un pacto social y se oponen al próximo gobierno aún antes de que asuma, se los invita a:

* Respetar la voluntad popular que eligió a los dirigentes del Frente de Todos, como antes se respetó a la voluntad popular que eligió a Cambiemos aun sufriendo en carne propia sus políticas.

* Esperar a que se produzca el traspaso del mando.

* Conocer el programa del nuevo gobierno.

* Colaborar si el programa exige aportes progresistamente diferenciales, así como durante cuatro años los sectores populares aportamos a pesar de la regresividad de la distribución.

* En caso de no estar de acuerdo con las políticas –que aún desconoce- puede seguir un frondoso menú de opciones democráticas para expresar la disconformidad, para que pueda ingresar como demanda, procesarse en la caja negra de los intercambios y pueda brindarse la mejor solución posible.

La amenaza preventiva de oposición violenta refleja un gran desconocimiento de los peligros y las amenazas externas a las que está sujeta la región y de la extrema debilidad estructural en la que nos deja una deuda externa como la que tenemos.

No es que espere un gesto patriótico por parte de los dueños de la tierra y su renta en un momento delicado del estado de la nación, aunque no puedo dejar de reconocer que sería una excelente noticia por estos días. Conozco muchos favorecidos por las mieles de los últimos (más de cuatro) años que están dispuestos a poner el hombro para salir del momento crítico en el que están millones de argentinos, que tienen una idea de nación, pero no tienen el volumen suficiente para sobreponerse a sus congéneres poco pacíficos y cegados por el porcentaje de las retenciones.

La caída de todos los imperios y la desestructuración de todas las naciones modernas tuvo como condición preeminente la disconformidad de sectores domésticos contra sus Estados aviesamente aprovechados por fuerzas extraterritoriales e interesadas en sus recursos.

Cuidado con estar enceguecido en la defensa de un interés privado puntual porque puede llevar a pérdidas de valores, bienes, propiedades y condiciones muchísimo más valiosas y compartidas; la patria por ejemplo.

- Marisa Duarte, Presidenta del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).

 

Suplemento CASH de Página/12 - 8 de diciembre de 2019

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