Nada es para siempre

Artemio López


Es probable que el tipo de unidad histórica que planteó Cristina Kirchner para el lapso comprendido entre los años 2019-2023, comience a mutar y cambie en otra perspectiva tras esta etapa de oficialismo coaligado nominado Frente de Todos.

“Me parece que es difícil que
nos vayamos de algo que constituimos”
(Andrés Larroque)

En el año 2009, tras la derrota electoral de medio mandato, el tipo de unidad histórica – social y política- que plantearon Néstor Kirchner y Cristina Fernández estaba en crisis y mutando.

Sucede habitualmente: “No son todos lo que están, ni están todos los que son”. Los procesos políticos llevan a eso. Todo lo que se consolida en un momento histórico y se construye como unidad social y política con el tiempo cambia, muta, agrega, quita. Domina finalmente Marx y todo lo sólido se desvanece en el aire. 

Tras la crisis con el complejo agromediático, abierta por la fallida “resolución 125”, elaborada por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau que renunciara en abril del 2008, y tras aquella elección bonaerense del año 2009 con el triunfo del empresario colombiano Francisco de Narváez, voló por el aire definitivamente el tipo de unidad llamada “transversalidad” diseñada en el año 2007 para el Frente Para la Victoria.

Recordemos que el vicepresidente Cleto Cobos dejó de lado su posición de integrante del Poder Ejecutivo y pasó a la oposición con aires presidenciales; antes, en Julio del año 2008, también había renunciado el jefe de gabinete Alberto Ángel Fernández.

También dejó el gobierno en el mes de Julio de ese año 2008 don Sergio Tomás Massa, integrante incluso de la lista testimonial bonaerense en el año 2009 – a solo once meses de haber dejado la intendencia de Tigre para volver justo antes de que termine su licencia- y ya desde la intendencia comenzar a diseñar el Frente Renovador con el que ganaría holgadamente las elecciones de Provincia de Buenos Aires en el año 2013.

Pasó siempre en el peronismo: El tipo de unidad histórica que planteó Juan Perón a mediados del siglo pasado, no fue el mismo que el de los años setenta de gran soporte en la Juventud, responsable central de su retorno, y ese tipo de unidad setentista estalló en el año 1974 tras la muerte de José Rucci para mudar de centralidad al movimiento obrero organizado, protagonista principal del tipo de unidad histórica de mediados de los años setenta que incluso perduró durante el gobierno de Isabel Perón.

Aún con gran centralidad del movimiento obrero organizado, y sin grandes cambios desde mediados de los años setentas (tal vez su mayor debilidad), el tipo de unidad que se materializó con Ítalo Argentino Luder en el año 1983 llevó a la derrota y se sucedió la denominada “Renovación Peronista”, cuyo gran emergente fue Carlos Saúl Menem.

Acotada la centralidad del Movimiento Obrero en la primera etapa de gobierno en el lapso 1989-1995, ese tipo de unidad histórica con que Carlos Menen accedió al gobierno a su vez se transformó drásticamente a partir del año 1995 en su segundo mandato, que ya no replicó el tipo de unidad política y social del año 1989, incorporándose dirigencia y electores de la entonces UCD, formación liberal capitaneada por el inefable Álvaro Carlos Alsogaray.

El tipo de unidad histórica menemista mucho menos tuvo que ver con la que Néstor Carlos Kirchner construyó en el año 2003 y que, con muchos cambios en su devenir histórico, llega, aunque muy transformada, hasta nuestros días. 

Nos referimos al tipo de unidad histórica – dirigencial, social y también electoral- que acompaña un proceso político, le da sostén, anclaje. En esta perspectiva es muy probable que el tipo de unidad histórica que planteó Cristina Kirchner para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 comience a mutar y cambie en otra perspectiva tras esta etapa de oficialismo coaligado nominado Frente de Todos.

En el fondo, la discusión que persiste y está hoy agigantada en los medios opositores, es si el peronismo es algo más que el kirchnerismo. 

Habría, para algunos políticos y teóricos, propiedades históricas, de gestión y representación, que el peronismo tiene por sobre el kirchnerismo, y esa es una discusión teórica específica que debe darse, porque tiene consecuencias políticas muy importantes. 

Si se considera que el kirchnerismo es una etapa acotada del peronismo, que en definitiva es un despliegue histórico, político y de representación social mayor que lo supera, se toma una determinada política coyuntural y estratégica que comienza siempre por acotar, suspender, encapsular el liderazgo de Cristina.

Si se observa que el kirchnerismo expresa plenamente lo que inauguralmente expresaron Juan Perón y Eva Duarte, y es hasta hoy al menos, la modalidad histórica concreta que asume el peronismo inaugural, surge otra determinación, estratégica y coyuntural, que comienza siempre por reconocer el liderazgo de Cristina Kirchner sin limitaciones. 

Por otra parte, en lo estrictamente electoral, nunca pudo ser sustentable la idea de que hay un plus electoralmente potente del peronismo no kirchnerista por fuera del kirchnerismo que básicamente los opositores denominan «duro».

Por el contrario, en las últimas elecciones de medio mandato, por la crisis de ingresos se perdieron votos que acompañaron al oficialismo en las elecciones del año 2019, como bien señalan los intelectuales kirchneristas en su documento Unidad del campo popular: moderación o pueblo “la “Unidad” del Frente de Todos se rompió en noviembre de 2021 cuando más de cuatro millones de electores que lo acompañaron en el 2019, ya no lo hicieron en las elecciones de medio mandato. Reconstruirla es el objetivo.”, permanecieron mayoritariamente sosteniendo al oficialismo los votos kirchneristas “duros”.

Se mostró que la hipótesis de la potencia electoral del peronismo no kirchnerista es falsa y en rigor, cuando – ya en los años 2015 y 2017 – el «peronismo» despojado de kirchnerismo apareció en la escena electoral, fue un fiasco. 

Finalmente, asumir las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica, política y social que se construyó para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 sin perder la vocación de mayorías, es el gran desafío de la etapa actual para el peronismo kirchnerista, tarea compleja, sin duda, pero inevitable e históricamente recurrente. 

Respecto a la oposición la tarea parece más sencilla, puesto que aún en medio de fuertes disputas por liderazgos de cara al año 2023, tengan el estilo que tuvieran, todos y cada uno de los referentes históricos o nuevos aparecidos en la escena de la coalición Juntos, con mayores o menores pretensiones presidenciales todos comparten el mismo modelo de país: El que desplegara Mauricio Macri en el período comprendido entre los años 2015 y 2019 con las consecuencias conocida y ya muy conversadas.

Muy diferente situación a la del actual oficialismo donde sus diferentes liderazgos difieren en mucho más que estilos sino incluso en miradas sobre el modelo de país al que se aspira conseguir.

 

La Tecl@ Eñe / 30 de marzo de 2022.

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