Los resultados de las elecciones de 2024 están entre los más extraños de la historia británica, y el futuro podría ser más extraño aún

Lewis Baston

A primera vista, las elecciones han aportado lo que el sistema de mayoría simple pretende ofrecer, pero no suele conseguir: un claro traspaso de poder. Estas son las primeras elecciones desde la sorprendente victoria de Edward Heath en 1970 en las que la mayoría parlamentaria de un partido se ha visto substituida por la mayoría del otro partido; todas las transiciones desde entonces -en 1974, 1979, 1997 y 2010- han implicado parlamentos sin mayoría absoluta al inicio o final del gobierno. Pero aunque el poder ha cambiado de manos de forma decisiva, los votos emitidos revelan una nación dividida e insegura. Y esas cifras revelan que el resultado ha sido uno de los más singulares de la historia británica.

La rotación de escaños ha sido de una magnitud asombrosa. Ningún partido ha perdido nunca tantos escaños como los 251 sin los que los conservadores se han quedado en estas elecciones de 2024. Ningún tercer partido ha logrado 71 escaños, como los Lib Dems ahora, desde los Liberales en 1923. Las comparaciones más cercanas se remontan a las décadas de 1920 y 1930. En aquella época, la competencia entre múltiples partidos, en la que los laboristas desplazaron a los liberales como principal oposición a los “tories”, se combinó con la crisis económica para crear una serie inestable de resultados electorales.

Las elecciones posteriores a ese periodo, y hasta hace bien poco, se disputaban entre coaliciones razonablemente estables de votantes laboristas y conservadores, definidos sobre todo por la clase social. Las campañas se libraban en un estrecho espectro de circunscripciones y se basaban en apelar al pequeño número de electores que podían cambiar de opinión (entre los partidos o entre el voto y la abstención). Las últimas elecciones, a partir de 2015, han sido muy diferentes. En cada una de las últimas cuatro elecciones, uno o más partidos han levantado una endeble coalición de apoyo de un solo uso que posteriormente se ha venido abajo. La coalición “tory” de 2019 se derrumbó catastróficamente en todas direcciones, impulsada por la impaciencia ante el caos, el estancamiento económico y el declive de los servicios públicos.

La coalición electoral laborista bien podría sufrir un destino similar, a menos que el nuevo gobierno constituya un éxito demostrable. El enorme botín de escaños ganados se deriva de una redistribución asombrosamente eficaz del apoyo, más que de un aumento, a lo que ha contribuido la división del voto de derechas entre los conservadores y Reform UK. Estas son las primeras elecciones, con la discutible excepción de 2015, en las que la derecha se ha dividido de la misma forma que el centro-izquierda a lo largo de la historia política británica.

La cuota de voto de los laboristas, del 34%, es extremadamente baja. Es superior a la que el partido logró en la derrota de 2019 debido, en gran medida, a los prodigiosos resultados del partido laborista escocés. La tercera legislatura de los laboristas en 2005 y la salida de los conservadores de la coalición en 2015 fueron comparables, pero 2024 es claramente el nivel más bajo de apoyo popular activo con el que un partido ha iniciado un periodo en el poder.

La baja participación es otra advertencia: el 60% es la tercera peor de la historia electoral del Reino Unido, tras las caóticas elecciones de 1918 y las previsibles de 2001. Los principales partidos comparten la responsabilidad; los laboristas no lograron entusiasmar, y los conservadores estaban demasiado embarrados y agotados para que muchos de sus partidarios naturales les apoyaran en estas elecciones. Ha sido, con mucho, el peor resultado de los conservadores en porcentaje de votos o escaños. Los votantes se negaron a alinearse detrás de ninguno de los dos partidos principales. La competencia por el centro del campo ha provocado revueltas de la derecha contra los “tories” y de la izquierda contra los laboristas, y el centro tradicional se ha visto atraído por el brío de la campaña de los liberales demócratas y su énfasis en cuestiones como la contaminación del agua.

El campo de batalla electoral que revelan las elecciones de 2024 es mayor y más confuso incluso que en el pasado. Las comunidades musulmanas del centro de las ciudades, los distritos rurales, las ciudades ricas, las ciudades costeras y las urbanizaciones de nueva construcción de las Midlands forman parte ahora de distritos disputadas. Pero sólo en unas cuantas de estas circunscripciones hay competencia entre los dos partidos principales. Hay un caleidoscópico abanico de contiendas: laboristas contra independientes y verdes, conservadores contra reformistas, laboristas contra reformistas, conservadores contra liberales, laboristas contra el SNP, y no pocos enfrentamientos a tres o cuatro bandas en los que la victoria es posible con un bajo porcentaje de votos. La proporción de diputados que cuentan con el apoyo de más del 50% de los votantes se desploma.

La estrategia electoral en un entorno así se complica diabólicamente. Los “tories” no pueden "unir a la derecha", pues parte de la idea de Reform UK consiste en que es hostil al "establishment" que siempre han representado los “tories”, y debido a que los votantes de Surrey y Oxfordshire han demostrado que los liberales demócratas tienen un fuerte atractivo para una parte del voto “tory” tradicional.

Los laboristas tienen una fuerte mayoría parlamentaria, con toda la autoridad que ello les confiere, pero una base dolorosamente estrecha entre el electorado. No pueden permitirse el lujo de prescindir de ningún componente de la coalición que ha producido esa mayoría, pero "gobernar es elegir". Será imposible abordar los problemas de Gran Bretaña sin arriesgarse a que se derrumbe este desvencijado edificio electoral. Tal vez se pueda ser optimista y argumentar que las opciones elegidas, si tienen éxito, abrirán una vía a una mayoría electoral más duradera.

Pero quizás en Gran Bretaña los partidos, como en muchos otros países europeos, estén perdiendo su capacidad de unir a grupos dispares, pero compatibles, bajo una misma bandera. Los dos partidos juntos atrajeron el apoyo solamente del 35% del electorado, el 58% de una participación del 60%. A pesar del rápido y eficaz cambio de poder, los resultados indican una crisis en la relación entre gobierno y gobernados.

 

Fuente: Sin Permiso - Julio 2024

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