50 años del Rodrigazo: el día que se jodió la economía

Juan Manuel Telechea

Fue un hito que marcó el inicio de la inflación crónica en Argentina. Mirar para atrás para entender qué significa perder la estabilidad macroeconómica.

Como el tiro en el corazón de Favaloro…
Del éxtasis a la agonía,
Oscila nuestro historial
Podemos ser lo mejor
O también lo peor
Con la misma facilidad
La argentinidad al palo

Bersuit Vergarabat

El 4 de junio de 1975, Celestino Rodrigo anunció un paquete económico que cambió la trayectoria del país de manera irreversible. Lo que empezó como un intento de ajuste, terminó en caos, inflación descontrolada y el fin de un modelo económico. ¿Por qué, medio siglo después, seguimos hablando del Rodrigazo? Porque ese día, sin saberlo, se estaba escribiendo la crónica de un desastre anunciado que aún hoy define los límites y posibilidades de la economía argentina.

El contexto para el Rodrigazo

Tras el retorno del peronismo al poder en 1973, una de las principales medidas implementadas fue el denominado “Pacto Social”. Este acuerdo, firmado en junio de 1973 entre la Confederación General de los Trabajadores (CGT), la Confederación General Económica (la cámara empresarial) y el Gobierno, buscó frenar la inflación y, al mismo tiempo, mejorar la participación salarial. Como referencia, la inflación en ese entonces promediaba el 6% mensual. Para eso, dispuso un aumento del 20% de los salarios combinado con un congelamiento de los precios y la suspensión de las negociaciones paritarias por 2 años. Además, se estableció un estricto control de cambios para administrar las escasas reservas que tenía el Banco Central y poder mantener el tipo de cambio estable.

Con la ayuda de un contexto internacional favorable que impulsó los términos de intercambio y una cosecha muy buena, los resultados iniciales fueron notables. El Banco Central logró acumular reservas gracias a una balanza comercial superavitaria y la inflación se redujo prácticamente a cero, lo que le dio un gran impulso a la actividad y a los ingresos de la población.

Sin embargo, en pocos meses el panorama se modificó completamente. A fines de 1973 estalló la Crisis del Petróleo, generando una disparada de su precio y una recesión a nivel global. Esto tuvo un doble impacto en la economía argentina. Por un lado, aumentaron de manera significativa las importaciones de energía (pasaron del 3% al 15% del total importado), lo que redujo fuertemente el superávit comercial y la acumulación de reservas por parte del BCRA. Por otro lado, eso se tradujo en un aumento importante de los costos, que en un principio fueron absorbidos por las empresas, dado el congelamiento de precios. Asimismo, el déficit fiscal –financiado en su gran mayoría directamente a través de la emisión monetaria- creció de manera considerable, impulsado por el aumento del gasto público.

Resultado de la balanza comercial (en millones USD) y términos de intercambio

Fuente: Consultora Ferreres.

Tras la presión por parte de las empresas, el gobierno autorizó aumentos de precios, que llevaron a que para principios de 1974 la inflación resurgiera, ubicándose en torno al 2,5% mensual. Esto impactó en el poder adquisitivo de los trabajadores, ya que el congelamiento salarial seguía vigente. La conflictividad laboral, contenida formalmente por la falta de paritarias, empezó a asomar desde las bases sindicales.

A esto se le sumó la creciente violencia política de la época, que se desbordó completamente tras la muerte de Perón, en julio de 1974. El movimiento guerrillero Ejército del Pueblo (ERP) intensificó sus acciones y Montoneros retomó la clandestinidad. Simultáneamente, la Triple A (un escuadrón parapolicial creado por José López Rega, ministro de Bienestar Social de Isabel de Perón), perseguía y asesinaba militantes de izquierda, alimentando el caos. En síntesis, para 1975 el país entraba en una espiral de ingobernabilidad: inflación en alza, protestas obreras, enfrentamientos entre facciones peronistas, actos terroristas y represión estatal.

Un espiral cada vez más crítico

El gobierno de Isabel Perón enfrentó una situación cada vez más crítica. En marzo de 1975, el entonces ministro de Economía, Alfredo Gómez Morales, intentó una devaluación parcial y negoció con el FMI, pero no logró frenar el deterioro. Renunció a fines de mayo, y fue reemplazado por Celestino Rodrigo el 2 de junio, un técnico sin trayectoria política, cercano a José López Rega.

Dos días después de asumir, Rodrigo anunció por cadena nacional un paquete de medidas de shock que sería conocido como “el Rodrigazo”. El eje fue una drástica devaluación del 100% del tipo de cambio, combinado con fuertes aumentos en las tarifas de los servicios públicos (el combustible aumentó 180%, la electricidad 75%, el transporte, 70%, entre otros) y la liberalización del resto de los precios. Por el contrario, impuso un tope de aumento a los salarios del 45%.

El efecto fue inmediato y devastador. La inflación mensual, que era del 3,9% en mayo, saltó al 21,1% en junio y alcanzó el 34,7% en julio. En los meses siguientes se mantuvo en niveles sumamente elevados, lo que llevó a que la inflación para fin de año fuera del 335% anual. Esto provocó una caída del salario real en torno al 30%.

La reacción sindical no se hizo esperar. Apenas anunciadas las medidas, la CGT convocó a una huelga general el 27 de junio, la primera contra un gobierno peronista. Luego vendría otra huelga de 48 horas el 7 y 8 de julio. El gobierno perdió el control: el ministro de Trabajo renunció, se desautorizaron los techos salariales y Rodrigo tuvo que dejar el cargo el 21 de julio, apenas 49 días después de asumir.

El caos económico se combinó con una creciente ingobernabilidad. Entre julio de 1975 y marzo de 1976, Isabel Perón enfrentó paros constantes, rebeliones provinciales, presión militar y un clima de vacío de poder, que finalmente culminarían en el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 por parte de las Fuerzas Armadas.

Un impacto que llega hasta nuestros días

El Rodrigazo marcó un hito en la historia de la economía argentina. No solo le puso un fin abrupto al modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), sino que marcó el inicio de la inflación crónica en Argentina. Como referencia, entre 1960 y 1974 la inflación promedio fue del 28% anual y la economía creció a un ritmo del 4,5% por año, mientras que entre 1975 y 1990 la inflación promedio fue del 595% anual y la tasa de crecimiento fue nula.

Medio siglo después, las lecciones del Rodrigazo siguen plenamente vigentes. Fue la demostración más clara de que los desequilibrios económicos no pueden resolverse abruptamente ni sin consenso político y social. Pero también evidenció que, cuando se pierde la estabilidad macroeconómica, las consecuencias se extienden en el tiempo, condicionando generaciones.

Argentina aún paga el costo de haber subestimado esas lecciones. A cincuenta años del Rodrigazo, mirar hacia atrás es indispensable para entender nuestra historia económica reciente y, sobre todo, para no repetir los mismos errores que nos llevaron al borde del precipicio.

 

Fuente: Cenital - Junio 2025

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