El discurso de la marcha que no fue.
De los estudiantes que han sido expulsados de colegios y universidades por organizarse. De los estudiantes de instituciones técnicas dejados a su suerte ante el mercado. Esta es la marcha de los chilenos que sabemos que educar no es “invertir en capital humano” sino formar ciudadanos.
Hace unas semanas se nos dijo “no hay lucro en las universidades y si es que lo hubiese el ministerio no tiene nada que hacer”. ¿Qué pasó? Estalló el caso de la Universidad del Mar y de repente descubrimos que el Ministerio tenía todas las atribuciones para hacer auditorias y fiscalizar. Después dijimos “entonces sigamos, fiscalicemos a las otras universidades” y se nos dijo, “no, es que no existen acusaciones”. Luego sale este documento, de parte de una Comisión Investigadora del Parlamento, en el cual se explicitan las instituciones que están lucrando y cómo lo hacen. ¿Cuál es la respuesta del ministro? Niega el informe. Al igual que el Parlamento. Al igual que el Presidente. Ante los siguientes cuestionamientos, le echa la culpa a la Constitución, cosa de alejar lo más posible de sus competencias la responsabilidad de acabar con toda esta estafa.
Hoy, más encima, osa acusarnos de no tener voluntad de diálogo ¡cuando es él quien no se ha pronunciado ni manifestado disposición de diálogo ante el pliego de propuestas que estudiantes secundarios y universitarios entregamos al Gobierno y el Parlamento!
Pero no hay tartamudeo ni vuelta de carnero del Ministro que pueda borrar lo que él mismo afirmó públicamente el año pasado, cuando reconoció que no hay institución educativa que lucre que pueda entregar una buena educación. A menos que ahora se contradiga, sus palabras de entonces y su silencio de ahora demuestran una sola cosa: negligencia. Y aún más, indolencia ante la frustración de miles de jóvenes a los que se les prometió un futuro mejor mientras se les arrancaba todo el producto de su esfuerzo de sus bolsillos y los de sus familias. Que los empresarios utilicen todo tipo de artimañas para aumentar sus ganancias no es novedad. Pero sí lo es que la autoridad pública encargada de evitar que ello ocurra, en la que descansa la responsabilidad de orientar el desarrollo de la educación a la satisfacción del bien común, no haga nada al respecto y con soberbia se cruce de brazos.
Es su negligencia, señor Ministro, lo que nos tiene en la calle. Es su soberbia, lo que está terminando de botar a pedazos las ya deslegitimadas y antidemocráticas instituciones. Es su indolencia, su disimulada sordera, lo que nos obliga a gritar más fuerte. La violencia está en sus acciones, no en las nuestras. Son ustedes los que generan rabia e indignación, los responsables de la creciente convulsión social, de la decadencia de nuestra democracia.
Contra viento y marea, vamos adquiriendo más fuerza en cada paso que damos. Hoy con los estudiantes secundarios somos un solo puño para derribar la educación de mercado. El acuerdo programático que se le entregó al gobierno en la pasada marcha del 28 de Junio no sólo es reflejo de la coordinación a la hora de convocar manifestaciones, sino una demostración de la claridad política que tenemos como movimiento.
De ese modo, hemos podido frenar los avances que el Gobierno quería pasar mientras nosotros nos reorganizábamos. El proyecto de Superintendencia que legitima el lucro o la rebaja a la tasa de interés del CAE no son solución para nadie. La única respuesta a los problemas que vive la educación en Chile hoy es un sistema público, gratuito y de calidad.
La historia se escribe de momentos de estabilidad y calma, donde todo pensamiento y verdad parece estático, y momentos de crisis y refundación, donde los marcos de las posibilidades se expanden y las definiciones que ahí se tomen, marcan el rumbo de la sociedad por los años venideros. El remezón de nuestra movilización durante estos dos años recién comienza a decantar.
No vamos a descansar hasta acabar con el legado de la dictadura. El miedo a partir del cual se forjó y consolidó la transición, es el mismo miedo con que hoy el poder busca silenciarnos y mantener las cosas tal cual están. Nuestro movimiento pretende enfrentar los cimientos de la herencia pinochetista: por eso nos enfrentamos al lucro y a un estado que niega nuestros derechos, tan reales como el miedo que también, paso a paso, comenzamos a enfrentar. De nosotros depende.
El ciudadano - 8 de agosto de 2012