Capitalismo y conocimiento
Carlo Vercellone es uno de los principales referentes teóricos del capitalismo cognitivo y desarrolla sus actividades como economista en el laboratorio CNRS del Centro de Economía de la Sorbona (CES), Eje Instituciones. Capitalismo cognitivo, además de referir a un programa de investigación, es una categoría teórica y política que busca dar cuenta de las transformaciones recientes del capitalismo a la luz de los cambios sociales y tecnológicos que, desde los años setenta, han reconfigurado el funcionamiento del capitalismo industrial y que se encuentran en la base de la presente crisis del capital global.
En esta charla procuramos acercarnos en términos históricos y teóricos a las tesis del capitalismo cognitivo, las cuales tienen una genealogía que se remonta al marxismo autonomista italiano u operaísmo de los setenta, y que dialogan tanto con la teoría francesa de la regulación, desde los ochenta, como con el postobrerismo de los noventa. Estos autores trabajan sobre una etapa nueva del capitalismo que ha sido teorizada por numerosas corrientes y enfoques mas o menos críticos, desde el marxismo hasta la economía del conocimiento, la economía de la innovación, la teoría del crecimiento económico y las teorías de la sociedad postindustrial, cada una de ellas caracterizada por cierto énfasis en diferentes ejes y con derivaciones a veces contradictorias.
En el caso del capitalismo cognitivo, sus tópicos centrales los constituyen la naturaleza y el rol actual del conocimiento en la valorización del capital, los efectos tecnológicos y sociales de la difusión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y las derivaciones de las políticas sobre el desarrollo en materia de educación y propiedad intelectual en la crisis del welfare state, largamente teorizadas por economistas como Yann Moulier Boutang, Bernard Paulré, Christan Marazzi, Antonella Corsani, Enzo Rullani y el propio Vercellone.
En el caso de Vercellone, los temas sobre los que se apoya su trabajo se mueven alrededor de tres ejes, a saber: la llamada “crisis de la ley del valor”, la importancia del General Intellect y, finalmente, la cuestión del “devenir renta de la ganancia”. En este diálogo, realizado en ocasión de su primera visita a Argentina invitado por la Universidad Nacional de General Sarmiento, abordamos algunas de estas cuestiones y otras sobre las que reflexiona en su primer libro en español: Capitalismo cognitivo. Renta, saber y valor en la época posfordista, próximo a publicarse en Argentina.
Pablo Míguez: ¿Puedes explicarnos por qué el capitalismo cognitivo es una mirada crítica y no celebratoria de las nuevas tecnologías y del conocimiento como medio de valorización del capital?
Carlo Vercellone: Justamente, porque la tesis del capitalismo cognitivo se desarrolla en un contexto donde –particularmente en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), pero también en otros–, con los enfoques de la revolución informacional, se despliega una mirada apologética de las transformaciones del capitalismo que hacían prever una evolución donde las nuevas tecnologías liberarían el trabajo de la explotación y la alienación. A diferencia de esto, la hipótesis del capitalismo cognitivo parte de un enfoque crítico y, en este sentido, opera una inversión tanto de las tesis apologéticas de la economía basada en el conocimiento como de las tesis de la revolución informacional. Podemos ver cada uno de estos aspectos.
En primer lugar, respecto de los enfoques de la economía basada en el conocimiento, la hipótesis del capitalismo cognitivo reitera con fuerza la naturaleza capitalista del actual proceso de transformación, lo cual significa oponer al concepto mismo de economía basada en el conocimiento el concepto de capitalismo cognitivo, que subsume a aquel y lo enmarca en toda una serie de formas institucionales. Este proceso de subsunción lo podemos ver a través de varios dispositivos como los derechos de propiedad intelectual y los nuevos mecanismos de control sobre el trabajo que, en vez de favorecer el desarrollo de una economía basada en el conocimiento, la bloquean con el objetivo de poder capturar el valor y el saber producidos por el conocimiento para transformarlos en un capital, en una mercancía ficticia.
P. M.: Esas nuevas desigualdades que genera la captura de esta creatividad ¿son resultado de lo que tú llamas “división cognitiva del trabajo”?
C. V.: La división cognitiva del trabajo no es necesariamente un proceso de explotación en el sentido tradicional del término. Indica más que nada cómo, frente a una cooperación del trabajo cada vez más autónoma, donde se trata de actuar cada vez más, no sobre la materia inanimada, sino sobre el manejo de la información y del conocimiento, sobre las producciones del hombre para el hombre, el modo de organizar el proceso de producción se transforma radicalmente. Así, en una organización cognitiva del trabajo, no hay tanta prescripción de tiempos y métodos como en el taylorismo, sino que tenemos la colaboración de más sujetos donde cada uno lleva una parte del conocimiento para la realización de un proyecto, de una idea, de una intervención del hombre sobre el hombre. Un ejemplo que se podría pensar es la diferencia entre el trabajo en la cadena de montaje y el trabajo en un hospital donde, sobre una patología, más conocimientos de combinan en forma complementarias, como por ejemplo el conocimiento del enfermero, del médico, del psicólogo. Es decir: hay un proceso de complementariedad entre bloques de saber que se integran para obtener un resultado. Lo mismo vale cuando el objeto no es el hombre, sino producir “bienes invención”, es decir, prototipos (como un software, una producción cultural) donde diferentes sujetos confluyen en una organización por proyecto juntando estos saberes para lograr un resultado.
P. M.: Una mirada rápida nos podría llevar a pensar que esto vale solo para la producción de tecnología de punta, software, biotecnología, etcétera, pero la noción de capitalismo cognitivo se refiere no solamente a tecnología de punta...
C. V.: Efectivamente, no se refiere solamente a las tecnologías de punta ni solamente a las producciones del hombre para el hombre. Diría que, incluso en la economía industrial más clásica, asistimos a un reforzamiento de la dimensión cognitiva del trabajo que invierte la organización taylorista y ha determinado formas de organización del trabajo donde la dimensión cognitiva se expresaba en la misma producción material. Consideremos, en particular, el célebre ejemplo de la fábrica de Volvo en la planta de Uddevalla, donde la cadena de montaje había sido completamente abolida, los trabajadores podían organizar sus tiempos de producción y conocían el entero ciclo de producción. Allí fue abolida cualquier forma auténtica de jerarquía tradicional, ya que había una autogestión de la organización de la producción. Y si bien la concepción del producto era heterodeterminada, aun así pudimos asistir a la contradicción entre la lógica del capitalismo cognitivo y la de una economía fundada en el conocimiento, ya que la fábrica –aun siendo la más eficaz de todas las de Volvo– fue cerrada porque estas formas de organización cognitiva del trabajo ponen un problema mayor para el capital: en la medida en que hay un reconocimiento de esta autonomía del trabajo, esto puede llegar hasta a reivindicar el control mismo de la producción y las finalidades sociales de la producción. En cierta medida, se observa un elemento clave de la historia del capitalismo donde la lógica de la eficacia económica se diferencia de la lógica de la rentabilidad económica puesto que esta última, que a menudo implica la lógica del control del trabajo, puede llegar al punto de desplazar las opciones más eficientes. Para usar una metáfora a gusto de los economistas, así como la moneda mala desaloja a la moneda buena, del mismo modo el modelo productivo menos eficaz desde el punto de vista de la organización de la producción pero más eficaz para el control del trabajo, puede desalojar al buen modelo productivo.
P. M.: ¿Quiere decir que no estaríamos entonces ante una superación del sistema industrial, porque éste sigue vigente con todas sus contradicciones, sino ante una nueva lógica que se superpone a la del propio desarrollo industrial?
C. V.: La historia procede siempre no en forma lineal, con saltos y rupturas radicales, sino por un proceso de hibridación, de combinación. Así como el capitalismo industrial no eliminó las antiguas formas de organización del trabajo típicas del capitalismo mercantilista –baste pensar que el putting out sistem, el trabajo a domicilio descentralizado entre artesanos, representaba en Inglaterra, en 1850, el mismo porcentaje de obreros que los obreros de fábrica–, del mismo modo, en el capitalismo cognitivo, la lógica cada vez mas importante de la producción de conocimiento, esta lógica que da a la creación de la primera unidad un rol central en la creación del valor, no elimina la lógica del capitalismo industrial, sino que la subsume y la integra en una nueva lógica de la valorización del capital.
P. M.: Se muestra la emergencia de China como nuevo agente de la economía global donde, según ciertos enfoques críticos, habría un retorno a las viejas formas tradicionales de producción industrial que desacreditaría la supuesta hegemonía de la producción intensiva en conocimiento. ¿Cómo lo explicas desde la perspectiva del capitalismo cognitivo?
C. V.: La paradoja de China es que ha sido a menudo usada por los críticos del capitalismo cognitivo para afirmar que el modelo industrial continuaba vigente y que nuestras hipótesis eran validas para países de capitalismo muy avanzado o de vieja industrialización, pero no representativas de la nueva organización del capitalismo a escala mundial. Sin embargo, analizando bien el modelo chino, se puede constatar que ello confirma la hipótesis del capitalismo cognitivo ya que sin duda China ha basado una parte de su desarrollo más reciente sobre un proceso de rattrapage, es decir, recupero industrial. Pero si este proceso de recuperación en el plano industrial es tan eficaz es porque lo combina con una política heterodoxa respecto a las pautas liberales que le permite recuperar, paso a paso, la cadena de producción del valor, alcanzando el punto más alto de producción de conocimiento. Esto queda demostrado por el desarrollo extraordinario de las formas clásicas de intelectualidad ligadas a la producción –como, por ejemplo, la producción de ingenieros, que cada año que es muy superior a la que pueden ofrecer numerosos países occidentales–, y también por el hecho de que, poco a poco, la misma I+D está tomando forma en modos cada vez más autónomos en la misma China, sin considerar que las inversiones de ese en el exterior están volviéndose una forma para capturar toda una serie de conocimientos tecnológicos.
P. M.: Y respecto de América Latina, ¿en qué términos crees que debería ser pensada una política de desarrollo para países que muchas veces basan la producción en la renta agrícola?
C. V.: Yo creo que es extremadamente importante tener en cuenta una serie de lecciones derivadas del capitalismo cognitivo, aclarando como premisa que, para un país periférico, es esencial poder eludir en el corto plazo las restricciones externas y encontrar recursos que permitan la afluencia de divisas. Pero una política de desarrollo basada en los sectores de menor valor agregado de la industria es una política de corto plazo que no puede ser sustentable en el largo plazo. Lo que nos enseña el capitalismo cognitivo es la inversión del hombre para el hombre (hombre que representa, en la división cognitiva del trabajo a nivel internacional, el principal capital fijo, es decir, el que dicta, por las características intrínsecas de la fuerza de trabajo, las normas de la producción a nivel internacional). En este sentido, el capitalismo cognitivo señala la necesidad de desarrollar las instituciones y los servicios colectivos que permitan, al mismo tiempo, satisfacer las necesidades esenciales y que corresponden a una inversión en estas capacidades humanas que serán la condición esencial para un desarrollo a largo plazo. Es por eso que educación, salud, formación, el trabajo de cuidado y otras formas de garantías del estado de bienestar, no deben ser consideradas como gastos sino como verdaderas inversiones en saber vivo del trabajo que, al mismo tiempo, permiten poner las bases para un modelo de desarrollo alternativo, ecológica y socialmente sustentable, basado en la hegemonía de lo no mercantil.
P. M.: Teniendo en cuenta el desenvolvimiento de la crisis global, ¿por qué la hipótesis del “devenir renta de la ganancia” no se refiere solamente a la cuestión financiera? Lo pregunto porque es la manera habitual de hacer una entrada al análisis de estas crisis, que suelen estallar por el lado financiero.
C. V.: Porque la finanza es a menudo la forma más alta de la renta en el capitalismo contemporáneo y es la forma que a veces integra todas las demás. Por ejemplo, sabemos que existe una relación estrecha entre las estrategias que han llevado a un reforzamiento de los derechos de propiedad intelectual y las estrategias que han llevado al desarrollo de la financiarización. Basta con pensar cómo, en el caso del NASDAQ, en lo que se llamó la burbuja especulativa de Internet, dos innovaciones principales habían entrado en escena: la primera consistió en el reforzamiento de los derechos de propiedad intelectual para transformar el conocimiento en un activo cuantificable al nivel de las evaluaciones que se efectúan en la bolsa de valores. La segunda, fue la que permitió introducir, con reglas cada vez más flexibles, toda una serie de empresas en el NASDAQ, independientemente del hecho de que estas empresas no presentaban, en el largo plazo, perspectivas auténticas de ganancias. Entonces, el capitalismo contemporáneo se presenta como un capitalismo de renta, de un modo mucho más general, que concierne la misma organización del trabajo. Si volvemos a Marx, vemos que usaba dos criterios esenciales para distinguir la renta de la ganancia. El primero de ellos es que el capital llevaba a cabo una función esencial en la organización y en la dirección de la producción, rol que correspondía a una polarización de saberes y al modo en el que el capital monopolizaba, en cierta medida, los conocimientos (algo que se cumplió en el modelo fordista y en la organización managerial de la gran empresa chandleriana o galbraithiana, donde una tecnoestructura jugaba un rol clave tanto en la organización del trabajo como en la programación de la innovación). El segundo elemento que diferencia la renta de la ganancia es que jugaba un rol activo en el desarrollo de las fuerzas productivas como instrumento de lucha contra la escasez. Hoy en día, más allá de las diferentes formas del capital financiero, más allá de las diferentes formas en las que se concretiza la renta, a lo que asistimos es a una lógica cada vez más parasitaria del capital que abarca tanto las formas de la organización de la producción, así como el hecho de que el capitalismo, para capturar el conocimiento, para hacer sobrevivir la lógica del valor de cambio a la profunda crisis de su racionalidad, trata de inducir una lógica de escasez artificial de recursos, aun cuando estos recursos son abundantemente disponibles.
P. M.: En este sentido, vos defendés la recuperación de las instituciones de lo común, la producción del hombre para el hombre, una renta social garantizada. ¿En qué sentido estas propuestas están en línea con las nuevas formas de apropiación del valor?
C. V.: En la medida en que, como hemos visto, existe una contradicción sustancial entre la lógica del capitalismo cognitivo y las condiciones institucionales que permitirían un desarrollo eficaz de una economía basada en el conocimiento, se trata de pensar de qué manera esta economía basada en el conocimiento (en fin, el General Intellect) y su potencial de desarrollo pueden ser emancipados de las instituciones del capitalismo cognitivo. Y es en esta perspectiva que la reapropiación de las instituciones del estado de bienestar, el hecho de ponerlas en el centro de un modelo de desarrollo, el hecho de afirmar que, si bien estas instituciones se basan en un trabajo improductivo de plusvalía, son productivas de riqueza y el medio principal para satisfacer las necesidades de los hombres hoy en día y, al mismo tiempo, garantizar una calidad de la fuerza de trabajo que permita una inserción de alto nivel en la división internacional. Por otra parte, una renta básica, es decir, un ingreso social garantizado, independiente del empleo, como forma de emancipar la fuerza de trabajo del vínculo de la relación salarial, puede constituir un elemento clave en esta transición del capitalismo cognitivo a una economía basada en el conocimiento emancipada del capital. Claramente, estamos en un plano de análisis normativo que luego, en el plano político, en el plano de la dinámica concreta, se debe articular en los procesos de constitución de las luchas, en los procesos de poder constituyente, lo cual es extremadamente más complejo que la representación sobre un papel de lo que puede ser la oposición entre el capitalismo cognitivo y una economía basada en el conocimiento, emancipada de las instituciones del capitalismo. Esto no quita que, de cualquier manera, más allá de su carácter normativo y utópico, estos elementos permitan guiar también políticas de transición desde una configuración hacia la otra.
Revista Herramienta Nº 50 - Julio de 2012