EE.UU., lejos de la independencia energética
La cantidad que ahora reporta la EIA (la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos, dependiente del Departamento de Energía del gobierno federal) es insignificante si se tiene en cuenta que “sólo podría cubrir las necesidades energéticas en EE.UU. correspondientes a 33 días”. Hablando con benevolencia: toda esta historia fue una fantasía estadística, producto, bien sea de la desesperación de Washington por lograr su tan ansiada independencia energética combinada con la fenomenal ineptitud de quienes elaboraron las estimaciones iniciales y, ¿por qué no?, los corruptos intereses de algunos grandes consorcios de la industria –coludido con la consultora de marras– deseosos de facilitar la realización de operaciones especulativas en el mercado petrolero mundial. La independencia energética de Estados Unidos, que muchos creyeron estaba a la vuelta de la esquina, obró como un freno sobre el precio del petróleo, hizo posible adquisiciones baratas de activos petroleros en el exterior, devaluados ante las perspectivas abiertas por el citado informe, y se prestó a toda clase de especulaciones. Pero ahora la fiesta se terminó. Tal como lo declara J. David Hughes, un geólogo vocero del Post Carbon Institute, el shale de Monterrey “fue siempre una mítica veta madre cuya importancia fue inflada por la industria petrolera; nunca existió”.
La íntima relación que el capitalismo actual ha establecido entre petróleo, política y guerra permite extraer cuatro conclusiones preliminares.
Primero, que la dependencia energética de Estados Unidos seguirá siendo muy elevada, y tal vez creciente en función de la evolución de la demanda doméstica, y que esto reforzará las tendencias belicistas del imperio para tratar de asegurarse la obtención del petróleo que necesita por cualquier medio, a cualquier precio y en cualquier lugar. No olvidar que desde comienzos del siglo veinte las intervenciones militares de los Estados Unidos en terceros países tuvieron como causas fundamentales el petróleo y las presuntas amenazas a la “seguridad nacional” planteada por gobiernos que no estaban dispuestos a sacrificar la autodeterminación nacional.
Segundo, que los planes para destruir la OPEP –un objetivo largamente acariciado por Washington desde 1973– a partir del autoabastecimiento petrolero tendrán que ser archivados por mucho tiempo, tal vez definitivamente, lo que constituye un durísimo revés para la política exterior de Estados Unidos. La destrucción de la OPEP no era sólo un proyecto económico, sino también político, dirigido a disciplinar a los díscolos productores de petróleo y muy especialmente a Venezuela, cuyo protagonismo en el relanzamiento de la OPEP fue decisivo a comienzos de este siglo.
Tercero, que dado lo anterior, la Casa Blanca redoblará su ofensiva sediciosa y destituyente sobre la Venezuela bolivariana, potenciando su apoyo logístico, financiero, organizativo y mediático a sus peones en el terreno, los cuales son presentados por la prensa del imperio como una “oposición pacífica” cuando en realidad son mercenarios cuya misión es sembrar el caos, quebrantar el orden constitucional y provocar la caída del gobierno bolivariano. Dato significativo: de los varios cientos de vándalos arrestados por las autoridades, los estudiantes apenas constituyen el 20 por ciento y una proporción igual está formada por extranjeros, algunos de los cuales ni hablan castellano. A la luz de las novedades publicadas por Los Angeles Times es previsible un aumento de la presión desestabilizadora orquestada por Washington.
Cuarto, que las altisonantes declaraciones de Obama y Kerry en el sentido que suministrarían petróleo y gas a Ucrania para facilitar que ese país sea fagocitado por la OTAN y la Unión Europea han quedado reducidas a meras bravuconadas sin ningún efecto práctico. Desgraciadamente para Washington, el petróleo y el gas se encuentran cada vez con más frecuencia en países que no están dispuestos a ponerse de rodillas ante los mandatos de la Casa Blanca. Por lo tanto, sus palancas económicas para operar en Ucrania son frágiles y lejanas, mientras que el petróleo y el gas siguen siendo cercanos y abundantes en Rusia.
Página/12 - 29 de mayo de 2014