La reforma migratoria de Obama

Néstor García Iturbe
Uno de los temas principales en la campaña presidencial del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue la Reforma Migratoria, que establecería para detener las deportaciones y que los inmigrantes que se encuentran en Estados Unidos pudieran legalizar su situación, en especial los jóvenes. Todo eso, como estrategia política para ganar una elección, resultó efectivo. Los votantes latinos, cuyos amigos y familiares tenían esperanza de algún día poder ser residentes o ciudadanos estadounidenses, no lo pensaron dos veces y en su mayoría votaron por Obama. Una vez más confiaron en la promesa que les hacía el político.

¿Cuál ha sido la realidad? Bien distinta, por cierto.

La administración Obama ha deportado más de dos millones de inmigrantes ilegales, superando el total de deportaciones alcanzado por cualquiera de las administraciones anteriores. Me refiero a las de Bush hijo, Clinton, Bush padre y otras que le precedieron.

En el mes de junio de este año, el gobierno del Premio Nobel de la Paz solicitó al Congreso 2,000 millones de dólares para llevar a cabo el arresto y la deportación de cerca de 60,000 niños centroamericanos que han entrado ilegalmente en Estados Unidos. Cerca de 40,000 de estos niños proceden de Guatemala, Honduras y México.

Además del encarcelamiento y deportación de estos niños, la administración Obama ha planteado acelerar la detención y deportación de trabajadores indocumentados, principalmente los procedentes de Centro América.

Como una consecuencia directa de esta política, se plantea la necesidad de incrementar la policía de inmigración, los centros de detención y los jueces encargados de analizar cada caso y determinar la deportación de los implicados.

Muchas de las propias organizaciones estadounidenses, que se dedican a la vigilancia de las violaciones que se cometen de los derechos humanos, principalmente la Sociedad Americana de Libertades civiles, han planteado que en estos centros de detención, no se les da el tratamiento adecuado a los niños, pues estos reciben una pobre alimentación y viven en pésimas condiciones sanitarias.

Los inmigrantes detenidos por las patrullas fronterizas reciben un tratamiento humillante, con frecuencia los colocan en celdas donde tienen que dormir en el suelo y soportar un frio extremo. La alimentación que reciben es poca y mala, por lo regular no se les suministran productos para el aseo. Los detenidos que padecen alguna enfermedad crónica se les niega todo tipo de tratamiento médico. En los centros de detención algunos detenidos han recibido golpizas y sufrido asaltos sexuales

Para el reforzamiento de la vigilancia en la frontera, se han planteado inversiones importantes en equipos técnicos y otros medios, que permitan detectar a los inmigrantes en los momentos en que están penetrando en territorio estadounidense.

Esto incluye, entre otros, la construcción en la línea fronteriza de altas murallas de concreto, la utilización de equipos que detectan el calor del cuerpo humano y la vigilancia fronteriza utilizando “drones”.

En relación con esta situación, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante un reciente viaje a Centroamérica, haciendo gala de un extremo cinismo, planteó que el problema del incremento de la inmigración ilegal lo causaba la pobreza, la inseguridad y la falta de observación de las leyes existentes en El Salvador, Guatemala y Honduras.

Lo que no dijo el vicepresidente Biden es que las desastrosas condiciones económicas y sociales en que viven muchos pueblos de América Latina son consecuencia del dominio imperial que Estados Unidos ha ejercido y ejerce sobre los mismos.

ALAI, América Latina en Movimiento - 1 de julio de 2014

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