El sueño de la paz eterna
Esto causó una reacción plena de angustia y tristeza en la Alemania pacifista, aquella que quiere aprender de su pasado de guerras y busca la paz eterna. Justo una mujer, Ursula von der Leyen. El gobierno eligió precisamente a una mujer como ministra de Defensa (o de Guerra, como se decía antes) porque, en sí, la mujer es decididamente pacifista, porque trae vida. Y más, la ministra Von der Leyen es madre de siete hijos, nada menos. Qué mejor modelo para buscar la paz, que es la vida. Sin embargo, conmocionó a la opinión pública aconsejando nada menos que hacer agresivos a los aviones de observación. La polémica ha comenzado. Cuando el diario Süddeutsche Zeitung le preguntó: “¿Por qué armar a los drones?”, ella respondió: “Porque en los últimos meses hemos tenido la experiencia de que la seguridad es sólo una especie de fotografía instantánea, porque desde los conflictos en Africa y las crisis en Medio Oriente hasta los problemas en Irak y Ucrania nos han llevado al convencimiento de que un mundo en plena paz no es nada natural, sino que hay que crearlo. Es muy difícil calcular cómo los conflictos se van a desarrollar en el futuro en el mundo. Y para eso deberemos tener preparada la defensa de nuestros soldados y soldadas (?) con armas útiles”.
Es decir, para combatir a las armas, más armas. Como único remedio. Pero ¿qué tiene el ser humano en su cerebro? Si hasta una mujer, madre de siete hijos, cree en las armas como único remedio. ¿Qué podemos esperar para el futuro?
Se acaba de publicar el apoyo que las dos iglesias cristianas, la católica y la evangélica, dieron en 1914 a los ejércitos de cada país en guerra y la bendición de sus muertos, en vez de esos sacerdotes concurrir a los frentes y mostrar la cruz entre ambos contendientes. Todos cristianos.
Más armas, ya. Y peor todavía. El periodismo alemán de estos días se ha ocupado del gran negocio de la venta de modernísimas pistolas germanas al gobierno de Colombia. A pesar de que Alemania prohibió esa venta a países con conflictos internos, como Colombia. El negociado se hizo así: la firma alemana Sig Sauer, de fabricación de armas, exportó a Estados Unidos 98.000 pistolas ultra modernas marca SP2200 por 70 millones de dólares. Y Estados Unidos se las entregó a la policía colombiana para combatir a la guerrilla.
Ahora ha quedado todo en descubierto. El fabricante de armas se defiende diciendo que él la exportó a Estados Unidos. Pero la verdad es que la firma estadounidense importadora tiene relaciones de dependencia con esa fábrica alemana. Un ardid por demás sucio. Se cree que durante años se han realizado esos negocios para armar ejércitos y policías de gobiernos o dictaduras amigas. Las investigaciones han comprobado que las armas se fabrican en Eckenförde, de allí son exportadas a Exeter, Estados Unidos, y de ese lugar enviadas a Latinoamérica. Los estudios han demostrado que con esas armas ya murieron más de medio millón de latinoamericanos. Ahora se está investigando cómo miles de esas pistolas llegaron a Libia, en Africa. También se han encontrado esas armas ultramodernas en Kajastán. Increíble.
Un país que tuvo dos guerras atroces en un cuarto de siglo sigue fabricando armas para el mundo. Que no es otra cosa que exportar la muerte. Expertos en guerra han declarado que con las pistolas exportadas han muerto más seres humanos que con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. En la última década, Alemania permitió oficialmente la exportación por mil millones de euros de pistolas y munición. En 2013 se permitieron exportaciones de armas por 135 millones de dólares. Un 43 por ciento más que el año anterior. Y aquí cabe otra vez la pregunta: ¿por qué ante esta realidad no reaccionan las iglesias y los partidos políticos que se dicen democráticos y los intelectuales y obreros de toda Europa?
Los pacifistas del mundo esperan ahora que el gobierno alemán cierre definitivamente esa empresa armamentista que ha cometido el delito de exportar armas a Colombia a través de Estados Unidos. Y que comience una campaña para terminar definitivamente con el comercio de armas.
¿Cuándo los movimientos pacifistas del mundo podrán triunfar y terminar con el gran negocio de la violencia? ¿Cuándo llegaremos a cumplir con el sueño del filósofo Kant de la paz eterna?
Página/12 - 5 de julio de 2014