La metamorfosis ilimitada
Nicholas Negroponte, primer director del Media Lab del MIT de Boston, es el apóstol en jefe de la revolución internetiana. Las Escrituras en las que anticipó la metamorfosis de las computadoras se tituló Ser digital (1995).
–Una generación después, ¿cuál es el principal cambio en la Red?
–La ubicuidad. Pasó de que se la note a que no se la note más, a desaparecer. Es un cambio muy profundo, porque se la trasladó de aquella categoría de cosas que se encarnan en los objetos respectivos (tevé, heladeras y autos) a una nueva clase que comprende los derechos humanos, el aire limpio, la educación y la libertad.
–Fue un pionero en escribir sobre agentes inteligentes. Google presentó Home, un regulador de termostato; Amazon hizo lo mismo. ¿Sus profecías se cumplieron?
–Estamos más cerca, pero son todos aparatos poco personalizados aún.
–Su primera pasión fueron las interfaces: ¿la voz servirá para interactuar con las máquinas?
–La voz tiene ventajas obvias cuando las manos y los ojos están ocupados. Pero para comunicarse alcanzará con los pensamientos.
–¿Y el texto?
–Es más para la composición. Escribo mis pensamientos; vuelvo para atrás y los releo. Reconsidero algunos. Agrego otros. Lo pienso como instrumento de construcción más que de expresión.
–Respecto de los primeros años de la Web se han multiplicado las críticas. ¿Internet es buena o mala?
–Es un debate sin sentido. Así podríamos atacar a la imprenta por la pornografía. Sócrates pensaba que escribir podría dañar la memoria.
–En su último libro Nicholas Carr lo acusa de tecno-optimismo inquebrantable. ¿Cómo le responde?
–Es cierto que soy un tecno-optimista, pero casi siempre tuve razón. Clifford Stoll (uno de los primeros en advertir de los contragolpes de la Red) fue la versión 1995 de Nicholas Carr. Me llamaba “propagandista”.
–Evgeny Morozov ha denunciado la ideología de Silicon Valley por la cual a cada problema correspondería una app capaz de resolverlo...
–Se lo toma muy en serio y nunca ha tenido una idea creativa. Las críticas hacen bien, los discos giran menos.
–¿Y el consumo colaborativo?
–Es algo importante. No implica sólo compartir sino también desprecio por la posesión. La propiedad no es más una medalla de honor, sino un peso.
–Werner Herzog hizo una película sobre Internet. Ha definido las redes sociales como “un gigantesco contenedor de banalidad”.
–Herzog es un pensador y narrador tan importante que necesito ver la película para contestar de manera responsable. Sin duda hay montaña de basura dando vueltas por ahí. Veamos por ejemplo los comentarios que recogen artículos bien pensados. Mientras que el autor ha desarrollado una idea, los lectores escupen comentarios que casi nunca se tienen en cuenta. También hay un narcisismo de fondo según el cual todos se interesarían en uno, en lo que uno experimenta y en lo que tiene para decir. Nosotros mismos se lo hemos enseñado a nuestros hijos: parte del problema viene de allí.
–Twitter no la está pasando bien. ¿Cuál será su destino?
–Yo jamás hubiera pensado que Twitter llegaría a ser tan importante. Es el primer lugar donde se va a anunciar algo, seas el premier británico, el candidato a la Casa Blanca o un miembro del ISIS. ¿Su suerte? Puedo dar un consejo: conviértanlo en una asociación sin fines de lucro y manéjenla con diez personas.
–Tecnólogos muy respetados, desde Bill Gates a Elon Musk, han expresado su preocupación por una inteligencia artificial fuera de control. ¿Comparte esas preocupaciones?
–No. Y tampoco pienso que Gates y Musk sean tecnólogos. Son emprendedores. Fui muy amigo de Marvin Minsky (padre de la inteligencia artificial) desde 1968. Conocí a sus amigos y, en esa época, cuando hablábamos del tema durante el almuerzo no pensábamos en autos que se conducen solos ni en robots, sino en el humor y en alcanzar la posibilidad de que se apreciara la música.
–Y las máquinas que les roban trabajo a los hombres, ¿en qué medida las considera una amenaza seria?
–Muy seria. Debemos repensar el trabajo en toda su complejidad. El trabajo, tal como lo conocemos, es relativamente nuevo.
–¿De qué otras maneras evolucionará la Red?
–El gran cambio será la convergencia del mundo natural con el creado por el hombre. En un momento estuvieron separados, eran casi opuestos, uno chocaba con el otro. Mañana serán indistinguibles.
–¿La revolución digital ha sido monopolizada por los habituales Google, Amazon, Facebook, Apple?
–La cuestión, para mí, no es tanto Amazon y los otros, como las compañías de telecomunicaciones. La conexión a Internet es un derecho humano. Como tal debe ser gratuita. Los semáforos, las veredas y las calles son gratis. En el sentido de que el costo lo afronta la sociedad. Lo mismo debería ocurrir con el acceso a la Red. Punto.
Revista Ñ - 25 de octubre de 2016