Digitalización para un desarrollo inclusivo

Pilar Fagarnés

La propuesta de un camino hacia una economía digital equitativa en los países en desarrollo supone el análisis de las distintas variables que muestran en el presente un acceso desigual no solamente a la conectividad sino también al resto de los derechos en las regiones más relegadas del mundo.

La digitalización ha cambiado de forma drástica la sociedad y la economía en menos de un par de décadas. En la actualidad es prácticamente imposible concebir las diferentes interacciones, las formas en que los seres humanos se conectan y se comunican, así como casi todas las actividades económicas, sin las tecnologías digitales. Este proceso de digitalización puede generar significativos beneficios para la economía y la sociedad. Sin embargo, la tecnología no es determinista, así que los beneficios no se crean de manera automática y, lo que es más importante, sin intervención pública, es muy posible que las desigualdades asociadas a la digitalización aumenten.

La economía digital está en rápida evolución, asociada a tecnologías de vanguardia. Continuamente se conocen avances relacionados con la inteligencia artificial, la computación en la nube, la automatización, el internet de las cosas, cadenas de bloques y demás. La digitalización tiene implicaciones para todos los países, sectores y agentes implicados. Considerando las diferentes capacidades de los países con diferentes niveles de desarrollo, las posibilidades de aprovechar el potencial de estas tecnologías también varían. Los gobiernos necesitan actuar y establecer políticas para reducir los desequilibrios que emergen en la economía digital y que pueden agravar las desigualdades existentes. En este contexto cambiante, los gobiernos encuentran dificultades para responder al rápido ritmo de los acontecimientos. Es preciso mejorar el conocimiento de los nuevos procesos y actores, así como mejorar la medición de la economía digital, para que se puedan diseñar las políticas necesarias de forma informada.

Las nuevas dinámicas de la economía digital están marcadas por los datos digitales como nuevo recurso económico, e incluso estratégico, que permite generar valor, y por las plataformas digitales, como nuevos agentes económicos. Uno de los principales motores de las tendencias recientes de la economía digital es el crecimiento masivo de los datos digitales. De hecho, la digitalización está esencialmente basada en los datos, ya que todas las tecnologías digitales necesitan de los datos para funcionar. Esos datos surgen de la huella digital resultante de las actividades personales, sociales y comerciales que tienen lugar en la red.

En la economía digital, el valor económico y social se crea una vez que los datos digitales se agregan y se transforman en lo que se puede llamar “inteligencia digital”. Esta inteligencia digital puede ser monetizada por parte de las empresas en el sector privado, o las autoridades públicas las pueden usar para el bien común. Por lo tanto, el acceso a los datos es un factor de importancia creciente para poder transformarlos en inteligencia digital, y extraer su valor. Aparece una cadena de valor de los datos, desde la recolección de los datos, pasando por su transferencia, almacenamiento, procesamiento, análisis y uso de los datos procesados, por ejemplo en el desarrollo de la inteligencia digital. En lo que respecta al desarrollo inclusivo una cuestión esencial es la forma en que el valor que se crea gracias a los datos se distribuye, o quién captura ese valor. Es por tanto fundamental que los beneficios de la economía digital se repartan de manera equitativa, tanto entre países como en el interior de los países.

Un aspecto importante de los datos digitales es que tienen un carácter multidisciplinar, que va más allá de su dimensión económica. Desde el punto de vista económico, los datos permiten generar valor económico en el sector privado por la vía de su monetización, por ejemplo, con la publicidad digital o con servicios de computación en la nube. Los datos también pueden servir como bien público. Esto fue evidente durante la pandemia, cuando el intercambio de datos entre países sirvió para enfrentarla, así como en las investigaciones para desarrollar las vacunas. Igualmente, el intercambio de datos y la resultante información pueden ser cruciales para enfrentar el cambio climático. Además, la dimensión no económica de los datos se refiere a aspectos relacionados con la privacidad y otros derechos humanos, así como la seguridad.

Además de los datos, las plataformas digitales son el otro nuevo protagonista principal de la economía digital. Estas plataformas usan modelos de negocio basados en los datos, y están creando disrupciones en las industrias de siempre. Gracias a su posición privilegiada para obtener y extraer datos relacionados con las acciones, interacciones y transacciones de sus usuarios a través de Internet, estas plataformas han llegado a una posición de dominio. Algunas plataformas controlan una gran proporción de sus respectivos mercados. Esto se explica por efectos de red, la capacidad de aprovechamiento de los datos y los altos costes para los usuarios del cambio de plataforma.

Estas grandes plataformas digitales consolidan su creciente poder por medio de la adquisición de posibles competidores de éxito, expansión hacia productos y servicios complementarios, fuerte inversión en investigación y desarrollo, asociaciones estratégicas con empresas multinacionales líderes en industrias tradicionales y actividades a través de grupos de presión para influir en la regulación de la economía digital. Como resultado, estas plataformas se han convertido en corporaciones digitales a nivel mundial.

Estas nuevas dinámicas tienen implicaciones a nivel global relacionadas con, entre otros, los siguientes aspectos: la mayor concentración de mercado y su consolidación, y los consiguientes problemas relativos a la aplicación de políticas de competencia, dado el alcance global de estas corporaciones; la aparición de cadenas globales de valor basadas en los datos y la forma en que los países en desarrollo pueden participar de los beneficios asociados; impactos sobre el empleo, relativos a la automatización y el trabajo en línea, que pueden crear oportunidades de empleo, pero al mismo tiempo generar impactos negativos en las condiciones de trabajo; y dificultades para una fiscalidad justa de los negocios en línea.

Un prerrequisito importante para que los países en desarrollo puedan beneficiarse de la economía digital basada en los datos es reducir la persistente brecha digital. Esta brecha es un reflejo de la desigualdad general en la economía, y al mismo tiempo puede contribuir a incrementar esa desigualdad si no se reduce. La brecha digital se ha relacionado generalmente con aspectos relacionados con la conectividad, en términos de acceso a internet, posibilidad de pago y uso de las tecnologías digitales. En el mundo todavía hay un tercio de la población que no tiene acceso a internet. En el caso de los países menos adelantados solo una persona de cada cinco usa internet, y cuando lo pueden usar es a precios más altos y velocidades y capacidades limitadas. También sigue habiendo brechas digitales importantes dentro de las regiones y los países, en términos de género, entre áreas rurales y urbanas, o entre pequeñas y grandes empresas. Estas brechas colocan a los emprendedores y empresas en los países en desarrollo en una posición de desventaja frente a sus competidores en otras partes del mundo.

Con el creciente rol clave de los datos digitales en la economía digital, la brecha digital en términos convencionales de conectividad se ve agravada por nuevas dimensiones ligadas a lo que se puede denominar una brecha digital relacionada con los datos. La geografía económica de la economía digital no sigue exactamente la división tradicional entre economías desarrolladas y en desarrollo. En términos de creación de riqueza en este contexto, hasta la fecha hay dos países que destacan: Estados Unidos y China. Estos dos países representaban en 2021 aproximadamente el 90% del valor de capitalización de mercado de las 70 mayores empresas basadas en el modelo de plataformas digitales. En comparación, la parte de Europa era solamente 3,6%; África representaba el 1,3% y América latina y el Caribe, el 0,2%.

Estados Unidos y China también representan el 75% de todas las patentes relacionadas con las cadenas de bloques, el 50% del gasto global en internet de las cosas y más del 75% del mercado de computación en la nube. Las corporaciones digitales de estos dos países adquieren un control cada vez mayor en las diferentes etapas de la cadena de valor de los datos, la recolección, la transmisión por medio de cables submarinos y satélites, así como su almacenamiento en los centros de datos. En contraste, por ejemplo, África y América latina representan solamente el 5% de los centros de datos de alquiler compartido. Estos dos países, y sus corporaciones digitales, también dominan en el procesamiento, análisis y uso de los datos. Es notorio, por ejemplo, que la mayor parte de las capacidades, tanto financieras como técnicas y humanas, en lo que se refiere al desarrollo de la inteligencia artificial y la posibilidad de beneficiarse de ellas, está concentrada en unos pocos países y empresas.

Dado que la mayoría de los países en desarrollo tienen capacidades limitadas para recopilar, analizar, monetizar los datos, y utilizarlos para cumplir con sus objetivos de desarrollo, hay un gran riesgo de que se encuentren en posiciones subordinadas en la cadena global de valor de los datos. Este sería el caso si se mantuvieran únicamente en meros proveedores de los datos sin procesar para las plataformas digitales globales para que los transformen en inteligencia digital. El resultado sería que los países en desarrollo tendrían que pagar por la inteligencia digital que se ha obtenido y “refinado” a partir de sus datos. Este es un patrón extractivo, que presenta similitudes con las experiencias de muchos países en desarrollo con las industrias extractivas en las que se exporta la materia prima para importar los productos de valor añadido, lo que representa poco beneficio en términos de desarrollo nacional. El desafío para los países en desarrollo es desarrollar las capacidades necesarias para transformar los datos en inteligencia digital y por tanto generar el valor añadido dentro del país.

En estas condiciones, con las actuales políticas y regulaciones, es más probable que la digitalización contribuya a una mayor desigualdad que a un desarrollo más inclusivo. Las políticas públicas juegan un papel clave para revertir este proceso de tal manera que la digitalización contribuya a maximizar los beneficios para la población de manera equitativa, y al mismo tiempo se minimicen los riesgos y daños colaterales.

Sin embargo, esto no es tarea fácil para los gobernantes por la gran velocidad de los cambios tecnológicos, la complejidad de los nuevos fenómenos y sus implicaciones. Además, dado su carácter transversal, la digitalización afecta muchas áreas de política económica, lo que requiere la implicación de prácticamente todos los ministerios de un gobierno. Las necesidades de agregar valor en la economía digital requieren de política industrial para expandir el sector y las infraestructuras digitales, política de educación para desarrollar las habilidades para la era digital, así como políticas de emprendimiento digital. Y la escasez de habilidades se refiere también a la capacidad de las autoridades para regular en la complejidad del entorno digital, que puede resultar en una representación insuficiente de la experiencia técnica y analítica. Esto obstaculiza la capacidad de los gobiernos para identificar las oportunidades de las tecnologías digitales, y los riesgos y amenazas que puedan surgir, así como la forma de regularlos. Los países en desarrollo deben asignar más recursos domésticos al desarrollo de sus capacidades para crear y capturar valor de los datos a nivel nacional. Sin embargo, muchos países en desarrollo disponen de recursos limitados, tanto financieros como técnicos y humanos, por lo que será necesario también un mayor apoyo internacional y regional.

Al mismo tiempo, muchos de los desafíos para la política pública no se pueden enfrentar solamente a nivel de políticas nacionales; internet y las cadenas de valor de los datos, así como las corporaciones digitales globales, tienen un alcance e impacto globales. Es necesario mejorar la cooperación internacional en términos de políticas de competencia. Igualmente, es fundamental mejorar la cooperación en lo que se refiere a la fiscalidad internacional de las grandes corporaciones digitales, de tal forma que contribuyan de manera adecuada a la tributación en los países en los que se genera el valor. El comercio internacional se lleva a cabo cada vez más mediante la utilización de canales digitales, lo que da lugar a lo que se denomina comercio digital, y que requiere adaptación de las reglas internacionales de comercio al nuevo contexto digital. Además, los flujos internacionales de datos se han convertido en un nuevo flujo económico de importancia crítica para las relaciones entre países y para el desarrollo.

La gobernanza global de los datos adquiere una importancia clave. Es necesario un nuevo enfoque de gobernanza global que permita que los datos digitales puedan fluir entre países con tanta libertad como sea necesario y posible. El objetivo es maximizar los beneficios de los datos en el desarrollo y garantizar que esos datos se distribuyan de manera equitativa, pero siempre minimizando los riesgos y daños asociados. Esto permitiría el intercambio mundial de datos para afrontar desafíos de desarrollo globales, desarrollar bienes públicos digitales globales, aumentar la confianza y reducir la incertidumbre en la economía digital. También ayudaría a evitar una mayor fragmentación del espacio digital, abordar los desafíos de política que resultan del dominio de las corporaciones digitales globales y reducir la desigualdad existente.

En el paisaje existente de fragmentación en relación al enfoque de política de datos, se corre el riesgo de no captar el valor que podría derivarse de las tecnologías digitales y de crear mayores posibilidades de daños sustanciales relacionados con violaciones de la privacidad, ataques cibernéticos y otros riesgos.

El contexto global actual se caracteriza por enfoques diferentes de gobernanza de los datos, con cada país regulando los datos de acuerdo a sus condiciones particulares y a sus intereses nacionales de desarrollo, protección de derechos humanos y de seguridad. Hay tres enfoques fundamentales que influyen en el resto, en particular por parte de los tres principales actores a nivel mundial: Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE). El enfoque estadounidense se centra en el control de los datos por parte del sector privado, el modelo chino enfatiza el control de los datos por parte del Estado, mientras que la UE favorece el control de los datos por parte de las personas, sobre la base de derechos y valores fundamentales. Esto afecta a los países en desarrollo, que pueden verse abocados a elegir una de las zonas de influencia, cuando sus intereses económicos están en todas ellas. Además, los actuales marcos regulatorios regionales e internacionales tienden a tener un alcance limitado, centrándose solamente en aspectos de comercio internacional o de privacidad, o a ser demasiado limitados geográficamente.

Los crecientes desafíos de interconexión e interdependencia en la economía global basadas en los datos requieren todo lo contrario de la fragmentación; es necesario un enfoque global holístico y coordinado. Considerando las nuevas dinámicas en el entorno digital, es necesario pensar en formas nuevas e innovadoras de gobernanza global de los datos. Un nuevo mecanismo de gobernanza en este contexto debería tener carácter multilateral, dado que son los gobiernos los que pueden establecer políticas y regulaciones, multidisciplinario, para tener en cuenta las diferentes dimensiones de los datos, e incluir a las múltiples partes interesadas. También debería remediar la subrepresentación actual de los países en desarrollo en las iniciativas globales y regionales de gobernanza de los datos. Teniendo esto en cuenta, el contexto de Naciones Unidas sería el que proporcionaría el mejor marco, dada su amplia representatividad a nivel mundial.

Este mecanismo debería funcionar como complemento de y en coherencia con políticas nacionales en la economía digital. También debería proporcionar suficiente espacio de políticas nacionales para que los países con diferentes niveles de preparación y capacidades se puedan beneficiar de la economía digital basada en los datos.

Teniendo en cuenta las implicaciones de la digitalización en relación con el desarrollo, resulta significativo que los estudios al respecto son todavía escasos. Es necesario mejorar la comprensión de los impactos de las nuevas dinámicas en los países de desarrollo. En el contexto de Naciones Unidas, el Informe de la Economía Digital de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) constituye una contribución de gran utilidad a este respecto, que desarrolla muchos de los aspectos presentados en este texto. Además, los procesos de Naciones Unidas para la Cumbre del Futuro de 2024, incluido un Pacto Digital Mundial, buscan avanzar hacia una digitalización universal e inclusiva.

 

Fuente: Voces en el Fénix - Septiembre 2024

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