El legado de Néstor Kirchner y la deuda odiosa del siglo XXI
El 25 de septiembre de 2003, trece años atrás, el Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner brindaba ante las Naciones Unidas un discurso histórico, con eje en un modelo de desarrollo que asumiera los compromisos de la deuda pero sin afectar la realización nacional, la dignidad ni la felicidad del pueblo argentino. Aquel discurso, plasmado en hechos apenas después, puso en estado de alerta y movilización a la oligarquía doméstica. A la luz del terrorismo financiero en el Poder Ejecutivo desde el 10 de diciembre de 2015, un necesario repaso a las ideas y los argumentos formulados por el Presidente argentino, así como también a la respuesta que entonces brindó el house organ del atraso, la pobreza y la exclusión (diario La Nación). Es que recordar a Néstor Kirchner y su legado, es tomar conciencia del desafío que tenemos por delante; es tomar conciencia del poder del terrorismo financiero y especulador al frente del Poder Ejecutivo Nacional; es tal vez y por qué no, comenzar a elaborar una estrategia constitucional que impida, a partir de 2019, se repitan maquinaciones de endeudamiento del estilo: una nueva "deuda odiosa" que no debería ser aceptada por el pueblo argentino, porque no sólo que no vio un centavo de ella, sino que se está utilizando para quitarle hasta el último centavo de su bolsillo.
El ultimátum oligárquico de 2003
El 14 de mayo de 2003, Kirchner daba su célebre discurso de las "convicciones". Denunciaba la renuncia de Menem al ballottage, a la que calificaba de "absolutamente funcional a los intereses de grupos y sectores del poder económico que se beneficiaron con privilegios inadmisibles durante la década pasada, al amparo de un modelo de especulación financiera y subordinación política". Agregaba después: "No he llegado hasta aquí para pactar con el pasado. Ni para que todo termine en un mero acuerdo de cúpulas dirigenciales. No voy a ser presa de las corporaciones...". Días más tarde, el Departamento de Estado junto con las corporaciones y demás grupos económicos del atraso, la dependencia y la exclusión hacían llegar al flamante Presidente por vía de las autoridades del diario La Nación las exigencias y condicionalidades que reintroducirían al país en la senda de Carlos Menem y Martínez de Hoz. El santacruceño las rechazó con iguales argumentos a los utilizados por el General Perón con las demandas de Braden.
Pero su respuesta no culminó allí, sino que continuó con su discurso del 25 de mayo de 2003, su histórica intervención en la ONU el 25 de septiembre del mismo año, el "proceda" del 24 de marzo de 2004 y el entierro al ALCA en la Cumbre de Mar del Plata, en 2005, el mismo año que nos sacábamos de encima al FMI. Nos concentraremos brevemente en su alocución en la ONU.
Interpretación buitre
El 25 de septiembre de 2003, Kirchner lanzaba un fortísimo discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Al día siguiente, el diario La Nación expresaba: "...sin un apoyo internacional al crecimiento de los países pobres persistirá la amenaza del terrorismo y, además, los acreedores jamás podrán cobrar". El buitrismo interpretaba las palabras del Presidente a su antojo. Pero Néstor había sido muy claro: "Sin una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de pago, sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable favoreciendo concretamente su acceso a los mercados y el crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda se torna verdadera quimera". El buitrismo coincidía con esta apreciación, nada más que proponía como "ayuda internacional" nuevos empréstitos o salvatajes del FMI, una apertura comercial y financiera indiscriminada, inversiones extranjeras desreguladas y sin direccionamiento a la economía real, Estado ausente, gobierno limitado, austeridad y una inserción del país en el mundo en calidad de factoría granaria y vacuna.
El "apoyo internacional"
Para Kirchner "apoyo internacional" significaba, en sus propias palabras: "la intensificación de las negociaciones de ámbito multilateral para la eliminación de las barreras arancelarias y para-arancelarias que dificultan el acceso de nuestras exportaciones a los mercados de países desarrollados, depositarios de la mayor capacidad de compra". En otras palabras, el acceso a los mercados de los países industrializados en función del interés nacional y de un programa de desarrollo socioeconómico moderno, justo y diversificado. Advertía Kirchner que tales objetivos eran comunes a todos los países periféricos, además y en su inmensa mayoría endeudados. Para su concreción, indicaba el mandatario argentino, resultaba indispensable "la revitalización de este ámbito [ONU] de representación global... para que el derecho internacional vuelva a ser el instrumento racional que nos permita dirimir conflictos y enfrentar amenazas. Retomar por parte de esta Asamblea el rol político primordial que ostentara en los albores de la organización de las Naciones Unidas, es una cuestión central para fortalecer el valor de seguridad de todos los ciudadanos del mundo".
A propósito, el logro argentino del 9 de septiembre de 2014 en la Asamblea General sobre reestructuración de deudas soberanas, fue un logro de todas las naciones aún en vías de soberanía y emancipación. Se aprobó y elevó como política de Estado común a ellas un accionar contra el buitrismo internacional y de cada país en particular. En definitiva, un "apoyo internacional" que no suprime derechos, ni hipoteca el futuro, ni empeña a las nuevas generaciones, ni incauta riquezas en poder de unos pocos, ni lesiona la seguridad jurídica popular. El triunfo del 9 constituye la mejor interpretación -cristalización- de aquellas palabras e ideas trasmitidas por Néstor Kirchner en las Naciones Unidas.
Podemos mucho más que las tristes aspiraciones de Rivadavia
"Resulta paradójico y casi ridículo que se pretenda que paguemos nuestra deuda y al mismo tiempo se nos impida comerciar y vender nuestros productos". Sencilla y estratégica frase también pronunciada en aquel discurso. Las administraciones semicoloniales que nos rigieron entre 1976 y 2003 pagaron intereses de deuda todo lo que pudieron, contrajeron nueva deuda todo lo que pudieron y comerciaron nuestros productos en una relación real del intercambio que remachaba nuestra dependencia. La estafa, ahora nuevamente haciendo de las suyas en la Casa Rosada, había llegado a su fin.
"Necesitamos construir instituciones mundiales y asociaciones efectivas en el marco de un comercio justo y abierto, además de fortalecer el apoyo para el desarrollo de los más postergados", expresaba el Presidente en la ONU. El desarrollo de los más postergados bajo un modelo soberano, digno y socialmente justo, a su vez insertos en la división internacional del trabajo mas no como eternos y exclusivos proveedores de proteínas, grasas e hidratos de carbono estaba en marcha. Los argentinos y argentinas podemos mucho más que las tristes aspiraciones de Rivadavia y discípulos.
El notable desendeudamiento permitió en apenas doce años fabricar y exportar reactores nucleares y satélites, biotecnología, software, radioisótopos, tecnología digital, maquinaria de precisión, electrodomésticos y electrónica, metalurgia, productos químicos y productos alimenticios con alto valor agregado. Nuestros hidrocarburos y la renta que de ellos deviene primero volcados al autoabastecimiento y al propio desarrollo.
Lamento buitrista
Al día siguiente del discurso de Kirchner, el diario La Nación ponía el grito en el cielo. Docenas de artículos dedicaría al asunto en menos de una semana. ¿Qué esperar de los dueños del pasquín del Estado de Buenos Aires? ¿Qué esperar de quienes defienden a capa y espada a los buitres, celadores de una renta agraria usufructuada por los mismos y poquísimos de siempre, que además rechazan reactores nucleares, satélites y empresas satelitales; que detestan la repatriación de científicos y la asignación de recursos para una ciencia y una tecnología?
La semicolonia se contorsionaba entonces, los acreedores no sabían qué hacer y el FMI no reaccionaba, tal el golpe magistral del ignoto patagónico. Visiblemente angustiado, el house organ mitrista expresaba así el desconcierto generalizado: "Si el FMI hubiera exigido un superávit primario del 4,5 por ciento del PBI, un aumento específico de las tarifas de los servicios públicos antes de cierta fecha y una compensación de los bancos por sus pérdidas antes de tal otra fecha, entonces acreedores, bancos y empresas hubieran contado como punto a favor con una importante presión sobre la estabilidad financiera del país, porque si el gobierno no cumplía con las metas o los plazos estipulados, el FMI no cumpliría con sus desembolsos... Al no establecer condicionamientos específicos, el FMI ha dejado librado a las propias fuerzas de los protagonistas de la negociación -al mercado, si se quiere- el resultado de la negociación..." (La Nación - 29/09/03).
La República Argentina populista -entendida según la definición de Ernesto Laclau- levantaba cabeza y se llevaba puesto al intervencionismo de mercado y sus aspiraciones. Los fondos buitre fueron los únicos con el poder suficiente para no aceptar las "condicionalidades" sudacas. Y así se mantuvieron, hasta su contraataque con la Fragata Eva Perón, luego con el manotazo de ahogado del juez Griesa, y ahora con Mauricio Macri en la Casa Rosada (los buitres en el poder).
El legado de Kirchner y la "deuda odiosa" del siglo XXI
Pero la Argentina soberana de Kirchner no bajó los brazos: rechazó el Fondo Patriótico de Sturzenegger y Prat Gay para liberar la Fragata; rechazó igualmente y poco después el fallo de Griesa. Su gesta, once años después, fue profundizada por la Argentina soberana al conseguir el respaldo de 134 naciones (G77 + China) en su lucha contra el terrorismo financiero y especulador internacional.
Una Nación soberana, en vías de su Segunda Emancipación, bregaba por un esquema multipolar, por una nueva geopolítica financiera, comercial y económica, compatible con un modelo de desarrollo incluyente, industrialista, latinoamericanista y soberano. Al ultimátum oligárquico de 2003, Néstor Kirchner, emulando a Juan Perón en su contestación a Braden, retrucó: "Mi mayor preocupación es que me acompañen los argentinos. Por eso no empiezo por los empresarios ni por el embajador de ningún país. Tampoco pienso en un alineamiento automático con EE.UU. ni en buscar que me aprueben como precondición para gobernar mi país...".
Empresarios inescrupulosos, de espaldas a su pueblo; la embajada de EE.UU. y las tradicionales 100 familias de privilegiados que desde 1810 a esta parte vienen sobreviviendo a expensas de hambrear y excluir al 99% de la población han vuelto al poder. Las respuestas y soluciones que el diario La Nación ofrecía a Néstor Kirchner son política de Estado. La Argentina se ha endeudado en 9 meses el 60% del total de colocación de deuda asumido por la totalidad de las naciones emergentes del globo. Nuestro endeudamiento en el acumulado enero a septiembre -a razón de 1.443 dólares por segundo- superaba al de Brasil, Colombia, México y Perú sumados.
Recordar a Néstor Kirchner y su legado, es tomar conciencia del desafío que tenemos por delante; es tomar conciencia del poder del terrorismo financiero y especulador al frente del Poder Ejecutivo Nacional; es tal vez y por qué no, comenzar a elaborar una estrategia constitucional que impida, a partir de 2019, se repitan maquinaciones de endeudamiento del estilo: una nueva "deuda odiosa" que no debería ser aceptada por el pueblo argentino, porque no sólo que no vio un centavo de ella, sino que se está utilizando para quitarle hasta el último centavo de su bolsillo.
Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC) - 27 de octubre de 2016