Bicentenario de la Carta de Jamaica

Jorge Núñez Sánchez
A los latinoamericanos de hoy la Carta de Jamaica nos sorprende por su vigor intelectual, pero también nos señala algunas rutas conceptuales y metodológicas. La primera de ellas es que nos incita a pensar en nuestra América antes que en nuestras pequeñas patrias particulares. La segunda, que nos invita a mirar a América Latina como una sola nación.

Hace dos siglos, emergiendo desde un mundo colonial todavía nebuloso, se levantó el pensamiento del primer sociólogo latinoamericano, quien captó la esencia de nuestro ser y fijó el más audaz y descarnado diagnóstico del mundo criollo americano, al decir: “No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los (nativos) del país, y que mantenernos en él contra la opinión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado”.

Su autor era un combatiente revolucionario al que la suerte le había sido adversa hasta entonces y que se hallaba refugiado en esa isla cálida del Caribe, planeando formas de continuar su lucha por la liberación de Hispanoamérica.

Son conocidas las circunstancias en las que Simón Bolívar escribiera esa carta, en cierto modo profética, puesto que en ella reflexionaba sobre el pasado y presente de la nación hispanoamericana y aun se atrevía a formular las perspectivas de futuro que veía en el horizonte de la historia continental.

Precisamente por haberlas escrito alguien derrotado una y otra vez, traicionado y abandonado a su suerte, las ideas plasmadas en ella adquieren un valor trascendental, pues revelan que habían sido redactadas por una personalidad de temple extraordinario, que se movía paralelamente en los espacios del pensamiento y de la acción, y para quien las derrotas no eran más que un acicate para los futuros combates.

En fin, las letras de esa carta nos muestran también a un hábil político y fino diplomático, que sabe mover el interés de los otros en beneficio de su causa y que, en este caso concreto, busca mostrarle a la Gran Bretaña las ventajas que tendría para ella la existencia de una Hispanoamérica independiente de España y dueña de su propio destino.

A los latinoamericanos de hoy la Carta de Jamaica nos sorprende por su vigor intelectual, pero también nos señala algunas rutas conceptuales y metodológicas. La primera de ellas es que nos incita a pensar en nuestra América antes que en nuestras pequeñas patrias particulares. La segunda, que nos invita a mirar a América Latina como una sola nación, asentada en similares orígenes indohispanos y, por tanto, dueña de una cultura común y un modo similar de percibir el mundo, la vida social y la acción política.

Pero también nos invita a reflexionar críticamente sobre nuestra estructura social y sus conflictos interiores.

Y finalmente nos convoca a estudiar descarnadamente nuestra dependencia frente a poderes coloniales o neocoloniales, como paso indispensable para la formulación de cualquier proyecto de liberación nacional latinoamericana.

Hallo que hemos avanzado un buen trecho por esa senda que nos lleva a encontrarnos con los sueños y el espíritu de Simón Bolívar y otros libertadores. Unasur, la Celac y otros organismos similares revelan esa búsqueda empeñosa de mecanismos de aproximación, alianza, integración y construcción de una nueva América.

Con Nuestra América - 5 de septiembre de 2015

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