China y América Latina: los desafíos

Julio Sevares
La demanda china es una gran oportunidad para las exportaciones latinoamericanas, como se comprobó en la última década, pero su competitividad industrial impone un enorme desafío para las manufacturas latinoamericanas. En la última década las exportaciones latinoamericanas a China aumentaron a más de un 30% anual promedio, duplicando el incremento de las ventas al resto del mundo, pero las importaciones desde el país asiático aumentaron a un ritmo aún mayor.

En conjunto, la región tiene d éficit comercial con China, pero esto se debe al desbalance de México y Centroamérica, mientras los países del Cono Sur son superavitarios .

Este superávit se debe exclusivamente a la venta de productos primarios , que componen las dos terceras partes de las ventas, y que son seguidos por las manufacturas basadas en recursos naturales , como productos minerales procesados y, en menor medida, agroindustriales. Según un reciente trabajo de la CEPAL (“La República Popular China y ALC”, 2012), las manufacturas, incluidas las de baja, media y alta tecnología, son sólo el 7% de las exportaciones regionales al país asiático.

Al mismo tiempo las importaciones industriales desde China crecieron aceleradamente: Entre 2005 y 2010, las importaciones de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y México provenientes de China crecieron más que las del resto del mundo.

En al menos seis sectores los productos chinos estarían desplazando a productores locales (maquinarias y equipos; textiles, confecciones y calzado; caucho y plástico; metales y productos derivados; automotores y sus partes, y otras manufacturas).

El desplazamiento es notable en la industria metalmecánica.

Según un estudio realizado por la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), el déficit comercial de ese sector con China aumentó desde US$8.000 millones en 2003, a US$64.000 millones en 2011. El mayor déficit lo muestra México con US$38.000 millones, seguido por Brasil (US$18.000 millones) y Argentina (US$6.000 millones).

Los productos chinos están ocupando, también, los mercados de exportación.

Una investigación de Marcos Macedo Cintra, del IPEA, el instituto oficial de investigación de Brasil, detecta una pérdida de participación de las exportaciones manufactureras brasileñas en mercados externos, especialmente en las manufacturas de alta y baja tecnología. En el período 2005-2008, Brasil perdió un 15% de sus exportaciones en el mercado de América del Sur y un 16% en todo el mundo. Los productos chinos explican el 39% de esa pérdida de mercado latinoamericano y el 29% en el mundial.

A modo de ejemplificación, un reciente seminario realizado en la Facultad de Ciencias Económicas sobre, precisamente, el desafío que implica China para la región, el investigador presentó un cuadro comparativo de costos entre Brasil y China para la industria de las medias de algodón: en el mismo, el costo brasileño de la mano de obra duplica al de China, los de la materia prima y la energía son casi tres veces mayores y el costo financiero es seis veces más alto que el que tiene que pagar los productores chinos.

El retroceso brasileño es notable en el mercado argentino de bienes de capital Según una investigación del especialista Gustavo Girado, entre 2000 y 2010, las importaciones argentinas de bienes de capital provenientes de China se multiplicaron por más de cinco, mientras que las provenientes del Brasil se multiplicaron por cuatro y las originadas en el resto del mundo se mantuvieron casi estables.

La emergencia China presenta, en resumen, un desafío que suma la competencia sobre las manufacturas regionales con el estímulo a la especialización en exportaciones primarias , lo cual ha generado preocupación por el riesgo de una reprimarización de la economía regional, o cuando menos, de una creciente dificultad para avanzar en el desarrollo industrial. Se trata de una tendencia que sólo puede revertirse con políticas industriales que sigan el modelo chino: industrialización con incorporación de valor agregado a las exportaciones.

Ieco - 4 de noviembre de 2012

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