¿Cómo impactará el cambio climático en la seguridad?

Martín Appiolaza


Los fenómenos ambientales tienen impactos sociales. Es posible inferir que cambios climáticos abruptos pueden generar nuevas formas de violencia urbana. Las acciones de mitigación y adaptación deben ser pensadas también como aportes a la prevención. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

No es novedad hablar de la relación entre clima y violencia: desde hace mil años fue considerada en leyes. No podemos afirmar que hay una relación mecánica, pero distintas disciplinas han advertido que las variaciones de las condiciones climáticas pueden incidir en comportamientos más violentos que faciliten delitos. Esta vinculación se ha vuelto relevante, ante los escenarios de cambio climático que augura aumento de la temperatura, desastres naturales, desplazamientos y aumento de las dificultades para el acceso a los alimentos. Le tenemos que sumar escenarios de mayor conflictividad violenta.

En la edad media ya se empezaron a establecer las primeras vinculaciones. El código de leyes de los frisones ya establecía penas diferenciadas según el clima reinante, entendiendo que condiciona los comportamientos.

No podemos afirmar que hay una relación mecánica, pero distintas disciplinas han advertido que las variaciones de las condiciones climáticas pueden incidir en comportamientos más violentos que faciliten delitos.

En tiempos de la ilustración se razonó conectando estas dos variables. Montesquiu advirtió en el siglo XVIII que las leyes debían guiarse por el clima ya que incidía en el comportamiento de las personas. El estadístico belga Adolphe Quetelet en su trabajo como criminólogo en el siglo XIX desarrolló las “Leyes térmicas de la delincuencia” para explicar el aumento de violencias en relación con el aumento estacional de las temperaturas. Más tarde, la criminología positivistas de principios del siglo XX volvió sobre estos argumentos. Las perspectivas críticas de las últimas décadas los han relativizado por deterministas y simplistas. Sin embargo, las vinculaciones entre conflictividad, violencia y clima siguen siendo analizadas por las predominantes perspectivas sociológicas.

EL FUTURO LLEGÓ

El cambio climático está impactando de diferentes maneras en el mundo. Tiene costos económicos, entre muchas otras dimensiones. En la región andina de América del Sur se espera que continúen las sequías extensas y las olas de calor, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC). Afectará la disponibilidad de agua para el consumo, la producción de alimentos e incluso la generación de energías hidroeléctricas. Por otro lado, se combina con desastres producidos por lluvias intensas y aumento de las cotas en el litoral marino.

En el mundo, durante 2020, las catástrofes por tormentas, inundaciones y sequías provocaron tres veces más desplazamientos que por conflictos violentos. Según datos del Global Report Internal Displacement 2021 (GRID), en la Argentina la cantidad de desplazados por 16 desastres ambientales extremos el año pasado fueron 3500 personas (incluyendo inundaciones e incendios).

El calor, las sequías, la inseguridad alimentaria, las crisis económicas y sociales, producen un estrés que puede disminuir las barreras personales y comunitarias para reducir la violencia.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informa que en 2020 hubo 30,7 millones de desplazados en 140 países del mundo como consecuencia del cambio climático. Y se podrían convertir en 200 millones para el 2050. Estos desplazamientos traen como consecuencias empobrecimiento, debilitamiento de la presencia de políticas de protección, déficit de servicios públicos y sanitarios. Son todos factores de riesgo asociados con la violencia y su incremento.

Desastres, crisis económicas y sociales son fenómenos que ya han afectado la estructura social argentina produciendo desplazamientos, emplazamientos precarios, tugurización de las ciudades, empobrecimiento y desafiando las posibilidades del Estado de dar protección social. En las ciudades del mundo se calcula que hay mil millones de personas que viven en estas condiciones. Es el cuarto mundo que describió el sociólogo Manuel Castells, donde la presencia de un Estado débil permite la institucionalización de las economías informales: donde la violencia se autorregula por fuera de las leyes y favorece el crecimiento de la criminalidad organizada.

Más próximo en el tiempo, la pandemia del COVID-19 (que según algunas teorías se puede rastrear en cambios climáticos) tuvo una reformulación de las formas de criminalidad organizada, una temporal reducción de violencia en espacios públicos pero un incremento de la violencia (por ejemplo de género).

ENTENDIENDO CLIMA Y CRIMEN

El calor, las sequías, la inseguridad alimentaria, las crisis económicas y sociales, producen un estrés que puede disminuir las barreras personales y comunitarias para reducir la violencia. Al mismo tiempo, la necesidad de encontrar alivio (que es más acuciantes en hogares precarios) lleva mayor presencia en espacios públicos, interacciones sociales, consumos que reduzcan liberen mayor agresividad y por tanto, riesgo de aumento de la criminalidad violenta o robos.

Las investigaciones que se basan en vincular aspectos de la salud de las personas con la disminución de las inhibiciones y el autocontrol a las reacciones violentas, sostienen que el estrés vinculado al calor o catástrofes puede facilitar comportamientos agresivos. Entonces: ¿Aumentará la violencia y el delito con el cambio climático? Es posible, aunque es un debate en desarrollo.

Las teorías criminológicas que tratan de explicar el delito como un cálculo entre costos (riesgos) y beneficios (ganancias) realizado por los delincuentes en un entorno deteriorado, abandonado, sin vigilancia policial o de otras personas, hay menos riesgo de ser atrapados. Si además, las temperaturas favorecen la presencia en espacios públicos, es posible que se encuentren más fácilmente víctimas, victimarios o aquello que pueda ser robado.

Aumentará la violencia y el delito con el cambio climático? Es posible, aunque es un debate en desarrollo.

Desde las neurociencias sostienen que cambios en el entorno pueden impactar sobre las valoraciones y las capacidades individuales para controlar comportamientos. Si esperamos días de mayor calor y sequía, incendios y contaminación ambiental por presencia de humo, podrían generar más estrés o agresiones.

Las teorías que explican la variación de la delincuencia en función de las reglas de convivencia comunitarias, su organización y comunidades, sostienen que los cambios climáticos y desastres podrían afectar la cohesión social, los mecanismos de sanciones y restricciones y el control informal de las distintas zonas de las ciudades. A nivel comunitario, el abandono de los espacios comunes y las viviendas por un desastre puede facilitar también robos y saqueos. El impacto sería mayor en ciudades más desiguales o vulnerables.

En esta línea, la criminología verde es un campo en desarrollo que estudia la forma de prevenir los crímenes contra los ecosistemas, que redundan también en el cambio climático.

CALOR, CONTAMINACIÓN Y VIOLENCIAS

Hay estudios empíricos han demostrado que en los años más calientes aumentan las tasas de agresiones letales e incluso, en las zonas más cálidas hay mayores delitos violentos y en las templadas más robos. En base a este tipo de estudios, ya existen proyecciones de escenarios sobre cómo el cambio climático impactará en incrementos del delito violento.

Un trabajo que tomó 57 países en un periodo de 17 años identificó que cada grado de aumento en la temperatura impacta en un incremento del 6% de la prevalencia de los homicidios. Otros sostienen que la exposición a la contaminación ambiental (que puede presentarse en polución de partículas o gases que producen estrés), puede impactar en la predisposición para agresiones. Es decir: ciudades más contaminadas y días con más polución resultan tener mayores niveles de crimen (sin que se modifiquen las variables económicas y sociales).

Ciudades más contaminadas y días con más polución resultan tener mayores niveles de crimen (sin que se modifiquen las variables económicas y sociales).

Desde una mirada de lo social, los picos de criminalidad han coincidido con picos de pobreza e indigencia, desigualdad y debilitamiento de los medios legítimos para satisfacer las necesidades (desempleo y precarización del trabajo, disminución de la permanencia en la educación formal, debilitamiento de la atención primaria de la salud). En la Argentina, por ejemplo, los picos de homicidios fueron en 2002, 2008 y 2014, después de las crisis económicas y políticas.

Sintetizando: la acumulación de desastres ambientales, desplazamiento, crecimiento de la informalidad urbana, empobrecimiento y debilitamiento de la protección social, son factores de riesgo de la violencia y es presumible que redundarán en un incremento del delito, si no son abordadas preventivamente.

INVERTIR EN SUSTENTABILIDAD PREVENDRÁ EL DELITO

Los enfoques del desarrollo sostenible proponen una interdependencia de factores climáticos y sociales. A partir de los estudios, trabajar en reducir los impactos del cambio climático impactarán en prevenir la violencia urbana.

En estos momentos, invertir en mitigación y adaptación puede ser pensado también como estrategias de prevención. Es decir, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, cuidar el agua, desarmar las islas de calor, fomentar el arbolado público, integrar los parques urbanos al entorno rural, desarrollar sistemas de transporte públicos sostenibles, desarrollar energías verdes y ensamblarlas con políticas de inclusión social con modelos de triple impacto, es trabajar para prevenir a futuro la violencia y el delito.

Invertir en mitigación y adaptación para el cambio climático es un modo de prevenir el crimen. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

Entonces, es el momento de empezar a definir políticas preventivas integrales y en base al desarrollo sostenible en los distintos niveles de gobierno, focalizando en las comunidades que sufrirán con más intensidad las consecuencias del cambio climático. Es fundamental abordar la integralidad del problema de la vulnerabilidad, incluyendo mitigación, adaptación y resiliencia, para evitar que a futuro, presionados por las urgencias, volvamos a repetir las fórmulas fracasadas en materia de seguridad.

Invertir en mitigación y adaptación para el cambio climático es un modo de prevenir el crimen. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

- Martín Appiolaza, Licenciado en Comunicación Social y Magíster en Política y Planificación Social (UNCuyo). Director de prevención, participación comunitaria y derechos humanos de la municipalidad de Godoy Cruz (Mendoza). Profesor universitario. Militante socialista.

 

La Vanguardia - 26 de noviembre de 2021

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