Coronavirus: mujeres en cuarentena
No cabe duda de que el coronavirus tiene al mundo, literalmente, "dado vuelta". A tal punto que en las últimas semanas ganó terreno una idea singular: más de uno cayó en la cuenta de que las mujeres pueden ejercer un liderazgo eficaz, particularmente en medio de esta pandemia que pone en riesgo vidas humanas.
Por ejemplo, se difundió ampliamente la teoría de que los países conducidos por mujeres capearon mejor la tormenta que los dirigidos por hombres. En una nota que publicó LA NACION, Luisa Corradini menciona a algunas de ellas. La física Angela Merkel, que por sus aciertos hoy tiene 83% de popularidad. La abogada Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, que consiguió lo que los expertos califican de "una de las mejores respuestas del mundo" frente a la pandemia. Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, que impuso el autoaislamiento cuando su país solo había registrado seis casos, reforzó las restricciones cuando otros las estaban flexibilizando y evitó miles de muertes. Katrin Jakobsdottir, su par de Islandia, que ofreció tests de detección gratuitos a todos los ciudadanos. Sanna Marin, primera ministra de Finlandia y la más joven del mundo, y Erna Solberg, de Noruega, que se comunicaron directamente con sus pueblos a través de la TV y las redes sociales, y lograron una gran adhesión a las medidas de prevención.
Todo muy lindo, pero... estas historias exitosas tienen un lado B. Es el de las mujeres comunes y corrientes, amas de casa, empleadas, profesionales e integrantes del equipo de salud de todo el mundo, que vieron multiplicado por dos o por tres el volumen de tareas a su cargo por el trabajo a distancia sumado al cierre de escuelas y guarderías, que agregaron una carga extra de tareas domésticas y cuidado de chicos, todo sin horario ni fines de semana.
La revista Nature le dedicó un artículo al impacto que tuvo la cuarentena en una comunidad especial: las investigadoras. Varios estudios exploraron el tema. Uno de ellos fue el que hizo, acicateada por su propio aislamiento obligado (junto con su hijo de ocho años), la ecóloga de la Universidad de Toronto, Canadá, Megan Frederickson.
La científica se puso a buscar qué variaciones se dan en la producción científica de hombres y mujeres entre el año pasado y este. Encontró que ellas están enviando menos preprints (trabajos que todavía no pasaron por el referato de sus pares) que sus colegas varones. Revisó más de 36.000, recibidos entre el 15 de marzo y el 15 de abril de 2019 y de 2020 en bioRxiv, un repositorio para las ciencias naturales, firmados por 73.000 autores. El número de autoras mujeres creció de un año a otro un 2,7%; el de sus colegas varones, 6,4%.
Su análisis, dice Nature , no es el único que detecta esta diferencia. También se refleja en otras disciplinas. Cassidy Sugimoto, científica de datos de la Universidad Bloomington, en Indiana, Estados Unidos, que estudia disparidades de género en la ciencia, realizó un trabajo similar en nueve repositorios muy utilizados y sus resultados aparentemente convergen con los de Frederickson: en 14.000 estudios cuyos autores pudieron ser constatados, el equipo de Sugimoto encontró que disminuía la proporción de envíos de mujeres entre marzo y abril de 2019, y el mismo período de 2020, cuando empezaron las cuarentenas en el hemisferio norte. Y este descenso era mayor si solo se tomaban en cuenta los primeros autores, que generalmente son investigadores jóvenes.
Es más, la evidencia sugiere que, incluso en familias en las que ambos son académicos, las mujeres se ocupan más del trabajo doméstico que los hombres. Todo indica que, en la mayoría de los casos, las mujeres avanzamos a fuerza de sumar responsabilidades y obligaciones laborales. Y hablando de eso, los dejo. Me espera una pila de platos y, maldición, ¡acaba de desbordarse el lavarropas!
La Nación - 22 de mayo de 2020