Guerras monetarias y energéticas del imperio

La ya endémicamente peligrosa coyuntura en el Oriente Medio se agravó esta semana con la adopción por la Unión Europea (UE) del embargo sobre las compras del petróleo y petroquímicos iraníes, acompañadas por otra tanda de sanciones contra el banco central iraní. Cuando aun no se cumple el primer aniversario de los bombardeos de la OTAN para cambiar el régimen en Libia y se ven signos de una guerra civil con los combates entre las facciones “revolucionarias” y los ataques de los simpatizantes del derrocado Muammar el Gadafi, los mismos gobernantes de Estados Unidos (EE.UU.), Francia, Gran Bretaña y otros países de la UE que reclamaron una acción rápida contra el gobierno de Trípoli están exhortando ahora a acciones militares contra Siria e Irán.

Todo esto en el contexto de la grave crisis financiera y económica que azota a la UE, con sus secuelas de desempleo y empobrecimiento masivo, y que va camino de convertirse en una “guerra monetaria” por los niveles estratosféricos de endeudamiento de Estados occidentales, en particular de EE.UU., que financia su endeudamiento gracias a la primacía del billete verde como moneda de reserva y de pago para las transacciones comerciales mundiales.

A tres años de la caída de Lehman Brothers

Transcurridos más de tres años desde la caída de Lehman Brothers y del comienzo de la mayor contracción del PIB mundial desde la Segunda Guerra, la crisis financiera lejos está de haber sido superada. En algunas economías avanzadas es muy probable que se registre una tasa de crecimiento negativa o cercana a cero durante 2011. La recuperación prácticamente se detuvo durante el segundo trimestre de 2011, mientras que las revisiones a la baja señalan que el desempeño de la economía mundial es más endeble de lo previsto. La incertidumbre sobre la evolución de la demanda agregada pone de manifiesto que la recuperación será lenta y complicada.

A la inversa de las últimas décadas, los países emergentes se encuentran, en este caso, en una situación más favorable respecto de los desarrollados. Si bien en un principio se registró un descenso generalizado del nivel de actividad, en estos países la recuperación fue mucho más acelerada y sostenida en el tiempo. No obstante que la mayoría de las economías en desarrollo continúa creciendo a tasas vigorosas, plantea serios riesgos de desaceleración de la demanda agregada el hecho de que el nivel de actividad se haya debilitado más de lo previsto, tanto en los Estados Unidos como en la Unión Europea, en consonancia con la incertidumbre resultante de la creciente inestabilidad financiera.

Señales de una crisis sistémica

Es en los momentos críticos cuando el instrumental de la teoría neoliberal y los supuestos en que se apoya muestran su inviabilidad para superarlos. Ha sido pensada como la justificación teórica de un sistema económico de cristalizada inequidad a cuyo servicio se encuentra. Pero a la hora en que los mercados se desploman, de poco sirven sus hipótesis de funcionamiento. Ahora se habla de “crisis financiera”, intentando otra vez acotar el espacio enfermo al ámbito de los malos negocios de la banca de inversión. También se ha cuestionado, con razón, a la insuficiencia de las pocas normas regulatorias existentes para el conjunto del sistema. Pero, sin ignorar su veracidad, esos argumentos se muestran insuficientes a medida que se difunden por toda la economía las tendencias recesivas como una mancha de aceite. Signos y señales de una crisis sistémica.

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