Comprender a la derecha para derrotarla

La actual oleada ultraderechista expande el autoritarismo reaccionario e incluye rasgos de fascistización. Involucra a los enemigos principales y no a los adversarios corrientes de la izquierda. Trump encabeza ese lote, con agresiones que amoldan la acción militar a la confrontación económica y exigen la total subordinación de América Latina. Hay que combinar la lucha callejera y electoral, gestando alternativas globales a la Internacional derechista y promoviendo programas contrapuestos. Con audacia y decisión se puede triunfar.

El presidente troll

Milei no solo acuñó términos instalados en la jerga política argentina, como “la casta”, sino que maneja los códigos de la acción comunicativa contemporánea: su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y troll. Insistir con el mercado desregulado y la bondad capitalista difícilmente movilice pasión de multitudes. En cambio, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Silvio Waisbord escribe sobre el elemento esencial en la comunicación de la reacción conservadora actual: el trollismo.

A la derecha, la pared

La decisión de una parte de Juntos por el Cambio de apostar por la derecha radicalizada estaba cantada y era independiente de los resultados de las elecciones. Lo que hoy parece un golpe de timón es parte de un largo proceso cuyo resultado es aún incierto: la confluencia entre las derechas mainstream y las radicalizadas. ¿Qué escenarios se abren a partir del 19 de noviembre? Hay argumentos, dice Sergio Morresi, para pensar que la derecha radicalizada tiene chances de continuar siendo una fuerza relevante aún si fracasa en las elecciones de 2023.

A la búsqueda de posibles criterios para la reflexión política actual en la Argentina

En nuestro país, la derecha ha pasado de la hegemonía al dominio. ¿Cómo? ¿No es que había hegemonía de un proyecto nacional y popular? Que esté pasando lo que está pasando, y cómo está pasando muestra que no. No sólo porque el control de la comunicación nunca fue doblegado (y no me limito a los juzgados), sino porque el orden hegemónico nunca dejó de estar marcado por la combinación de dominio y consenso del proyecto neoconservador de orden global.