“En Davos, los banqueros están encantados de mostrar compasión”
En su libro Un reportero en la montaña mágica, hace un guiño a la novela de Thomas Mann, que situó su obra cumbre en el mismo lugar de los Alpes suizos. Robinson se cuela en esa cita desde 2007 como periodista. En su libro relata las peripecias de una elite económica que se divierte en las pistas de esquí y disfruta de grandes fiestas mientras muestra una fachada de debate y aparente conciencia social. Sin embargo, Robinson afirma que esta elite es, precisamente, la culpable de esta recesión de la que trata de recuperarse el mundo.
–¿Qué es realmente el Foro Económico Mundial que se celebra en Davos esta semana?
–Davos es el gran escaparate de influencias y relaciones públicas que tienen las elites económicas. Un lugar donde cada mes de enero se reúnen las grandes fortunas y los políticos más influyentes además de algunas estrellas mediáticas. En los años noventa, Davos estaba orgulloso de mostrar al mundo su modelo capitalista que triunfaba y no existía otro pensamiento posible, pero esto cambió a partir de 2008: se socializaron las pérdidas de las grandes empresas y la gran banca. Ahora no están en un momento en que puedan estar tan orgullosos de su pensamiento como para no incorporar discursos discordantes. Lo que quiere Davos es asimilar la crítica, y convertirla en algo que no les amenace. Davos tiene que dar la sensación de que no es defensor del pensamiento único.
–O sea, que han tratado de moderar su actitud.
–El discurso sí, pero no su actitud. Sólo en 2009 hubo cierta contención. Por ejemplo, Dick Fuld, de Lehman Brothers, ese año no fue, después del gran fiasco económico desatado por su corporación. Él acababa de cobrar una pensión por 12 millones de euros. En enero de 2009, Goldman Sachs dijo que las fiestas de Davos deberían ser más austeras. En ese momento sentían la presión de la nueva Administración de EE.UU. encabezada por Barack Obama y la vergüenza por lo que había sucedido, que estuvo cerca de una depresión económica y hubo que rescatar a la banca por 700 mil millones de dólares. Tuvieron que adaptar su discurso en ese momento, pero sólo fue ese año. En 2010 las fiestas y el lujo volvieron igual que antes. Y ahora mismo ya hemos vuelto al estado anterior a 2008. Es como si no hubiera pasado nada.
–¿Se les olvidó lo que pasó en 2008?
–Cuando preguntás a alguien en Davos por el colapso de 2008, para ellos es como si estuvieras hablando de un tsunami, un acto de Dios, como si ellos no tuvieran culpa en todo lo que pasó. Hablan de aquello como si fuera lo que sucedió en Japón. En 2011, Bob Diamond, el hombre de Barclays, dijo “the time for remorse is over” (el tiempo del remordimiento ya ha pasado).
–¿Siguen entonces igual que antes de que se desatara la crisis? Así no hay solución posible.
–Sí, la hay. Si miramos a la historia del capitalismo en los años ’30, esos movimientos volátiles de subidas y bajadas de la economía vieron que aquello no era bueno para las elites en el largo plazo. Ni los Rockefeller ni los Carnegie querían aquello. Con los controles posteriores que se aplicaron y las medidas de Keynes se pudo crecer y crecer hasta llegar a la llamada golden age –años ’50 y ’60– con niveles de pleno empleo; bajaron las tasas de pobreza y en todo aquello hubo un consenso para que el sistema funcionara en el largo plazo. El problema es que ahora es como si todas estas elites económicas se hubieran olvidado del largo plazo. Da la sensación de que la economía funcionara con ciclos de un gran crecimiento especulativo que termina con un gran pinchazo que lleva a un colapso que pagamos entre todos. Ahora lo que sucede es que si podés hacerte con el dinero en el próximo trimestre, igual no te importa cómo acaba todo.
–Pero la gente, la sociedad, están comenzando a reaccionar, ahí están los movimientos de 2011: la Primavera Árabe, el 15M o el movimiento Occupy Wall Street que usted señala en su libro.
–En 2011, mientras seguían con sus grandes especulaciones y negocios a gran escala, de repente vieron en enero desde Davos en sus iPads lo que estaba pasando en Egipto. Se notaba cierto desasosiego entre los asistentes a la cumbre. No hay que olvidar que Hosni Mubarak, al que ahora todos tachan de cruel dictador, era un Davos Man (nombre utilizado para los asistentes influyentes del Foro Económico Mundial de Davos). Había llevado el capitalismo desregulado que les interesaba a las grandes corporaciones habituales en Davos a Egipto.
–¿Pero la gente sabe lo que es Davos en realidad?
–Se conoce el escaparate, la fachada, todas las celebridades: Bono (U2), Mick Jagger o Angelina Jolie. Esa idea de que estas estrellas van a Davos a presionar a todos esos banqueros por el bien de la humanidad. Es un discurso totalmente equivocado. Los banqueros están encantados de mostrar compasión, de dar esa imagen. Hay que sospechar si un consejero delegado muestra compasión, no es una buena señal. Una gran parte de su estrategia empresarial y de imagen consiste precisamente en esto, en su supuesta filantropía, en poner a gente como Bono, que tiene mucha ascendencia sobre otro tipo de colectivos, lejanos ideológicamente a Davos, cerca de estos banqueros. Esta es la gran trampa, la gran hipocresía que existe en Davos y esto hace un gran daño porque la gente asocia este tipo de actividades filantrópicas y estos personajes como Bono con algo que no es real. Ellos muestran la imagen de Bono con Bill Clinton promocionando fondos para ayudar a las víctimas del sida en África, esto se vende casi como si Davos fuera un encuentro de ONG, y esto no es así. La realidad es que por ejemplo Clinton, según The New York Times, está utilizando estos fondos de filantropía para financiar la campaña electoral de Hillary Clinton de 2016.
–¿Y qué culpa tienen los periodistas en esa imagen del Foro de Davos que usted señala?
–Para mí, son responsables directos. Davos necesita la cooptación de periodistas para mandar su mensaje al mundo.
–¿Usted también fue cooptado?
–Yo no me incluyo. En Davos existe una discriminación atroz entre los medios. Existen diferentes acreditaciones de distinto rango. Se da la circunstancia de que algunos propietarios de medios pueden acceder a lugares y reuniones que los periodistas de esos mismos medios no están acreditados a entrar. Como por ejemplo Juan Luis Cebrián (consejero delegado del Grupo Prisa). Él tiene un acceso prácticamente libre y los reporteros de su periódico y otros como yo no podemos entrar en esas reuniones. La clase más alta de periodistas, las celebridades de los medios, aceptan el off the record a un altísimo nivel y se juntan con la elite económica. En el momento en que lo aceptás, te tragó la máquina. Esto es lo que pasó en Rebelión en la Granja, de Orwell. Cada vez los cerdos se parecían más a los que supuestamente eran sus enemigos. Esto es lo que pasa con el periodista que está allí metido, lo va asimilando. Es muy maquiavélico todo. Para dar la sensación que decíamos antes de que aceptan los discursos discordantes, quizás me ofrezcan moderar un par de sesiones y éste es el primer paso para atraparte.
–¿Y aceptaría esa acreditación de estrella mediática?
–No sé qué haría en ese caso. Por un lado querés estar dentro y enterarte de todo, pero por otro lado me siento más sano, periodísticamente hablando, fuera. Es la esencia del libro. En el momento en el que entrás en el juego y aceptás, ya estás con ellos, ya te han comprado.
–Usted habla en su libro de que se vende una serie de ideas sobre las elites económicas, muy asimiladas entre la sociedad, que son falaces.
–Intentan vender que ellos son más ricos que nunca porque así son las leyes del mercado y hemos llegado hasta aquí de manera natural. La supuesta meritocracia. Los casos de hombres hechos a sí mismos que llegaron a multimillonarios partiendo de la nada son excepciones, han querido convertirlas en algo natural que provoca la economía desregulada, pero esto no es real, la mayoría de las grandes fortunas mundiales fueron heredadas. Además, llegar a la cumbre sin ningún tipo de control lo que hace es fomentar la cultura del trepa. Ellos quieren hacer creer que el mercado les remunera cada vez más y más y que no pueden hacer nada contra esto. Intentan convencernos de que merecen las cantidades que cobran, se dicen a sí mismos “yo trabajo 12 horas al día y merezco los 7 millones de libras que cobro”. Hay una desconexión total con la realidad, por eso el título del libro, viven en una montaña mágica.
–¿Y cómo han conseguido vendernos toda esta historia?
–Se vende la imagen de Davos a través del centroizquierda. Los protagonistas principales más poderosos de Davos son de centroizquierda, es el aliado perfecto. Tony Blair o Bill Clinton. Schaub (el fundador de Davos) no es un neoconservador. Si va José María Aznar, les da lo mismo porque su discurso es demasiado obvio y conflictivo. Ellos quieren introducir en su discurso palabras como emprendedor social, cohesión social. Es el vocabulario del centroizquierda socialdemócrata. “Comprometidos por mejorar el mundo” es el eslogan de Davos. Una vez que han puesto todos estos eslóganes, pues entonces tienen margen para volver al statu quo anterior, para volver a un capitalismo salvaje en el cual una elite tiene el mayor porcentaje de PIB mundial. Parece mentira que haya mucha gente que se crea todo esto de la filantropía y la meritocracia que se vende en Davos.
–¿Y los políticos?
–Son totalmente influenciables. Hay dos maneras de ser el títere del poder. Ir a Harvard y hacer un MBA y creértelo. Acaban creyendo la tesis de los mercados eficientes a pesar de que es un disparate. Y la otra forma se trata simplemente de un intercambio de favores. Es una puerta giratoria enorme. Mire los casos de Salgado, Blair. Ni siquiera es excepcional. Para los políticos la puerta giratoria es una manera de garantizar su futuro. Hay tal descontento con la política que saben que vas a estar sólo cuatro años porque después los echan. Y así se aseguran un futuro.
–Y todo esto del capitalismo salvaje desregulado, ¿cómo ha afectado a España, donde usted reside y trabaja?
–En España ha subido tres puntos el coeficiente Gini (indicador que mide la desigualdad) en tres años de crisis, según Eurostat. Es un aumento de la desigualdad casi imposible. Yo se lo dije a Richard Wilkinson, autor de The Spirit Level, un libro muy famoso sobre desigualdad en Inglaterra que Cameron incorporó a su bibliografía de campaña electoral. Él me decía que no se lo podía creer. Cómo puede ser que hayamos aceptado tener mayores desigualdades que en los años ’20.
–¿Y qué panorama nos espera para el futuro? ¿Seguirán creciendo las desigualdades?
–Sí, estoy convencido, desde mi opinión de periodista. No soy un líder de opinión. Me baso en lo que me cuentan. Las fuentes que consulto dicen que la sociedad seguirá siendo la más polarizada desde los años ’20. Boston Consulting Group hizo un análisis de patrimonio y ellos dicen que en la era postcrisis los ricos seguirán haciéndose más ricos. Según sus estimaciones, desde 2008 el patrimonio de las grandes fortunas, durante la peor crisis económica del siglo, creció un 8%. ¿Cuánto ha subido el salario medio desde 2008 a 2013?.
Miradas al Sur - 25 de enero de 2015