“Es necesario consolidar un modelo que tiene que resolver problemas estructurales”
–¿El resultado de las elecciones primarias está vinculado a la coyuntura económica y el malestar de algunos sectores con medidas como las restricciones a la compra de divisas?
–Todos los aspectos de la realidad influyen en las opciones del electorado. Siempre hay algunas insuficiencias para resolver. Las PASO son una elección previa a la que le seguirá una renovación legislativa en octubre, y luego otra presidencial. Forma parte del proceso democrático. No hay que exagerar la influencia. Lo que sí está claro es que los modelos económicos se defienden en función de la consistencia de sus principios y de sus resultados, y estamos viendo que hay muchos logros relevantes que le otorgan al Gobierno un apoyo significativo sobre el electorado. El resultado de las elecciones no va a definir el rumbo financiero y económico de Argentina.
–¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la economía argentina en la actualidad?
–Los riesgos que se plantean ahora están asociados a la sustentabilidad del modelo. Es necesario consolidar un modelo nacional que tiene que resolver problemas estructurales fundamentales como el energético o el déficit en el comercio exterior de manufacturas a pesar del fuerte aumento de la producción industrial de la última década. El déficit en el balance comercial de manufacturas industriales revela el insuficiente desarrollo del aparato industrial argentino. Subsisten problemas estructurales y también hay desequilibrios macroeconómicos que hay que atender.
–¿A qué se refiere con desequilibrios macroeconómicos?
–Hay una situación muy tensa en las finanzas públicas por la política de subsidios destinados a contener la inflación. También existen tensiones con los precios internos y con el tipo de cambio. Hay que tratar de evitar que los costos suban más que la paridad nominal del tipo de cambio y sostener espacios de rentabilidad a largo plazo que contribuyan a frenar la fuga de capitales. Hay un problema de sustentabilidad del modelo que permitió una muy importante recuperación de soberanía, pero esto sólo se puede consolidar sobre bases muy firmes de equilibrios fiscales y pagos internacionales. La reacción a los problemas se dio cuando éstos eran muy agudos. Hay tensiones que se pretende corregir con controles legítimos pero es necesario recuperar solvencia fiscal y competitividad. Hay situaciones tensas que no generan un clima propicio para el ahorro y la inversión.
–Ese análisis se asemeja mucho a los planteos ortodoxos.
–Hay una ortodoxia irresponsable y neoliberal que plantea la necesidad de un ajuste del gasto y bajar los salarios. Y hay otra ortodoxia que dice que hay que vivir con lo nuestro y mantener la casa en orden. La sustentabilidad radica en esos dos principios: no hay que depender de crédito externo y se deben mantener equilibrios responsables para evitar los desvíos que abren el espacio para el retorno a las recetas de la ortodoxia. Hay que buscar el pleno empleo, inducir la inversión y apuntar todos los instrumentos al crecimiento. Pero no se construye nada en el desorden ni en un escenario de tensiones.
–¿Sostiene que hay que bajar el gasto público?
–No es un problema de nivel del gasto, no hay que bajar el gasto. El nivel de gasto público es razonable dado el nivel de desarrollo. Pero es necesario ocuparse de la calidad del gasto público y mantener una situación de superávit primario que transmita señales contundentes de que las finanzas públicas están sólidas. Naturalmente hay una demanda de gasto muy grande pero los desequilibrios generan climas poco propicios para la sustentabilidad del modelo. Los subsidios tienen que estar bien focalizados y analizar si se justifican como instrumentos para contener el alza de precios. También queda mucho por hacer en materia tributaria. Es necesaria una reforma integral y una iniciativa como la de gravar la renta financiara es buena.
–¿Cómo se logra impulsar la exportación de bienes industriales en un escenario internacional de crisis donde cayó sensiblemente la demanda para esos productos?
–El problema de Argentina no apareció ahora, es una vieja limitación. Incluso en condiciones de tensión como las que hay ahora existen muchas cosas que se pueden hacer en materia microeconómica y en las economías regionales para promover la transformación productiva. Así como no es todo por viento de cola no todo es por el viento de frente.
–El BCRA reconoce que se perdió parte del colchón cambiario extraordinario que generó la devaluación de 2002. ¿La pérdida de competitividad se debe resolver con un nuevo salto cambiario?
–No. El tipo de cambio se tiene que discutir en conjunto con toda la política económica que define la competitividad. Está claro que hay un desfasaje entre los costos internos y la paridad nominal y esto achicó la rentabilidad. El BCRA ajusta continuamente la paridad nominal. Un tipo de cambio competitivo, administrado, para atender la realidad en un país en desarrollo es fundamental. Pero el tema de la competitividad no incluye sólo el tipo de cambio. Hay que apelar a todos los instrumentos necesarios para fortalecerla.
–¿Se requieren mayores niveles de inversión para lograr una transformación de la estructura productiva?
–Es necesaria una política explícita de incentivos a la inversión privada en sectores estratégicos. Lo que hace al éxito de la política industrialista en Asia es que los beneficios para las empresas están condicionados a metas de exportación, inversión y cambio tecnológico. Si no lo cumplen, pierden los beneficios. Hoy no está la contrapartida de la sanción al no cumplimiento de objetivos compartidos. La política de transformación implica alianza con sectores privados y públicos que requiere incentivos y sanciones. En los últimos años existió un énfasis público en materia de ciencia y tecnología. En Argentina continúa aumentando el déficit comercial en materia de bienes industriales de alto contenido tecnológico. El desarrollo en esos sectores dinámicos continúa rezagado. Para eso hacen falta compromisos recíprocos entre las políticas públicas y el sector privado.
–Sin embargo, los avances en materia de regulación formal e informal desde el Estado son duramente resistidos desde los grupos económicos más poderosos, que son beneficiarios de las políticas de impulso a la demanda y las herramientas de protección comercial.
–Cuando hay incentivos debe haber compromisos. Si el atractivo del régimen para la inversión y las ganancias es suficiente vas a tener una respuesta positiva. El economista polaco Michal Kalecki planteó hace mucho tiempo que los grupos económicos dominantes privilegian la posición dominante por sobre sus ganancias. No les gusta que intervenga el Estado, prefieren operar en sectores con alto desempleo y poca presencia sindical. La clave del éxito es atraer al campo de la inversión y el cambio técnico a un sector privado que puede tener ese comportamiento. Es necesario y posible pulir las políticas de industrialización con incentivos y objetivos claros. Si no lográs la incorporación de la inversión privada a la reindustrialización y el cambio tecnológico, descansás esencialmente en la inversión pública y de las pymes, que son fundamentales pero no alcanzan.
–La presidenta Cristina Fernández de Kirchner convocó a los principales actores económicos y sociales a debatir el proyecto económico.
–El debate entre los actores económicos y sociales y el Gobierno es fundamental. Los cambios necesarios para el desarrollo, para el crecimiento con inclusión social, creación de empleo y cambio tecnológico no se pueden lograr en un marco de hostilidad continua entre el Estado y los sectores privados. El diálogo es fundamental para limar asperezas, pero eso no quiere decir que desaparecen los conflictos ni que la creación de una mesa de diálogo le quite al Poder Ejecutivo la responsabilidad de gobernar. Puede mejorar mucho la calidad del diálogo. Las medidas de protección al mercado interno y estímulo de la demanda son fundamentales pero son necesarios incentivos a la transformación industrial. Porque si no vuelve a suceder que el sector industrial desequilibrado en términos comerciales termina descansando en el superávit de divisas que genera la actividad primaria. Ese es un modelo de industrialización a medias y eso no es consistente.
Página/12 - 19 de agosto de 2013