“Felizmente, una de sus abuelas pudo conocerla”
Laura Reinhold Siver tiene 34 años, es médica, está casada y tiene dos hijos. No estuvo en el anuncio, pero sigue de cerca todo lo que sucede en esta búsqueda que no necesitó judicializarse. Ella, que está anotada como hija biológica de quienes hasta ahora figuraron como sus padres, visitó hace cuatro años la casa de las Abuelas empujada por sus propias sospechas. Preguntó, buscó datos, pero no dejó su teléfono. En Abuelas sólo le dijeron que si alguna vez necesitaba algo podía ponerse en contacto con un nieto. Aunque ella no suspendió la búsqueda porque –ahora se sabe– durante esos cuatro años navegó en las páginas web para conocer la historia de cada abuela o vio fotos de militantes, no volvió a presentarse. La investigación, mientras tanto, avanzó por otro lado y los investigadores no supieron nunca hasta hace unos pocos días que la persona que estaban buscando era la misma que alguna vez había estado ahí. Ayer lo que más se escuchó decir entre quienes hicieron esa búsqueda fue eso, que Laura no sólo tenía sospechas, sino que estaba completamente convencida de que era hija de desaparecidos.
El caso de Laura es uno de los 37 expedientes que se investigan en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés. Hasta ahora ella era una de las hijas no restituidas, hija de Susana Leonor Siver y de Marcelo Carlos Reinhold. Desde hace años se sabía por los relatos de los sobrevivientes de la ESMA que su madre había tenido una niña, que el nacimiento había sido por cesárea en el Hospital Naval, que la niña había vuelto con ella al centro clandestino de la Marina y que en ese tiempo Susana la pudo amamantar.
Adriana Reinhold ayer estuvo sentada al lado de Estela de Carlotto. Es la tía de Laura, hermana de su padre, la persona que justo ayer debía declarar en el juicio por el robo de bebés y quien recibió el primer llamado de Abuelas. “La primera impresión del encuentro es un shock –-dijo–. Un golpe. Pero ella es muy especial. Cuando entré me miró los rulos, se rió porque ella tiene rulos, y me dijo: ‘¡Ahora entiendo!’” Laura tiene los rasgos de su padre y el pelo rubio de la madre. Lo primero que quiso saber fue quiénes eran sus padres, qué les pasó, dónde militaron, y cuando Adriana empezó a responder y usó las palabras “tu mamá” y “tu papá” varias veces, quedó sorprendida porque Laura le dijo que eso estaba bien, que quería que les dijera “mamá y papá” y la impulsó a seguir.
La historia
“Nosotros supimos desde el comienzo del embarazo –contó Adriana a Página/12–. Con mi cuñada compartíamos la médica, yo estaba embarazada de dos meses de mi segundo hijo y ella estaba de alrededor de cuatro. Después supimos del nacimiento por los sobrevivientes, aunque ya habíamos recibido una información, que nunca supimos de dónde venía, pero era de alguien que le había dicho a mi papá: ‘Felicidades, abuelo’, para febrero de 1978.”
Laura nació en ese febrero. A sus padres los habían secuestrado el 14 de agosto de 1977 en Haedo. Susana había conocido a Marcelo cuando estudiaba Derecho en la UBA, los dos militaban en la Juventud Universitaria Peronista y luego en Montoneros. En 1975, Marcelo estuvo preso dos o tres meses después de una razzia en la universidad: con los años, algunos sobrevivientes pensaron que quizá por eso su caso encolerizaba a los hombres del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), que no entendían cómo había estado detenido, había salido y vuelto a militar. Ese 14 de agosto lo secuestró una patota del SIN. Marcelo iba a una cita en taxi con su amigo Alejandro Odell. La patota empezó con Susana y terminó llevándose a los tres. Pese a que los trasladaron a la ESMA, algunos no descartan un paso previo por la casa operativa del SIN en Villa Adelina.
Lila Pastoriza declaró la semana pasada en el juicio por el robo de bebés, sobre éste y otros casos. Ayer estuvo en Abuelas. “Un día me llama un guardia cuando los traen porque Susana, que estaba embarazada, se había descompuesto, le dolían las piernas. La pusieron en una cucheta de Capuchita y como yo estaba hacía un tiempo largo, me pidieron y me acerco para hacerle masajes.” El 9 de noviembre de 1977 a Marcelo lo “trasladaron”, el eufemismo con el que se conocían las ejecuciones. Lila dijo que a Marcelo lo sacaron en un “traslado” con otro compañero. Que los dos pensaban que iban a salir en libertad y que tanto lo creyó Susana que durante mucho tiempo buscó en los avisos clasificados algún mensaje cifrado. Datos del Equipo Argentino de Antropología Forense determinaron después que su cuerpo fue el único que logró identificarse del estallido de un coche con explosivos.
“Me acuerdo de algunas escenas con ellos –siguió Lila–. De estar un día todos juntos, ellos cantaban temas de Sui Generis y entre esas canciones, ‘Canción para mi muerte’. Ella tenía una voz hermosa, eran muy lindos y muy jóvenes.” Para diciembre, Susana estaba angustiada porque no tenía noticias de Marcelo. Ya estaba en el cuarto de embarazadas y Lila había perdido contacto. “Todos teníamos la idea de que ella no tenía ninguna militancia política y creíamos que los marinos creían lo mismo. Un día me armé de valor y le pedí a (el capitán Luis) D’Imperio por ella, le dije por qué no la dejaban en libertad, para que pudiera tener su hijo afuera. Me acuerdo que D’Imperio me dijo: ‘Nunca más en la vida me vuelvas a pedir algo así’. Me lo dijo con voz de hielo, y yo conocía las voces y las miradas, las conocía muy bien. Me di cuenta de que no había nada que hacer, aunque en ese momento no éramos tan conscientes de lo que pasaba, no tomábamos conciencia de que se las mataba.”
Susana estuvo en el cuarto de embarazadas con María José Rapella de Mangone. A fines de enero de 1978 empezó con los dolores de parto. El médico encargado de los partos de la ESMA, Jorge Luis Magnacco, estaba de vacaciones y la atendió el jefe de Ginecología del Hospital Naval, que determinó el traslado para la cesárea. El caso está denunciado desde la Conadep. Otro testimonio importante fue el de Sara Osatinsky. La abuela de Laura, Luisa Bermúdez de Reinhold, se acercó a Abuelas en 1982. Poco se ha dicho hasta ahora de cómo llegó Laura al lugar donde la criaron. Una de las hipótesis ubica en el medio a D’Imperio, porque cada fuerza tenía a sus prisioneros y solía hacerse cargo también de la entrega de los niños. Estela de Carlotto dijo ayer que más allá de lo que los hijos sienten con sus padres, en este caso hubo un delito porque sus apropiadores falsearon su identidad desde el comienzo. Y contó también que quien funcionó como su padre alguna vez dijo que podía ser hija de desaparecidos.
Página/12 - 9 de agosto de 2011