Feminismo, cuidados y renta básica

Adriana Sabaté


El pasado miércoles 3 de mayo fui invitada a facilitar una pequeña formación, más bien un pequeño espacio de reflexión y debate, en nuestro local de Comunistes bajo el título “Feminismo, cuidados y renta básica”. Parece que el contenido resultó interesante a las participantes, por lo que a continuación trataré de transcribir mi aportación al debate.

Tradicionalmente, el término “trabajo” se ha utilizado para referirse al trabajo asalariado, también llamado trabajo productivo. Los feminismos cuestionan este reduccionismo y reivindican que trabajos también son los trabajos de cuidados, trabajos domésticos y familiares, también llamados (problemáticamente, como veremos más adelante) trabajo reproductivo.

A esta reivindicación le acompaña la denuncia de varios agravios comparativos que sitúan los trabajos de cuidados, tradicionalmente llevados a cabo por mujeres, en una posición subalterna respecto al trabajo asalariado. Mientras ésta última es remunerada, los primeros suelen hacerse gratis; mientras que el trabajo asalariado genera derechos –como el paro, las pensiones o la posibilidad de regularización de la situación administrativa– los trabajos de cuidados no generan derechos; el trabajo asalariado goza de reconocimiento social y tiene connotación de utilidad, mientras los trabajos de cuidados rara vez gozan de reconocimiento social y resultan invisibles; el trabajo asalariado habitualmente permite socializar con compañeros/as, mientras muchos trabajos de cuidados a menudo tienen lugar en el aislamiento del entorno doméstico; el trabajo asalariado suele tener un horario y calendario laboral mínimamente definido, descansos previstos y vacaciones, mientras los trabajos de cuidados no tienen horario ni calendario, fines de semana ni vacaciones… Por mencionar sólo algunos de los agravios comparativos que nos pueden venir a la cabeza analizando las características e implicaciones de estas dos modalidades de trabajo.

Como mencionábamos al inicio, los feminismos también problematizan la categorización clásica del trabajo asalariado como “trabajo productivo” porque produce bienes o servicios, y los trabajos de cuidados como “trabajo reproductivo” a pesar de ser precisamente los responsables de la producción de la vida, tanto cotidiana como generacionalmente. Al fin y al cabo, la esfera del trabajo asalariado no sería posible sin todos los trabajos domésticos y de cuidados familiares que sustentan la vida, la crianza, la nutrición, el descanso, la formación, la generación y regeneración de la fuerza de trabajo y la participación activa de cualquier persona en el mercado laboral.

No podemos perder de vista que necesitar cuidados no es una circunstancia pasajera, una excepción o un caso aislado, no somos individuos autónomos que desarrollamos nuestras vidas de forma independiente. Al contrario, nuestras vidas se desarrollan en interdependencia y todos necesitamos cuidados a lo largo del ciclo vital: durante la infancia y adolescencia, en cualquier enfermedad, accidente o pérdida, durante el embarazo y el postparto, en la vejez… Pero ¿quién acostumbra todavía hoy a cuidarlo?

Si miramos las cifras, por ejemplo, de los permisos de paternidad disfrutados durante el primer trimestre de 2021, ascienden a 41.000, mientras que los permisos de maternidad durante el mismo período ascienden a 123.000. Las reducciones de jornada por cuidado de hijos/as en 2021 fueron un 5% masculinas y un 95% femeninas. Las reducciones de jornada por cuidado de personas dependientes, 16% hombres y 84% mujeres. Las excedencias por cuidado de hijos/as, 5% hombres y 95% mujeres. Las excedencias por cuidado de personas dependientes un 22% hombres frente a un 78% mujeres.

¿Por qué se perpetúa esa desigualdad tan bestia? Evidentemente, se debe a toda una combinación compleja de diversos factores, pero trataremos de explicar dos de los principales: por un lado, la cultura patriarcal imperante, que todavía sostiene la creencia de que lo natural es que las mujeres cuiden. Esta creencia da lugar a una cultura empresarial sexista, que todavía hoy demasiado a menudo penaliza a quien ejerce los derechos de conciliación.

Por otra parte, el grueso del mercado laboral actual funciona todavía con unas condiciones de trabajo discriminatorias, que llevan a muchas parejas mixtas a querer preservar la integridad del sueldo principal masculino y sacrificar el sueldo inferior femenino. Así, se reproduce el círculo vicioso: si las mujeres tienen por naturaleza una mayor tendencia a cuidar, los hombres no se corresponsabilizan de las tareas de cuidado y ellas se ven empujadas a seguir haciéndolo. Si resulta excepcional que el permiso por cuidado, reducción de jornada o excedencia la solicite él, la empresa lo recibe como una falta de compromiso con el trabajo y lo penaliza, provocando que ellos pidan menos. Si las mujeres seguimos cobrando un 20% menos que ellos por término medio, nuestro sueldo se percibe como más prescindible y se protege el sueldo más alto de la unidad familiar, habitualmente el masculino.

Ante este panorama, ¿qué podemos hacer para transformar la situación? A continuación van una serie de interrogantes, de cuestiones para seguir reflexionando, de factores que pueden contribuir a superar la situación descrita sin constituir ninguno de ellos una solución suficiente al problema.

Para empezar, es imprescindible hablar de la corresponsabilización de los hombres en los trabajos domésticos y familiares y las tareas de cuidado en general; sin esa toma de conciencia y su paso a la acción pocas mejoras podremos conseguir. Como sociedad, evidentemente ampliar las medidas existentes de conciliación laboral, familiar y personal clama al cielo, y es que seguimos a la cola de Europa en este ámbito de derechos.

Los feminismos se cuestionan recurrentemente también la posibilidad de remuneración de los trabajos de cuidados por parte del Estado, con las ventajas e inconvenientes que tal medida podría comportar. Que las mujeres accedan a recursos económicos siempre es buena noticia, pero debería valorarse qué impacto podría tener una medida así en la segregación sexual de los trabajos.

Otro factor a revisar sería la legislación de extranjería, con ley vigente que vincula el acceso a los derechos de ciudadanía a la existencia de un contrato de trabajo. Modificar este aspecto y desvincular el trabajo asalariado del acceso al permiso de residencia colocaría a muchas mujeres migradas en situación de mayor igualdad ante la ley.

Obviamente, el cambio cultural y la transformación de nuestras mentalidades androcéntricas es condición de posibilidad para muchos de los factores que estamos enumerando, y debería ir acompañado de cambios estructurales del sistema de bienestar que pasen por una verdadera universalización de los servicios públicos de cuidados, tanto en la pequeña infancia, como en la atención domiciliaria, los cuidados durante el puerperio, el acceso a viviendas asistidas cuando las necesidades lo requieren… Aquí evidentemente no podemos evitar enlazar con cuestiones más generales que sobrepasan el tema que nos ocupa, pero lo condicionan decisivamente, como por ejemplo el control de precios de los bienes y servicios básicos que podría reducir el coste de la vida, por ejemplo, regulando el precio de la vivienda.

Dentro del ámbito estrictamente laboral, superar la brecha salarial de género y dignificar los sueldos por lo general contribuiría a un reparto más equitativo del resto de cargas de trabajo, así como la disminución de la jornada laboral general permitiría liberar tiempo para poder atender en mejores condiciones los trabajos de cuidados. Una palanca para poder negociar todas estas mejoras podría ser precisamente el establecimiento de una Renta Básica (esencialmente diferente a la Renta Garantizada, porque la RB es universal e incondicional mientras la RG es una prestación social condicionada a vivir en situación de máxima precariedad económica).

Bien, hasta aquí esta reflexión muy introductoria al tema complejo de los cuidados desde los feminismos, evidentemente sin aportar soluciones sencillas sino más bien con la pretensión de ampliar la multiplicidad de factores que pueden influir en esta cuestión tan poliédrica. Para profundizar en la propuesta de la Renta Básica resulta muy interesante sumergirse en el web de la Red Renta Básica. Los datos de este artículo han sido extraídos del artículo La igualdad de género en el ámbito laboral: ¿mito o realidad?, publicado por Equilatera Cooperativa en La Realitat.

- Adriana Sabaté, Educadora social i activista feminista.

 

Sinpermiso - 7 de julio de 2023

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