Fernanda Miño: “Quieren manotear el Fondo de Integración Socio Urbana para que no vaya la plata a los pobres”

Alejandro Rebossio

La ex secretaria de Integración Socio Urbana responde a las acusaciones sobre el funcionamiento de un fondo que estuvo a su cargo. Opina que Caputo busca quedarse con el dinero del impuesto PAIS que se destina a urbanización de villas. Advierte por la crisis: hay familias que eligen qué hijo empezará las clases por la falta de útiles o calzado.

En La Cava, villa de San Isidro donde vive desde que nació, hace 49 años, Fernanda Miño recibe a elDiarioAR. Después de andar por varios pasillos –asfaltados por una de las obras que coordinó al frente de la Secretaria de Integración Socio Urbana (SISU)– se llega a una reja y se entra a una casa que está casi en penumbras. “En la villa estamos todos colgados de la luz porque no llega Edenor, pero yo trato de ahorrar igual”, cuenta Miño. Ella y su referente político, Juan Grabois, del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), quedaron en el centro de la polémica la última semana por informes que el Gobierno filtró a algunos medios de comunicación sobre gastos presuntamente escandalosos y obras inconclusas de la SISU con los millonarios recursos del Fondo Fiduciario de Integración Socio Urbana (FISU), uno de los que podría integrar la lista de los que el Gobierno eliminará.

El FISU se nutre parcialmente del impuesto PAÍS, cuya recaudación se catapultó con el nuevo gobierno a partir de la devaluación y el aumento de la alícuota. El sucesor de Miño con rango de subsecretario, el libertario Sebastián Pareja, sostiene que por ahora no ha encontrado ninguna irregularidad y que si Javier Milei quiere, continuará con la política de urbanización de villas que inició el gobierno anterior.

Fernanda Miño, en el living de su casa, en la villa La Cava, en San Isidro. Martín Acosta.

—¿Quién del Gobierno está impulsando las acusaciones en su contra, que apuntan más bien a Grabois, mientras Pareja niega desfalcos?

—En los mismos medios, a la mañana dicen que somos todos ladrones y que hay corrupción y a la tarde salen a decir que está todo bien. A nosotros no nos llama la atención. Se están disputando el impuesto PAIS, que aumentó respecto a los años anteriores por la devaluación (es un porcentaje sobre los gastos en dólares). Por eso quieren demonizar el FISU para sacarlo rápidamente y que no tenga todas las auditorías que durante estos cuatro años de gestión tuvimos. Quieren usarlo para otros fines que no es la de integrar los barrios populares. Y quieren tapar la situación actual que está pasando el pueblo pobre, el pueblo trabajador: el aumento indiscriminado de los servicios, de los alimentos, esto de no tener paritarias, de un caos social porque no hay una atención directa. Entonces hay que taparlo con operetas, con peleas con artistas y parece que todos los días es un enemigo distinto. Nosotros sabemos la gestión que hicimos. Fue transparente, siempre estuvieron los datos abiertos para quien quisiera verlos. Vengan a ver qué van a encontrar acá: un montón de personas comprometidas, militantes, que hemos trabajado con todos los colores políticos en todo el país para mejorar la calidad de vida de las familias más pobres de la Argentina.

Para Miño, el Gobierno busca “instalar que Juan Grabois es el que manejaba los fondos, cuando él nunca fue funcionario”. “Sí acompañó los nombramientos y la política de los barrios, sí somos cercanos y acompañé su postulación a presidente”, aclara. Además, cree que las hostilidades pudieron haber escalado porque “es el único de la oposición que hoy tomó la voz de lo que viene pasando”.

Fernanda Miño en la puerta de su casa. Su patio funciona como un espacio cultural y de contención de niños. Martín Acosta

—La SISU nació con el gobierno de Macri, que comienza en diciembre de 2019. La acusan de haber contratado a 600 personas ¿es así?

—Fuimos aumentando el personal porque una cosa es hacer pequeñas obras en Buenos Aires o esporádicamente en algunos lugares y otra, terminar con 1.400 obras en todas las provincias. O sea que esos 600 estaban repartidos en un país tan grande como en el nuestro.

—Pareja dijo que él los había reducido a 450, pero como parte del ajuste del Gobierno y que incluso algunos los había recontratado porque se dio cuenta que era los necesitaba.

—Sí, hay trabajadores súpervaliosos. Administrativos, arquitectos, ingenieros, gente que se necesita para hacer las obras que hicimos nosotros, que fueron muchas, aunque falta un montón. Sabemos que hay 6.400 barrios y nosotros llegamos a 1.400. 

Una joven de La Cava en su casa mejorada con el programa Mi Pieza. Martín Acosta.

—¿Los empleados eran todos militantes del MTE?

—No, aunque sí había algunos militantes. Yo era la secretaria y soy militante del MTE. Lo que hicimos nosotros tiene que ver con el lugar donde caminamos, donde militamos. Yo no iba a poner un puñado de ingenieros agrónomos a hacer trabajo en el barrio porque tienen otra tarea. Los que mejor conocen los barrios son los militantes de esos barrios. Y muchos simpatizaban con Juan o con otras organizaciones sociales, pero de ahí a que sean todos...

—Y los contratos, ¿eran mayoría para las cooperativas del MTE?

—No. Primero, porque no tenemos tanta capacidad de trabajo. Es un puñado grande el MTE, pero había de todas las cooperativas, como las del Movimiento Evita. Por la ley de barrios populares, el 25% de las obras tenía que hacerse a manos de cooperativas.

—¿Y el otro 75%?

—Nosotros celebramos convenios directamente con cooperativas, con la Iglesia, sindicatos, alguna universidad y también con municipios y provincias. Y cuando llegaban los convenios con municipios y provincias había un 25% que tenía que ser absorbido por mano de obra local de las cooperativas. En el caso de Mi Pieza (un programa para que mujeres de barrios populares pudieran mejorar sus hogares), eran mujeres directamente quienes hacían el trabajo dentro de sus casas con su familia.

Todavía hay cooperativas del movimiento de Grabois asfaltando pasillos de La Cava. Martín Acosta.

—¿Es cierto que sólo el 6% de las obras se finalizaron?

—No es verdad. Considerando todas las líneas de trabajo, el porcentaje de obras finalizadas es del 82,4%. Eso incluye las obras de Mi Pieza, las de integración y las de lotes. En total fueron 251.395 obras y finalizadas, 207.244. Lo del 6% es una mentira que surge de sumar los barrios con beneficiarias de Mi Pieza, que fueron más de 5.000, y las obras de integración, que fueron más de 1.200, y sobre eso calcular más de 400 obras de integración terminadas. Otras obras están en ejecución, no se terminaron porque cambió la gestión.

—Acá en su barrio hay obras de cloacas de las que, según el municipio de San Isidro, se hizo el 42%.

—Se hizo hasta que cambió el gobierno municipal y el nacional. En este caso, nosotros financiamos gran parte de las obras, las auditamos, pero no las realizamos. Las realizan los entes ejecutores. En este caso, el municipio.

—Hay vecinos que dicen que desbordan las cloacas a medio hacer, se inundan.

—Es que si la obra no terminó, todavía no se ha solucionado el problema. Desde que yo tengo uso de razón se inunda porque este lugar es un pozo. Siempre se hicieron obras con fondos nacionales. Nunca el municipio destinó fondos para mejorar estructuralmente los barrios populares de San Isidro. Esperemos que alguna vez se revierta. Pero cuando hay una una obra, hay dificultades y más si no están terminadas. La Cava tiene casi 80 años y en una gestión no se soluciona nada si las obras no se continúan.

Viviendas nuevas en La Cava. Martín Acosta

—En el informe que filtró el Gobierno apuntan que la mayoría de las 400 obras terminadas, unas 133, son de cordón cuneta y vereda.

—Es desconocer la realidad de los barrios cuando se piensa que no son obras importantes. Pero también hay polideportivos, salones de usos múltiples, salitas no solamente de salud, sino también lugares de esparcimiento, plazas. Pero si vas a un barrio, no necesitan un sauna con jacuzzi, necesitan un cordón cuneta, una vereda, porque es el acceso que tienen muchas veces, además del asfalto. En algunos lugares pudimos hacerlo en conjunto con los gobiernos locales. En la mayoría de los barrios había calles de tierra y no había accesos. Si llovía, se quedaban ahí hasta que se secara un poco. Necesitas veredas para poder salir con carritos para salir a comprar o al colegio, al trabajo. Los barrios no necesitan una cancha de tenis, necesitan acceso para ir a trabajar, al médico, a estudiar. Te lo digo por experiencia.

—Se llegó a decir que no vivía más acá.

—Estás acá, en el living de mi casa, en el sector 20 de Junio de La Cava de San Isidro. Vivo acá hace casi 50 años. Mi familia vive acá, mis viejos ya no los tengo, pero vivíamos en El Pozo, que es un humedal. Había una laguna y un basural enfrente de mi casa. Ahí viví hasta los 20 años que nos casamos con mi esposo y me vine a vivir acá.

—El año pasado, en otra entrevista, me dijo que podría haberse mudado de acá pero quiso quedarse.

—De hecho, sigo teniendo la posibilidad de mudarme. Pero yo acá tengo grandes amores de mi vida, no solamente mi familia. Me conocí acá con mi esposo, tengo mis hijas acá y tengo los espacios sociales que uno acompaña. Podría optar irme de acá por una cuestión hasta de seguridad, porque en el barrio hay momentos en que está muy difícil, pero yo quiero transformar esta realidad; es la que me toca, es la que por raíz tengo, es en la que me eduqué y soy la persona que soy por vivir en este espacio. Yo milité siempre acá y es algo que sigo haciendo ya sin la responsabilidad del Estado, porque la política no el único instrumento para transformar. Por ejemplo, el patio de mi casa se transformó en un espacio cultural. Que yo me vaya de mi barrio sería un fracaso para mí, personalmente.

—Se dijo también que gastaron $130 millones en viáticos.

—Si se refiere a lo que es la ley del Fondo de Integración Socio Urbana, no podemos gastar viáticos de ahí. Ese fondo es específico para obras. Por eso quieren manotear para que no vaya la plata a los pobres. Los viáticos son de los ministerios y los funcionarios viajábamos con los viáticos. Si tenías que ir a un lugar, el Ministerio de Desarrollo Social te financiaba y te sacaba los pasajes. Los auditores, nuestros propios compañeros arquitectos, tenían que ver las obras, asegurarse que estén adelantadas para continuar con los desembolsos.

—También se dijo que las casas nuevas que se hicieron acá en La Cava fueron para sus amigos, los promotores del barrio.

—Podemos llamar a ver quiénes son. En un lugar tan multitudinario como La Cava, donde hay más de 2.400 familias, con tanto hacinamiento, la idea era empezar a hacer distintas casas para deshacinar un poco y entrar los servicios. Las casas eran para las apertura de calles, no podíamos dárselas a un vecino porque era conocido o pariente.

Antes de ser funcionaria, Miño fue empleada doméstica y catequista. Martín Acosta

—¿O sea que recibieron casas aquellos que vivían en viviendas derribadas para hacer calles?

—Claro, aunque muchas veces no se pudo hacer. A veces hacés diez casas para abrir una calle y el que está viviendo en la calle te dice: “Yo la necesito más que esto”. Falta espacio, es muy difícil. No hay día en que no pase acá después de las 17 el que necesita casa, aunque saben que ya no estoy en la gestión del Estado. Siguen viniendo por el paquete de arroz, el cartón de leche, la posibilidad de trabajo en la cooperativa. Es un pedido totalmente sincero ante esta situación social que estamos viviendo, pero hoy no podemos dar respuesta de ningún tipo, más allá del trabajo, de que seguimos reclamando y viendo cómo nos organizamos para hacer una olla, porque también los alimentos han dejado de estar en los comedores.

—Usted que vive acá, ¿cómo ve la situación social? Más allá del aumento de precios de alimentos y productos de higiene, la falta de ayuda a los comedores, la niña que robó útiles escolares en La Pampa, el joven que murió electrocutado en Rosario cuando intentaba robar cables, los asaltos seguidos de homicidio en el conurbano.

—Como en todos los barrios populares, tenemos muy a flor de piel todo el tema de de los chicos que eligen otros caminos porque nos faltan oportunidades de estudio, laborales. Siempre está la tentación muy a la mano. Nosotros pudimos hacer ese traspaso de los chicos de la esquina al trabajo cooperativo, con todas sus deficiencias. Porque a veces una persona entra a trabajar, lo que pide es compromiso, pero por ahí esa persona la está pasando muy mal o es de familias muy rotas. Los que hoy agarran una pala y están haciendo un pasillo, cuando esa obra desaparezca, cuando se terminen los recursos, van a tener la tentación de buscar trabajo en otro lado, en el mejor de los casos. Pero con toda esa historia y todo ese dolor, pueden volver también a la esquina. Y eso vuelve a ser un círculo totalmente vicioso de no tener y buscar lo que el Estado o la sociedad no le da.

Yo escuchaba hace poco liberados que a través de la SISU conseguían trabajo para insertarse nuevamente en la sociedad. Se cortó. Entonces hoy esos muchachos, esas chicas están buscando recursos para hacer una olla popular en el borde de una calle. Esa es la realidad que no se ve, que a veces la falta de este trabajo del Estado hace que estas cosas vuelvan a ser terribles dentro de un barrio. En un barrio es más fácil que entre la droga que cien ladrillos para construir una casa. Esa es la realidad con la que nos enfrentamos. No solamente la falta de alimentos y que las familias tengan que elegir qué chico va a empezar el colegio y cuál no todavía porque no pueden comprarles zapatillas a los cuatro, hojas de carpeta, el cuaderno.

Las familias tienen que elegir qué chico va a empezar el colegio y cuál no todavía porque no pueden comprarles zapatillas u hojas de carpeta a los cuatro.

—¿Por qué no hay explosión social, no hay saqueos, no hay protestas masivas?

—Juan (Grabois) viene hablando de implosiones, que el pueblo pobre es manso, no organizado. Yo me voy a mis diez años, cuando trabajaba como empleada doméstica, como trabajé hasta los 20, y le preguntaba a mi mamá por qué éramos pobres. “Bueno, porque es así, porque somos pobres.” No había explicación para la pobreza. Cuando sos pobre querés laburar para salir adelante, conseguir el plato de comida, mandar a tus hijos al colegio, no hay tiempo para organizarse e ir en contra de nadie porque no tenemos los culpables, no nos han educado para eso.

Yo hice mi secundario a los 21 años y después empezó todo. La educación me abrió la cabeza. Yo viví en ese sistema de pensar solo en traer dinero a mi casa porque trabajaba en otra casa limpiando. Por eso les da temor cuando los pobres se organizan, quieren salir adelante. Apuntan, demonizan lo que hizo en el Estado un puñado de militantes que se dieron cuenta, elaboraron, lucharon y se juntaron con otros. Y el Estado estuvo ahí para darnos un lugar, entrar y transformar realidades.

Pasillo asfaltado en La Cava Martín Acosta

—¿Recibió llamados de solidaridad por las acusaciones públicas de los últimos días?

—Primero de la familia, que es la que me hace sentir totalmente fortalecida. Después, mis hermanos. Tengo siete hermanas, y cinco viven en el barrio. Después, compañeros de la catequesis, que por ahí ni siquiera son militantes ni tienen un color político determinado y me llaman y me dicen “conocemos lo que hacés”. Gente que trabajó al lado mío y que sigue estando hoy más allá de la gestión, distintos funcionarios de las provincias donde hemos tenido trabajo en estos últimos años.

—¿El Papa la llamó?

—No conozco al Papa, conocí una vez al sacerdote (Jorge) Bergoglio en un locro.

—¿Y políticos no peronistas?

—Pablo Javkin (intendente de Rosario) me mandó mensaje. El expresidente Alberto Fernández me llamó para solidarizarse, me dijo que conocía de mi integridad y el trabajo de estos años y se ponía a disposición para lo que lo necesite. Y están todos los compañeros propios que salen a bancar públicamente y otros que no pueden hacer publicaciones porque también están marcados, pero los puedo convocar.

—¿Qué autocrítica hace de su gestión y de la general de Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa?

—Mirá, yo te puedo hablar de mi gestión. Me encantaría ser economista y entender otras cosas. A mí me toca ver la realidad, sabiendo que quedaron muchas asignaturas pendientes. Desde nuestro espacio, nos hubiese encantado llegar a más barrios. No nos dio el tiempo ni la vida para hacerlo. Había tres días por semana que no estaba en mi casa porque estaba recorriendo las provincias y viendo que haya voluntad política, que se siguieran haciendo obras en los barrios y que hubiese aportes de los propios municipios y provincias. Nosotros dejamos en una situación incómoda a la gestión siguiente: dejamos una vara muy alta con programas como Mi Pieza, con los 25.000 lotes que hicimos, el trabajo en lo cultural en muchos de los barrios, el de organización que dejamos hoy muchos de los promotores que estaban en todo el país. Ojalá que que el nuevo subsecretario esté con esa misma voluntad, con ese mismo amor por transformar lo que todavía está esperando por obras. Nos va a tener acá para darle la mano.

 

Fuente: El Diario Ar - Febrero 2024

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