G20
Gran Bretaña que había sido furiosamente proteccionista en el siglo XVIII, tras la revolución industrial en que el telar mecánico reemplaza al manual y se inventa la máquina a vapor, pasa a ser la gran industria del mundo y necesitaba alimentos y materias primas baratas, de allí que fundamenta la necesidad de la división internacional del trabajo para que ellos que tenían capital intensivo sean la industria y nosotros, por ejemplo, dotados de extensas llanuras fértiles, seamos los proveedores de carnes y granos. El instrumento fue (y es) la libertad de comercio (en el lenguaje de la época el “libre cambio”).
Obviamente lo que se cuidaron de decir es que los saltos tecnológicos y aumentos de la productividad se dan más rápidos y profundos en la industria, que la industria genera trabajo y trabajo de calidad que mayor es cuando más se desarrolla, en cambio la producción primaria absorbe poca mano de obra, y se genera un deterioro de los términos de intercambio porque cada vez se debe dar más horas hombres de trabajo de la segunda a favor de la primera actividad.
Esa división tajante del trabajo ha sido cuestionada y sufrida por los pueblos de los países no industriales y aseverada por inteligentes economistas de los países centrales, como es el caso de John M. Keynes quien, en un trabajo denominado “La Autosuficiencia Nacional”, publicado en México en 1934, comienza afirmando: Me he criado, como la mayor parte de los ingleses, en el respeto al libre cambio, no sólo como una norma económica que ninguna persona racional e instruida puede poner en duda, sino casi como parte de la ley moral. Consideraba cada desviación de él, al mismo tiempo como una imbecilidad y como un ultraje. Creía que la inalterable política de libre cambio de Inglaterra, mantenida por cerca de cien años, era la explicación ante el hombre y la justificación ante el cielo, de su supremacía económica. Para después argüir y fundamentar a los largo del escrito que eso no era verdad, y que: “El capitalismo internacional, decadente pero individualista, en cuyas manos nos encontramos después de la guerra, no es un éxito. No es inteligente, no es hermoso, no es justo, no es virtuoso y no entrega los artículos”.
Keynes se da cuenta que las reglas que imponen los grandes capitales de los países centrales solo beneficia y cada vez más a una minoría de la población, marginando y excluyendo a cada vez más amplios sectores, cuando debía aprovecharse el avance de la ciencia y de la técnica a favor de toda la humanidad: “No queremos estar, en consecuencia, a merced de las fuerzas mundiales que están poniendo en práctica o tratando de poner en práctica alguna uniformidad de equilibrio de acuerdo con los principales ideales, si así puede decirse, del capitalismo de “Iaissez faire”. “Queremos ser nuestros propios amos y queremos estar tan libres como podamos de las interferencias del mundo exterior. Mirada pues, desde este punto de vista, la política de un creciente abastecimiento nacional debe considerarse, no como un ideal en sí mismo, sino como un medio de crear un ambiente en el cual pueden perseguirse a salvo y convenientemente, otros ideales”.
Bien el G 20 son las “fuerzas mundiales” que dice Keynes, ellos necesitan asegurar que la división del mundo entre países industriales y desarrollados con su casta dominante en cada uno de ellos, impongan sus condiciones al resto del planeta, primero fueron el G7 conformado por EEUU, Canadá, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y Japón, ya a fines del siglo XX la presencia de China como gran potencia industrial asociada a capitales europeos y estadounidenses, obligó a darle participación en el dictado de las reglas y comportamiento esperado de los demás (que somos nosotros), entonces se creó este acuerdo en el año 1999, cuya undécima cumbre se realizó en los días 4 y 5 de septiembre de 2016 en ciudad de Hangzhou – China.
Formalmente son 19 naciones (de nuestra región Brasil, México y Argentina), más la Unión Europea. EEUU (20% del PIB mundial), China (18%) y la Unión Europea (20%), más la India (7%), más Japón (5%), más Rusia y los demás representan el 85% del Producto Bruto Interno (PBI) del mundo y dos tercios de su población. Pero obviamente que eso no significa que se defiendan los intereses de la amplia mayoría de su gente, sino la reproducción del capital más concentrado y a como dé lugar, sin importarle el impacto en el medio ambiente, en la pobreza, en las enfermedades que con un mínimo porcentaje de los recursos que administran se puede combatir u desterrar, en las guerras, etc. etc.
Los Presidentes de estos países se reúnen para ver cómo seguir sin que otra crisis financiera derrape la tendencia que el FMI -que es su base económica y “gurú”-, pronostica un crecimiento global del 3,1% en el presente año y 3,4% en 2017, de los cuales se espera que los EEUU lo hagan en un 2,2% y 2,4% respectivamente; China 6,6% y 6,2%; pero América Latina y el Caribe las proyecciones son -0,4% en 2016 y de 1,6% en 2017.
O sea que lo que se defiende y perpetua es la división internacional del trabajo que el presidente argentino, Mauricio Macri, corrobora cuando ofrece, como lo hacían Mitre, Avellaneda, Roca y toda la pléyade que supieron gobernar este país y propician la subordinación a los mercados internacionales, las fértiles tierras que producen hoy alimentos para 400 millones de personas y puede llegar a producir en poco tiempo el doble.
Por supuesto que recibió el saludo del presidente Obama y de los demás países centrales, incluso del presidente chino, Xi Jinping, quién en su discurso de cierre del G20 instó a las mayores economías del mundo a impulsar el crecimiento a través de la innovación, y no sólo a través de medidas fiscales y monetarias. “Queremos revivir los motores de crecimiento del comercio internacional y la inversión. Respaldaremos mecanismos de comercio multilaterales y rechazaremos el proteccionismo para revertir el declive del comercio global". Esto traducido es: Nosotros le vendemos productos industriales que generan trabajo y ustedes nos venden alimentos baratos, que en el caso de China son principalmente forrajes para engordar sus animales. También por supuesto minerales y energía que ustedes no pueden usar y nosotros sí.
INCONSITENCIA DEL ACUERDO
Igual que nos sucedió en la llamada generación de 1880, el acuerdo con los gobiernos del G20 presenta las siguientes inconsistencias:
- No genera puestos de trabajo (desindustrializa y primariza la economía)
- Ataba al país a Gran Bretaña, ahora a los grande compradores del G20
- Se dependía (ahora se depende) del ingreso de divisas de los que nos compraban, incluso de las importaciones y del financiamiento, y fijaban (fijan) el precio de lo que le vendíamos
- No permitía (ni permite) desarrollar otras actividades, ni otra integración comercial y financiera, por ejemplo nada de acuerdo de defensa del mercado local o regional.
- Termina en crisis de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, como sucedió en 1990, dado que las importaciones son crecientes y cada vez más caras en términos de las exportaciones, y se incurre en fuertes endeudamientos para financiar el desembarco de los capitales y su posterior fuga.
En síntesis, los grandes decisores del G20 aplaudieron el discurso de Macri cuando puso como principal logro de su gobierno el pagarle a los houldouts y volver a tomar deuda externa, lo mismo pasaba con Menem cuando los aplaudían por las privatizaciones y el endeudamiento, pero sabemos cómo termina esa historia, con una minoría enriquecida y con capitales en el exterior, y un país empobrecido y a la deriva.
El G20 principalmente lo que hace es garantizar que los más ricos sean cada vez más ricos, y que los demás creamos que esto debe ser así. Bartolomé Mitre lo explicó mejor que nadie, cuando en la guerra de la Triple Infamia afirmó: “En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio (...) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”.
Especial para sitio IADE