Guerra al corazón sudamericano

Javier Azzali


El golpe de estado en Bolivia es la peor deriva posible de la disputa entre dos modelos de sociedad opuestos, cuya encrucijada se dirimía en las últimas elecciones: saber si Bolivia ratificaba el camino hasta ahora transitado, o si retrocedía y desarticulaba lo conquistado, como señalamos en una nota reciente con algo más de desarrollo (1).

El gobierno de Evo Morales fue estrangulado por un juego de tenazas entre la acción externa de la OEA, en su histórico rol de ministerio de colonias y gestor de los intereses imperialistas de los Estados Unidos, por un lado, y una coalición local armada de policías, grupos de tarea civiles y sectores políticos de la oposición, por el otro. La metodología es tan violenta como inquietante para el futuro de nuestros países. La policía libera la zona y quita su obligación de proteger a los funcionarios, para entregarlos al ataque directo de grupos de tarea, quienes extorsionan mediante la agresión y, en varios casos, el secuestro de las personas y sus familiares. El gobierno tenía acérrimos enemigos declarados de los que no pudo defenderse, como en definitiva, la ha ocurrido a cada movimiento nacional popular de cada país. El artículo publicado por Teodoro Boot en Zoom es elocuente sobre la necesidad de aprender a defender el sistema democrático de agresiones semejantes, bajo riesgo de una inestabilidad permanente (2).

El curso violento y criminal contra las masas en protesta parece recrear una nueva guerra al corazón sudamericano. Al modo del Paraguay de Solano López en 1864, también acusado de dictador a perpetuidad, se destruye hoy en la Bolivia de Evo Morales, un testimonio exitoso de desarrollo autónomo, de búsqueda de un ejercicio de la democracia igualitaria y de raíz popular. El mito del atraso innato de la cultura latinoamericana, por su condición de mestiza de lo indígena, criollo y europeo, se derrumba con la sola observación de la experiencia boliviana, como en el siglo XIX con Paraguay.

Bolivia es un país con una población nativa de diversidad de orígenes y culturales, tan variada y rica como su geografía, que combina el alto andino sudamericano, con las llanuras, valles y yungas, la región amazónica y la chaqueña. Sin embargo, ha sufrido durante décadas un atraso económico y desigualdades sociales, a consecuencia de una geopolítica del encierro impuesta, mientras se desarrollaba una visión de auto desprecio profundo, con culpas atribuidas al mayoritario pueblo nativo. Históricamente humillado, por la Guerra del Pacífico y la pérdida del litoral, por la Guerra del Chaco, y la estigmatización internacional del país con la política de erradicación de la hoja de coca impulsada por Estados Unidos, la política de Evo Morales recupera, además, una autoestima nacional perdida,. Tal vez, como última etapa de un largo período discontinuado, de avances y fuerte retrocesos, de un movimiento nacional boliviano con punto de inicio en “el hecho clave y la divisoria de aguas de la conciencia social boliviana”, como denominó Carlos Piñeiro Iñíguez a la Guerra del Chaco, sede trágica del encuentro entre el Bolivia andino y el oriental, y sedimento de la confianza para la posterior alianza revolucionaria (3). El ciclo de las presidencias de Evo Morales se basó también en una alianza político-étnica similar, a partir de los alzamientos populares de las guerras del agua y del gas, para dar lugar a una política de nacionalización de recursos naturales, redistribución de la riqueza y crecimiento productivo.

La tragedia del pueblo boliviano es manifestación del drama de toda Latinoamérica. Bolivia quedó aislada en su revolución nacional y democrática, con su nacionalización de la economía y los recursos naturales, y el reconocimiento de derechos iguales para las mayorías indígenas y campesinas. Un aislamiento involuntario dado a partir del giro reaccionario de Brasil y Argentina, que dejó al país andino-amazónico-chaqueño en una soledad política al servicio de la rapiña proimperialista, cuyo respaldo a los enemigos internos fue determinante para el desequilibrio político de la disputa por el poder local. Con la UNASUR y la CELAC vaciadas, la OEA recuperó parte de su antiguo rol retardatario perdido en los últimos años. Un proyecto como el de Evo Morales solo es sostenible en el tiempo en la medida en que Sudamérica se integre desde la defensa de su propio interés, en el marco de la multilateralidad a nivel mundial. Al contrario, lo que se ha verificado en los últimos años es la destrucción de aquellos organismos supranacionales que eran expresión directa de un incipiente proceso de unificación autónoma, y del MERCOSUR, que retrocedió a una etapa incluso previa a su constitución y del cual hasta el propio presidente de Brasil amenaza con abandonarlo en lo inmediato. El gobierno de Brasil adhirió inmediatamente a la tesis del fraude electoral y amenazó con invocar la cláusula democrática a Bolivia en el MERCOSUR y en la OEA, mientras el gobierno de Argentina, en abril último, se retiró de la UNASUR con la incomprensible excusa del “alto contenido ideológico” del organismo, cuando justamente Bolivia tenía la presidencia pro tempore. La escalada de hostigamiento a Bolivia por parte de los poderosos estados vecinos y hermanos, de los cuales debía esperar solidaridad y colaboración, fue un factor de fuerte desequilibrio.

Brasil, de esta manera, junto a la liquidación de la integración continental con autonomía, ha venido adoptando nuevamente el rol de subimperialismo, como denominaban el brasileño Ruy Mauro Marini y el uruguayo Vivian Trías, a la pretensión de expandir su dominio sobre la región, en desmedro de sus países vecinos y aliado interesado de los Estados Unidos, como con las dictaduras militares de 1964. Justamente, el presidente Jair Bolsonaro es un admirador expreso de éstas, así como repulsivo de los pueblos indios, por lo que la hostilidad hacia la figura de Evo Morales encuentra motivos múltiples a los ojos de las proyecciones dominantes en la región (4). También, en la tradición de los antiguos bandeirantes, en los últimos años ha aumentado notablemente el área de influencia de empresas brasileñas como Odebrecht, Vale do Rio Doce y Petrobras con el mismo comportamiento rapaz que las multinacionales, en el continente y en particular, en el oriente boliviano. Bolivia, pese al crecimiento y el desarrollo de los últimos catorce años, sigue siendo una economía primaria de exportación de minería, petróleo y gas, y productos agropecuarios, con una relación dependiente de Brasil, con quien tiene un importante déficit comercial. Además, comparten compartir una extensa frontera con la zona más rica, la medialuna oriental, justamente donde residen las clases sociales con aspiraciones de supremacía étnica y vocación separatista.

Ahora, el panorama para Bolivia es desolador porque confluyen dos factores explosivos: la ausencia de un poder nacional contenedor de los distintos sectores sociales y étnicos, y la falta de un poder regional que pueda proporcionarle un espacio de contención y resolución pacífica del conflicto. La división política es tanto geográfica como económica, en donde aún persisten fuertes divisiones étnicas, que podrían amenazar la integridad estatal, de profundizarse. Se han desatado las fuerzas disgregadoras de las oligarquías locales que, cuya única unidad nacional posible, en su expectativa política, es la de la unidad a palos, golpes y represión. Como en tantos casos, la unidad nacional democrática sólo está en el horizonte de los sectores populares, trabajadores, indígenas y campesinos, ahora debilitados por el golpe de estado y la crisis social derivada.

Se trata de la manifestación más cruel vista en estos últimos años -con la que se viene amenazando a Venezuela, en verdad- de la penetración imperialista en la región, tras el último ciclo de coincidencia de gobiernos populares.

Como es bien conocido en nuestro continente, la fragmentación y los conflictos internos son parte del entramado imperialista históricamente proyectado hacia la región. No en vano, la UNASUR tenía como uno de sus principios rectores la paz y democracia para la región. No era una proclamación ingenua sino que, a la luz de los acontecimientos actuales, de acuerdo a la historia de divisiones en el continente, se tratan de principios de alto valor político para la prosecución del necesario e imprescindible objetivo estratégico de la unidad continental, con sentido de defensa del interés propio regional frente a las potencias mundiales.

Desde Haití y Chile, cuyos pueblos son víctimas de brutales represiones por parte de sus gobiernos, Colombia con su centenar de crímenes de dirigentes sociales, campesinos e indígenas, el asedio salvaje sobre Venezuela, y las crisis económicas, institucionales y sociales de Brasil y Argentina. Después de todo, Bolivia no podía ser Cuba, como tampoco lo es Venezuela. Tampoco parece casualidad que el golpe se haya consumado justo cuando Argentina se predispone a intentar aunque sea tímidamente la senda nacional democrática, la promesa de protagonismo político de Lula con su flamante libertad, el alzamiento popular en Chile y Ecuador que debilita los experimentos entreguistas, y la aparición del grupo de Puebla con su orientación continentalista.

El pueblo boliviano necesita de una política de solidaridad argentina urgente, como lo testimonia la residencia en nuestro país de una nutrida, laboriosa y digna colectividad boliviana, hermanos que reeditan sin solución de continuidad desde la época colonial el viejo camino entre el Alto Perú y el Río de la Plata. La defensa del interés nacional argentino también lo requiere.

Notas

1. “Elecciones n Bolivia: un país en la encrucijada”, en sitio, https://www.megafonunla.com.ar/notas/2019-10-23_elecciones-en-bolivia-un....
2. “Sin árbol, sombra ni abrigo”, en sitio: https://revistazoom.com.ar/sin-arbol-sombra-ni-abrigo/.
3. “Desde el corazón de América, el pensamiento boliviano en el siglo XX”, Piñeiro IñIguez, Carlos; Ed. Plural, 2004, La Paz.
4. “Bolsonaro: 100 días de guerra contra los pueblos indígenas” en sitio https://elpais.com/elpais/2019/04/11/3500_millones/1554971346_439815.html. Ver también, https://eldeber.com.bo/86763_politicos-ven-que-bolsonaro-puede-estorbar-... y https://mundo.sputniknews.com/america-latina/201911121089282889-sucesos-...

 

Revista Zoom - 25 de noviembre de 2019

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