Hambruna a la vista
Si bien es cierto que las calamidades representadas por estos cuatro jinetes y sus caballos han ocurrido durante toda la historia de la humanidad en diferentes grados, en forma especial estos símbolos se aplican a los eventos de los últimos días.
Aumenta el precio de los alimentos
En ocasiones anteriores las hambres estaban localizadas en lugares aislados pero el caballo negro representa un tiempo cuando el hambre afectará a gran parte de los que viven en la tierra.
“Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.” (Apoc. 6.5, 6) Según el profeta Jeremías el color negro se compara al hambre (Lam. 5:10).
La balanza representa el poder económico que fija precios a los productos. El denario era el salario de un día para un jornalero. Normalmente un hombre consumía diariamente casi dos libras de harina de trigo, y podía comprar con un denario aproximadamente 16 libras de trigo.
El hecho de que se anuncie un tiempo cuando dos libras de trigo cuesten un denario representa un aumento de ocho veces el precio del alimento basado en el mismo salario; o lo que seria igual: el salario de un día solo alcanzaría para comprar los alimentos indispensables del trabajador, sin contar que este tenga que sostener a una familia. Si notamos en el texto bíblico no se habla directamente de hambre por carencia de alimentos pero si de una crisis económica que elevaría el precio de los alimentos. Tal cosa es lo que vemos hoy y según la profecía el precio subirá aún más. Mucho más está por verse ya que los otros jinetes harán también su obra de destrucción. El profeta Zacarías vio unos caballos negros recorriendo las tierras del norte y después de ellos vinieron los caballos blancos (Zac. 6.6).
Los cambios imprevisibles del clima, atribuidos por unos a la rebelión de la naturaleza y por otros a la irracionalidad del hombre, están convirtiendo nuestro planeta en un lugar cada vez menos seguro para habitar.
Para aumentar toda esta desgracia acaba de salir un documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que nos está advirtiendo sobre un inminente peligro de hambruna para la mayoría de la población mundial, en especial para un mil de millones de pobres.
Resulta que el mayor productor de maíz y soja en el mundo, Estados Unidos está sufriendo la peor sequía en los últimos cincuenta años y está afectando un 75 por ciento del territorio con estos cultivos. Si tomamos en cuenta que Norteamérica produce 333,010,910 toneladas de maíz al año, lo que constituye el 40 por ciento de lo que se cosecha en el mundo, y un 36 por ciento de la soja (66,790,000 toneladas), llegaremos a la conclusión que las consecuencias de esta baja afectarán drásticamente a los países importadores de estos productos, en especial a los mexicanos, centroamericanos y caribeños cuyo abastecimiento depende directamente de EE.UU.
En otra parte del planeta, Australia, que es el cuarto productor de trigo en el mundo, está afectada por las peores inundaciones en décadas y las estimaciones de su cosecha de granos y algodón fueron rebajadas sustancialmente.
Las persistentes lluvias en el Brasil obligaron a su gobierno a dar apoyo financiero a más de 135,000 campesinos cuyas cosechas de maíz y soja fueron dañadas.
Actualmente los ganaderos brasileños están solicitando a su gobierno la importación de 300,000 toneladas de soja de Bolivia para alimentar a su ganado, principalmente cerdos.
Las lluvias del monzón, inferior a lo habitual en la India son la causa principal de una baja de 7,8 millones de toneladas de arroz en el mundo. En Rusia, Ucrania y Kasajstán, importantes productores de cebada y trigo a nivel internacional, están sufriendo altas temperaturas y todo indica que la cosecha de estos granos será inferior a la del año anterior en un 12 a 15 por ciento.
Según el Banco Mundial (BM), la crisis alimentaria ya está tocando puerta del planeta. En los últimos dos meses se registró un alza de casi 50 por ciento del precio de maíz y trigo y un 30 por ciento de soja. La tonelada de maíz subió en julio pasado a 333.1 dólares, mientras que en 2010 el costo fue de 186 dólares. El BM advierte que los precios de los cereales serán inestables y superiores a la medida al menos hasta 2015. El repunte de los precios no sólo afectará el de pan y los alimentos elaborados, sino también el de forraje y de la carne.
Se espera que los norteamericanos tendrán que pagar un 16 por ciento de su presupuesto en vez del 13 por ciento actual por su comida en la mesa y los rusos unos 35 por ciento (actualmente 30%), mientras que en los países más pobres, como en Egipto, por ejemplo donde se gasta un 80 por ciento del presupuesto familiar en alimentos, la subida de los precios representa una amenaza para la estabilidad socio económica.
Precisamente la crisis de alimentación en Egipto fue utilizada por los promotores del “caos organizado” para una supuesta revolución que hizo desestabilizar aún más la situación en el Medio Oriente. El mismo problema causado por la falta de comida está creciendo en Argelia.
Todas estas noticias están ya afectando y los especuladores están de fiesta. El incremento de los precios de cereales no se debe solamente a la disminución de la cosecha sino a otros factores que nada tienen que ver con los productores y consumidores. Según Julián Orman, especialista del World Development Movement, hace 10 años la especulación con las materias primas alimentarias era un terreno de operadores y productores. Sin embargo, desde hace cinco años los inversionistas se dieron cuenta que la inversión en los alimentos no es menos provechosa que en el petróleo y en especial, después de que el precio de maíz fue conectado con el precio del oro negro.
Entonces los Fondos de Inversión Libre (Hedge Funds) y los inversionistas privados comenzaron a comprar instrumentos financieros ligados al precio de productos alimentarios, a la manera como lo hicieron antes con los mecanismos ligados al precio de petróleo, haciendo crecer en los últimos cinco años la inversión en alimentos de 35 mil millones de dólares a 300 mil millones. Están apostando en esta era globalizada por un constante incremento del precio de la materia prima alimentaria debido al proyectado crecimiento de la demanda.
Simultáneamente los fondos especulativos y los especuladores se aprovechan hábilmente de los de desastres nacionales, como la sequía, por ejemplo, que afecta a los Estados Unidos, para lanzarse a los mercados creando una volatilidad que les permite manipular los precios en el Chicago Board of Trade perjudicando tanto a los productores como a los consumidores. Para entender este proceso, vale la pena acordarse de la lucha de los corredores de las acciones (brokers) de petróleo en enero de 2003 para ser el primero en hacer subir el precio de petróleo a 100 dólares por un barril. Donde manda el dinero queda callada la moral.
Lo paradójico de todo esto es que mientras el hambre está avanzando, los países más desarrollados están proyectando aumentar el etanol en la gasolina que consumen los carros del 9 al 10 por ciento (una mezcla de 90 por ciento de gasolina y 10 de etanol). Todo esto implica que más del 30 por ciento de todo el grano que se produce en el mundo y en particular, el 40 por ciento de maíz sirve de alimentación para los carros. Ya la FAO está estudiando la posibilidad de pedir al gobierno norteamericano una suspensión temporal del uso de maíz y soja para la elaboración del etanol.
Además el incremento de los precios de granos podría hacer el biocombustible no competitivo con la gasolina tradicional.
Pese a todo Estados Unidos está tratando de producir al año 830,000 barriles de etanol de los cuales el 40 por ciento se originan de 133, 000,000 de toneladas de maíz y el resto de soja, caña de azúcar, trigo, el aceite de palma, madera, etc. Una tonelada de maíz rinde 2.2 barriles de biocombustible y una tonelada de soja, 1.07 barriles. Una tonelada de caña de azúcar sirve para elaborar 110 kilos de azúcar o 1.24 litros de etanol equivalente a 0.7 barriles. Realmente es paradójico el esfuerzo para producir comida para los carros y condenar al hambre a millones de seres humanos. Y esta tendencia está en incremento.
En los últimos cinco años, Brasil ha depredado 21 millones de hectáreas del bosque para sembrar soja, maíz y plantar caña de azúcar y anuncia que en total tiene el potencial de 90 millones de hectáreas para producir 10 millones diarios de biocombustible.
Argentina ha sacrificado 14 millones de hectáreas de bosques para cultivar soja y maíz orientados al biocombustible. Inclusive, para aumentar el rendimiento de estos cultivos, está a punto de firmar un contrato para instalar una planta de transgénicos en Córdoba. En el mismo proceso de depredación de la naturaleza están el Paraguay, Uruguay, Perú, Colombia, Chile, México y los países centroamericanos.
Parece que los líderes actuales del continente no se acuerdan de la trágica experiencia de Haití, otrora el mayor proveedor de azúcar para Europa y antes uno de los países más ricos en alimentos de la región. Y la historia puede repetirse algún día.
El poeta soviético Rasul Gamzatov citaba en un poema los consejos de su padre: “No juegues con el fuego”. ¿Entenderá este mundo globalizado esta simple sabiduría humana? Difícil de contestar.
ALAI, América Latina en Movimiento - 19 de noviembre de 2012