“Hay una disputa por nuevos mercados”
El comercio mundial no se recupera desde la crisis financiera y la Organización Mundial de Comercio (OMC) no logra revertir este escenario ni avanzar en capítulos clave, como comercio agrícola, servicios financieros, comercio electrónico, propiedad intelectual y patentes, advierte la economista chilena Consuelo Silva. En su paso por Buenos Aires invitada por el IADE, esta investigadora de Clacso y miembro de Sepla dialogó con Cash sobre la pérdida de influencia política de este organismo, la promoción de acuerdos bilaterales y mega-regionales y los perjuicios que la dinámica de estos convenios genera para las economías emergentes.
¿Cuáles son los efectos de la imposibilidad de recuperar el ritmo de crecimiento del comercio mundial?
–Es una tendencia que viene dándose desde antes pero estalla con la crisis, lo que profundiza la pérdida de crecimiento y del comercio mundial. Las economías avanzadas buscan resolver sus crisis con la implementación de nuevos acuerdos comerciales, pero éstos se encuentran limitados para absorber la oferta de bienes. Por ello, el escenario global se ha convertido en una disputa por los nuevos mercados, pero que también se va agotando.
¿Por qué?
–Porque las economías avanzadas están muy liberalizadas. Es por eso que se discutía muy fuertemente la disputa geopolítica entre Estados Unidos, Europa y las economías asiáticas más China. No es una hegemonía de otro tipo, sino una disputa de mercados; si China produce, tiene que poner su producción en algún mercado. Y precisamente busca ese refugio en las economías emergentes, porque ya tiene captado alguna parte del mercado de las economías avanzadas.
Y en ese escenario, ¿cómo ve el rol de la OMC, cuya última cumbre se hizo el año pasado en Argentina?
–El rol que hoy puede tener la OMC es bastante limitado, por varias razones. Una de las cuestiones es la política de consensos, que está fuera de la legalidad. El tratado establece que cada país miembro es un voto, y eso nunca ha operado en la práctica. En la Ronda de Doha se puso en cuestión este problema y a partir de allí no se logra alcanzar consensos con los temas que proponen los gobiernos de las economías avanzadas, que son los que definen finalmente qué medidas se implementan. Hubo un pre acuerdo en Bali pero tampoco se ha llevado a cabo. Si tú quieres romper algo que se acordó debe ser también dentro del consenso, y eso no existe.
¿Hubo avances en esta última cumbre respecto de Doha y Bali?
–La reunión ministerial de noviembre en Buenos Aires no tuvo ninguna relevancia en cuanto a lograr acuerdos ni avances en el seno de la OMC. Fue tan irrelevante que el Gobierno argentino se vio en la necesidad de buscar hitos para resaltar la instancia. Me parece que buscó respaldarse con la información del reinicio de las negociaciones entre la UE y Mercosur, pero no hubo mayores avances. Lo importante es la reactivación de la sociedad civil para exigir transparencia en las negociaciones y participación activa en el seno de estas instancias multilaterales.
¿Alrededor de qué temas no se ha podido llegar a un consenso en la reunión de la OMC?
–En la Ronda de Doha estaban en discusión los nuevos temas: los servicios, el comercio electrónico. Como no se ha llegado a un acuerdo en estos quince años, las economías avanzadas -Estados Unidos y la Unión Europea- buscan acuerdos mega-regionales que incorporen estos temas, los que también han tenido poco éxito. Por ejemplo, el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y el TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión) no se concretaron. El único que está avanzando es el que lidera China.
¿De dónde surgen estas limitaciones para concretar estos tratados?
–Son limitaciones de Estados Unidos y de Europa. En el caso de Estados Unidos, un cambio claro de política comercial se da con la llegada de Trump pero también surge, de manera más estructural, de la incapacidad de sus propias economías de liderar un proceso. Estados Unidos generó una crisis que se inició con la burbuja inmobiliaria, difícilmente pueda conducir su solución global.
En el marco de estas imposibilidades estructurales que describe, ¿qué implicancias tiene el Brexit?
–El Brexit es una consecuencia de lo que no genera la globalización, que no redunda en mejores y más empleos ni en crecimiento de comercio exterior, por lo que empieza a generarse un descontento creciente. A su vez, hay mucha presión sobre los presupuestos públicos por los mismos flujos migratorios; toda la población que tiene que albergar un país como el Reino Unido genera una presión importante. Pero también ellos son una potencia: el Reino Unido tiene una moneda muy fuerte que se ha depreciado menos que el euro y que el dólar, tiene la oportunidad de avanzar en un intercambio muy fuerte de divisas con Asia, tiene una industria y un sector financiero más fortalecidos y puede generar condiciones para una mejor salida de la Unión Europea que estando dentro de la Unión Europea.
¿Por qué?
–Porque las políticas de relajamiento cuantitativo que aplicó la Unión Europea afectan negativamente al Reino Unido, como la salida de flujos de capitales. Y esto afecta a la población: si tú tienes menos mercados de capitales que inviertan en servicios y en sectores productivos, eso se ve reflejado en menores empleos. Además, ellos han establecido protecciones a los países que, dentro de la Unión Europea, han tenido crisis. Y el Reino Unido no tuvo crisis tan profundas como las de Italia o Grecia ni necesitó salvatajes, y aun así se pone en riesgo como integrante de una zona.
Frente a las limitaciones de Estados Unidos para avanzar en nuevos acuerdos comerciales, ¿China puede ser el “nuevo ganador” en el nuevo escenario de comercio mundial?
–China tiene mejores condiciones para establecer un mega-acuerdo en la zona Asia-Pacífico y de concretarlo. De hecho, la política que implementó China de relación con países menos desarrollados implicó una significativa demanda de materias primas. Eso hizo que nuestras economías empezaran a depender mucho de la demanda de China. Eso refleja un cambio de estrategia de desarrollo que redunda en una fuerte política industrial para incorporar valor a esas materias primas. Tiene una fortaleza distinta como economía, las empresas públicas chinas son muy importantes en términos de generación de empleo y en términos productivos. La diferencia como modelo de desarrollo es muy efectivo pero no por eso deja de suscribir acuerdos que podrían no ser tan beneficiosos para nosotros. Chile exporta a China materias primas, como cobre en bruto. Ellos procesan todos los metales que puedan extraer de ese cobre bruto y lo venden con valor agregado a Estados Unidos. Chile es uno de los países atractivos en tierras raras, que se usan para telefonía celular, telecomunicaciones muy refinadas y de alta nitidez, y eso está fundamentalmente en manos de los chinos. Es un modelo de desarrollo muy atractivo pero también es nocivo para nuestras economías si no cambiamos nuestras estrategias agregando valor a nuestros bienes.
¿Qué similitudes y diferencias surgen de comparar el RCEP (Asociación Económica Integral Regional), impulsada por China, con el TTP que la potencia asiática busca sustituir con su estrategia de acuerdos?
–El TTP involucraba a economías de América del Sur -Chile, Perú, México-, y a Estados Unidos, mientras que el resto de los países integrantes eran asiáticos, con excepción de China. Colombia no llegó a incorporase. La ruptura que significaba el deterioro existente en algunos sectores era muy significativa porque, al ser acuerdos multidimensionales con diversas temáticas -entre ellas, las que no fueron tratadas y concluidas en la OMC-, se genera una exposición y un debilitamiento de las economías que son parte.
¿Por qué observa esa vulnerabilidad de los países parte?
–Porque no pueden establecer vínculos comerciales con otros países en las mismas condiciones que con los miembros que integran ese acuerdo. El TPP era discriminatorio, y un principio de estos acuerdos es la no discriminación. Chile es una economía que exporta muchas materias primas, y todo lo que podía privatizar ya lo privatizó. Por otro lado, las inversiones norteamericanas ya están en México, incluso están replegándose. Mientras que el modelo que implementó Perú es parecido al de Chile. En cambio, la diferencia con China es que probablemente ellos incentiven a que las economías que sean parte del RCEP tengan un modelo de desarrollo distinto, y eso lo hará más sustentable en el tiempo. El debate alrededor de estos grandes acuerdos comerciales es que se alcanza un pico y después empiezan a bajar, porque dejan de tener espacio para el comercio de bienes. Entonces, es necesario incorporar otros temas porque el comercio de bienes y servicios tiene límites.
¿Estos acuerdos significarían mejorar la situación económica de China, teniendo en cuenta que su ritmo de crecimiento se ha retrasado?
–China disminuyó su ritmo de crecimiento, pero mantiene tasas de crecimiento del 5 por ciento. Es una tasa envidiable que no alcanza ninguna economía del mundo, a lo que se agrega un tamaño de población que es mayor a cualquier otra economía. China tiene la ventaja de haber entendido cómo definir una estrategia de desarrollo.
Suplemento CASH de Página/12 - 11 de febrero de 2018