Homenaje a Fanny Edelman
En las butacas, mezclados entre muchos con digno criterio igualitario, se vio al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, al secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, a varias damas de pañuelo blanco, al secretario general del Partido Comunista, Patricio Echegaray (y a todos los miembros del Comité Central), a los diputados nacionales Carlos Heller y Martín Sabatella, a los legisladores porteños Tito Nenna, María Elena Naddeo y Diana Maffia. al titular de la CTA, Hugo Yasky, a los principales responsables de la Ladh, José Schulman y Graciela Rosenblum junto a numerosa delegación, al secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete, Oscar González, a la embajadora de Bolivia en Argentina, Leonor Arauco, a su par cubano, Jorge Lamadrid, a la titular de Ctera, Stella Maldonado, al máximo referente del Partido Humanista, Luis Amman, y a varios dirigentes nacionales de ese partido, al ex diputado nacional Héctor Polino, a la activista por los derechos de las minorías de género Lohana Berkins. Tampoco faltaron los saludos y adhesiones más variados, desatacándose los enviados por el mismo Ministerio de Defensa de la Nación (ahora dirigido por una mujer), con la firma de la ministra Nilda Garré, por el máximo representante de la Asamblea del Poder Popular de Cuba, Ricardo Alarcón, por las periodistas Estela Calloni y Liliana Dauness, por el cantautor Víctor Heredia, por la legisladora María José Lubertino, por la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y por el escritor David Viñas. Ver">http://www.nuestrapropuesta.com.ar/index.php?option=com_docman&task=doc_... Suplemento Especial de Nuestra Propuesta
Palabra Mayor
En el acto en que se homenajeó su vasta trayectoria militante, Fanny Edelman brindó un sentido discurso cuyas hermosas y trascendentales palabras no merecerían el resumen de un artículo periodístico. Por esta razón, transcribimos a continuación, literalmente, las enseñanzas con que el Teatro Cervantes se honró en esa ocasión.
Si algún mérito se me puede atribuir es mi lealtad inquebrantable hacia el Partido Comunista. Un partido que me enseñó que no se puede vivir sin sueños y, más aún, sin ser parte de un sueño colectivo, liberador, porque el comunismo es una pasión del cerebro y del corazón. Allí comencé mis largos años de militancia, en el Socorro Rojo, entendiendo a la solidaridad como una categoría política y moral íntimamente unida al patriotismo y al internacionalismo. También me concentré en la lucha por los derechos humanos de las mujeres y de las niñas como una parte de los derechos universales. Lo hice durante cincuenta años en la Unión de Mujeres de la Argentina, la cual contribuí a fundar. Lo hice también desde la secretaría de la Federación Democrática Internacional de Mujeres y hoy lo hago desde la Cátedra libre de Género y clase que comparto con compañeras del Partido y de la juventud comunista.
Octubre alumbró nuestro siglo. Fue el renacimiento de un pueblo que cambió el mapa del mundo, como dijera Pablo Neruda. Allí se cortó el nudo que cortó la garganta de la historia. Fue en el siglo en que China y Vietnam plantaron en Asia la bandera del socialismo y en que en América irrumpió la Revolución Cubana como un acontecimiento cultural intransferible. Fue el siglo de Lumumba, de Agostinho Neto, de Amílcar Cabral, de Robert Mugabe, de Nelson Mandela, del proceso de descolonización en Africa y la derrota del apartheid. También fue el siglo de la barbarie nazi-fascista, que probó sus armas en la Guerra Civil Española y que fue aplastada en la Segunda Guerra Mundial por la coalición antifascista liderada por la Unión Soviética. La barbarie hoy se reproduce en los Estados Unidos y en la vieja Europa penetrada de racismo y xenofobia.
En mi andar por nuestra patria y por el mundo fui partícipe y testigo de los acontecimientos que jalonaron el siglo 20 y he tenido el privilegio de compartir con mujeres que hicieron historia, tanto en la paz como en la guerra, momentos capitales de mi vida. Aquellos desafíos revelaron también la importante brecha cultural abierta por la segunda ola feminista, estimada como un movimiento de carácter político, puesto que al cuestionar las relaciones desiguales y jerárquicas entre los sexos encierra un trasfondo liberador. La necesidad de la mitad de la sociedad en aquellos sucesos probaron que no hay desarrollo humano ni nuevo orden social sin las mujeres.
¿Qué nos deparará el siglo que comenzamos a transitar? ¿El siglo de la izquierda, la unidad y el cambio? Creo que sí. Creo que debemos construir en nuestra patria una alternativa política transformadora, democrática, antimperialista, que responda a los más genuinos intereses de nuestro pueblo. Se trata de conquistar las leyes de la dignidad humana, que fueron promulgadas hace más de cincuenta años por la Revolución Cubana.
En América Latina (que está en el corazón del cambio de época) ya han comenzado a transitar por las amplias alamedas que el compañero Salvador Allende nos anunciaba proyectos posneoliberales, proyectos de cambio. Son proyectos que nos inspiran y nos dicen que Nuestra América avanza hacia la conquista de su total soberanía e independencia, a pesar del cerco imperialista que pretende hacer abortar su destino. Comienza Nuestra América a dejar atrás su prehistoria y a escribir su nueva historia. Una nueva historia que interpela a la juventud que politiza su rebeldía y que desafía a nuestra querida Fede, la astilla fundamental de nuestra obra (como decía el Che), en la que depositamos nuestra esperanza y la preparamos para dejar en sus manos nuestra bandera.
Compañeras y compañeros, amigas y amigos, todo lo que he vivido y conocido, toda la enorme riqueza que he acumulado se la debo a mi partido y en este largo crepúsculo de mi vida guardo un enorme amor por el camino andado y sigo profundamente enamorada de la revolución.
Decía el gran poeta Federico García Lorca que el día que desaparezca el hambre en el mundo veremos una explosión espiritual como la humanidad no ha visto jamás. Deseo de todo corazón que sea entonces la primavera del siglo 21, con el mismo aliento del poeta asesinado a las cinco de la tarde en su Granada. El comunista y poeta Paul Eluard nos convocaba a ir siempre a la conquista de una nueva vida, donde haya para todos y todas pan y rosas. Para arribar a esa primavera que es el socialismo del siglo 21, seguiré militando junto a mis camaradas, militancia que cesará cuando mis ojos dejen de ver la luz, cuando se apague mi vida.
Permítanme que dedique este encuentro intransferible a la memoria de quien fuera mi compañero de lucha y de esperanza, con quien participé de grandes alegrías y de dolores muy profundos. Dedico, entonces, este encuentro al padre de mis hijos, al gran amor de mi vida: Bernardo Edelman.
Ver">http://tiempo.elargentino.com/]Ver nota: "Un ejemplo de vida militante. Reportaje a Fanny Edelman" por Andrea Recúpero y Hernán Cocchi - Fuente: Tiempo Argentino - 28.11.2010