Índice de Precios al Consumidor: un termómetro descalibrado

Rúben Ciani

La problemática en la medición actual del IPC no es, como en otros tiempos, una captura de datos deficiente o un armado poco transparente; sino que se refleja en la posible incapacidad que tiene la actual canasta de bienes y servicios para representar la nueva distribución del gasto en el marco de la política de ajuste. El termómetro sirve, pero debe recalibrarse.

Precios relativos, canastas e IPC

La variación de precios se mide en base a índices, como una buena parte de las variables macroeconómicas. En la construcción del mismo intervienen dos elementos básicos, los precios y la canasta de bienes; en tanto que sus resultados son esenciales para medir el “costo de vida” de la población.

En el Índice de Precios al Consumidor (IPC), como en la mayoría de los índices de precios se utiliza la formula Laspeyres, que en una simple definición podemos decir que compara el gasto realizado para adquirir una canasta fija de bienes y servicios, aplicando sobre ella la variación de precios.

Como surge de la simple definición expuesta, la comparación se vincula al gasto del consumidor. En este orden, es central considerar que dicho gasto depende de sus “gustos”, elemento subjetivo que es parte determinante de su demanda. Pero también depende de la relación existente entre los precios de los bienes y servicios (efecto sustitución); así como del ingreso con el cual el consumidor va a conformar su estructura de gastos (efecto ingreso). Las relaciones entre precios, incluido el ingreso, son elementos objetivos que denominamos precios relativos.

En suma, el IPC resulta del movimiento de los precios, absolutos y relativos, que se miden mensualmente y de una canasta de bienes/servicios que permanece fija en el largo plazo. Por lo tanto, su efectividad como indicador del costo de vida depende tanto de la correcta información de precios, como de la fiel representatividad de la canasta. Esta última debe representar la distribución del gasto del consumidor.

En la metodología aplicada para elaborar la canasta de bienes del IPC, base diciembre de 2016 y vigente en 2024, el INDEC señala: “La elaboración de esta canasta implica una clasificación de los bienes y servicios de consumo, la selección de los que son representativos para el análisis de la evolución de los precios al consumidor y la asignación de ponderaciones a cada uno de ellos. La importancia de cada agrupamiento de bienes y servicios se obtiene a partir de encuestas a los hogares. En el IPC base diciembre 2016 se utilizan los resultados de la ENGHo (Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares) referida a período octubre de 2004-diciembre de 2005”.

La canasta de bienes del IPC está conformada por doce agrupamientos, que se aplican con diferentes ponderaciones en las seis regiones geográficas del país en las cuales se realizan las mediciones. El INDEC elabora un IPC para la canasta de bienes de cada región y luego procesa un índice nacional, computando otras ponderaciones para cada región, que reflejan principalmente el peso poblacional de cada una. El Cuadro Nº 1 muestra la ponderación calculada a nivel nacional, para los doce agrupamientos que conforman la canasta de bienes.   

Relación Canasta de bienes y Gastos de los consumidores 

La precisión del IPC depende, como ya señalamos, en buena medida de disponer de una canasta de bienes representativa del gasto de los consumidores. En Argentina convivieron hasta diciembre de 2023 mercados de bienes con libre competencia en los agrupamientos de alimentos, vestimenta, recreación; con mercados de servicios regulados y/o subsidiados, como los servicios eléctricos, salud, transporte, comunicación.

La política de tarifas de servicios implementada a partir de diciembre, que alterna eliminación de subsidios con desregulación, claramente está cambiando los precios relativos entre bienes y servicios, y en consecuencia la composición del gasto de los consumidores.

Es decir, canasta y precios son elementos independientes para la elaboración del IPC, siempre que no enfrentemos altas variaciones en los precios relativos que alteren la composición del gasto de los consumidores. Con ingresos estables de los consumidores, el aumento de la tarifa de luz, prepaga, transporte, etc., en relación a los alimentos, tiene altas chances de influir y alterar la composición de los gastos, léase la canasta de consumo.

En el Gráfico Nº 1, se puede observar la evolución de los precios relativos de servicios con respecto a alimentos desde el año 2017 hasta el presente. El cálculo realizado computa como numerador al promedio simple de la variación anual (2024 enero / julio) de precios/tarifas de los agrupamientos que incluyen los servicios de electricidad, gas, comunicaciones, salud, transporte y educación. El denominador es el promedio simple de variación de precios del agrupamiento alimentos y bebidas no alcohólicas. 

El precio relativo en enero-julio de 2024 se ubica en 1.61, cifra que muestra un 61% de aumento del precio de los servicios con relación al precio de los alimentos. Este valor se ubica cercano al doble del calculado 2018-2019, mientras es similar al 2017, cuando el gobierno de Macri intentaba imponer una política de reducción de subsidios similar a la actual.

Una visión más coyuntural de este fenómeno, se puede observar en el Gráfico Nº 2 que muestra la variación de cada agrupamiento del IPC en relación a alimentos, durante el periodo post-devaluación de diciembre de 2023. Los agrupamientos de servicios registraron un incremento de precios superior a los alimentos y también a otros bienes como vestimenta y equipamiento del hogar.

Asimismo, fueron reducidas las variaciones en los agrupamientos de recreación y restaurant, situación que muestra especialmente los efectos de la recesión económica y la caída de los ingresos de la clase media. Esta última, es la más afectada por este cambio en los precios relativos, ya que su consumo en servicios es alto.

Estos cambios de precios resultantes de la nueva política económica practicada desde diciembre de 2023 limitan la precisión del IPC como indicador del costo de vida, situación que podría obviarse en un marco coyuntural, pero que debería evaluarse frente a las perspectivas de ajuste de tarifas y desregulación de los servicios de cultura, educación y salud que se plantean en el marco de un nuevo estado.

Una primera simulación de adecuación de canasta a gasto

Una forma de comenzar a medir el probable desvío que muestra el IPC, es realizar una simulación que mantenga la formula Laspeyres, pero variando mensualmente la canasta. El objetivo conceptual es mensurar el efecto de un hipotético cambio de la canasta que refleje mensualmente los cambios en la composición de gastos de los consumidores, derivada de la variación de los precios relativos servicios/bienes. El resultado de esta simulación, se observa en el Gráfico Nº 3, en donde se compara con los datos mensuales del IPC en el período enero/julio de 2024.

Operativamente, la simulación calcula una canasta hipotética en base a como seria la ponderación si se computara solamente la variación de precios por agrupamiento registrado entre mes de análisis y noviembre de 2023 (mes previo a la devaluación).

Como ejemplo práctico, entre noviembre y julio para el agrupamiento de vivienda, luz y electricidad el consumidor debería destinar un valor de 197, que es similar al porcentaje de aumento de su precio, mientras que en alimentos y bebidas NA de la misma forma debería destinar un valor de 128.  Esto cambia las ponderaciones de la canasta, con un 11% (9% en la canasta vigente) para el primero y solo un 7% (27% en la canasta vigente) para el segundo.

Luego, a la nueva ponderación resultante para mes de análisis, se le aplica la variación de precios calculada por INDEC para cada agrupamiento y se obtiene un IPC simulado.

Como puede observarse en el Gráfico Nº3, el porcentaje de variación de precios es en la simulación mayor al del IPC en seis de los siete meses analizados. Para el mes de julio, cuando se suspendió la aplicación de los aumentos tarifarios, la simulación calcula un 4.4% de aumento frente al 4.0 del IPC, es decir un leve diferencial. Por el contrario, con un ajuste más intensivo durante el primer trimestre del año, que incluyó la total liberación de la salud privadas y un consecuente aumento relevante de sus cuotas, el diferencial para la simulación se amplía sustancialmente.

Ambas observaciones mostrarían el efecto que altos cambios en los precios relativos tienen sobre la canasta de los índices y los gastos de los consumidores; y en consecuencia sobre la medición de la variación de precios.

La problemática en la medición del IPC no es, como en otros tiempos, una captura de datos deficiente o un armado poco transparente; sino que se refleja en la posible incapacidad que tiene la actual canasta de bienes y servicios, para representar la nueva distribución del gasto en el marco de la política de ajuste. El termómetro sirve, pero debe recalibrarse.

 

Fuente: Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana - Agosto 2024

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