Internet, la revolución que Marx no imaginó
Tres nudos constituyen el núcleo de Internet: el de la conectividad (transferencia de la información), el de los recursos (su almacenamiento) y el social (estructura de la red de cooperación humana).
La revolución de Internet ha trepado ahora un nuevo escalón histórico.
La conectividad ha mutado en hiperconectividad y el sistema se ha convertido en superintensivo.
Los recursos son ahora procesados en forma industrial, en una plataforma global de computación, cuya potencia de procesamiento es exponencialmente superior. El costo de acceso prácticamente ha desaparecido en la cloud computing.
En el nudo social, los protagonistas son las empresas, sobre todo nuevas ( star ups ). En ellas, el capital ha dejado de ser condición para emprender.
La economía de escala domina el nuevo sistema: maximiza las ganancias y recorta los costos. También abrevia el ciclo de realización -el trayecto de la idea a las ganancias- en una proporción 15%/20% superior a la actual.
El cruce de dos tendencias decide el impacto económico del nuevo escalón tecnológico: amplitud de la red (número de usuarios) y grado de integración (intensidad). Esto fija el nivel de incremento del PBI per cápita que es capaz de alcanzar.
La contribución de Internet al auge de los países avanzados ha sido 21% en los últimos 5 años, y 2,3% en los emergentes.
Las 2/3 partes de los usuarios se encuentran en el mundo emergente, no en el avanzado.
Lo presumible es que la contribución de la red a la expansión del mundo emergente alcance el nivel del avanzado en 10 años (pasaría de 2,3% a 21%).
Lo que implica la fase industrial de Internet lo adelanta la incorporación de la manufactura norteamericana a la red, prácticamente completada. Ha provocado ahorros de capital por unidad de producto en U$S 5 billones/U$S 7 billones en los últimos 10 años. Es el resultado de la virtual desaparición de la fricción -fallas informáticas o logísticas- en el proceso de acumulación.
La acumulación capitalista no es un fenómeno tecnológicamente determinado, sino un proceso de cambio social, esencialmente económico y político. La caída de la tasa de ganancia obliga a desatar innovaciones y su multiplicación surge de la ampliación e intensificación del sistema.
La Segunda Revolución Industrial no surgió del descubrimiento de los aceros Bessemer o del motor de encendido interno, sino de la unificación del gigantesco continente norteamericano en un solo mercado nacional, por obra de los ferrocarriles transcontinentales y del triunfo de la Unión en la Guerra Civil (1861-1865).
El punto de inflexión es ahora otro acontecimiento geopolítico: la caída de Lehman Brothers en Wall Street (15-09-08).
Esta no es una era distinta en la tecnología de la información, sino una nueva etapa en la historia del mundo. En ella se desvanece el capital como factor dominante de la acumulación, precedido por el trabajo en el camino de la irrelevancia. Su lugar lo ocupa excluyentemente el conocimiento. Se cumple en todos sus términos la previsión de Marx en los “Grundrisse”.
Lo que viene después no es el capitalismo.
Es una civilización distinta, en la que lo fundamental no es su funcionamiento, sino su fundamento. Steve Jobs señaló en su momento: “(…) la mejor forma de predecir el futuro es crearlo”.
Clarín - 5 de mayo de 2013