Jauretche y Piketty
En un reciente reportaje del diario Página 12, Piketty señaló que "por mucho tiempo, los economistas han tratado de presentar la economía como un tema tan sofisticado que es imposible de comprender para el resto del mundo. Eso es un chiste. Lo mejor que podemos hacer los economistas es ser modestos." Y se preguntó: "¿Por qué se volvió tan complicada la economía? El abuso de la matemática es una forma fácil de parecer científico, es una estrategia que tiene que ver con el funcionamiento de la academia y las relaciones de poder."
Jauretche, hace más de 40 años, nos había alertado que "cuando los economistas hablan muy difícil y nadie los entiende, no es que uno sea burro sino que seguro nos quieren meter el perro". Sin desdeñar de modo alguno la necesaria dimensión científica, me acuerdo igualmente de aquellos versos del Martín Fierro, cuando decía: "Hay hombres que de su cencia (sic) tienen la cabeza llena; hay sabios de todas menas, mas digo sin ser muy ducho, es mejor que aprender mucho, el aprender cosas buenas".
Piketty señala que "la economía es una ciencia social que debe ser más humilde", agregando que "los temas económicos son demasiado importantes como para que sean dejados a los economistas". Y Jauretche decía que "en economía no hay nada misterioso ni inaccesible al entendimiento del hombre de la calle. Si hay un misterio, reside él en el oculto propósito que puede perseguir el economista y que no es otro que la disimulación del interés concreto a que se sirve."
Jauretche afirmaba que "la economía moderna es dirigida. O la dirige el Estado o la dirigen los poderes económicos. Estamos en un mundo económicamente organizado por medidas políticas, y el que no organiza su economía, políticamente es una víctima. El cuento de la división internacional del trabajo, con el de la libertad de comercio, que es su ejecución, es pues una de las tantas formulaciones doctrinarias, destinadas a impedir que organicemos sobre los hechos nuestra propia doctrina económica".
Piketty, por su parte, critica al sistema financiero afirmando que "la clave para el desarrollo en América Latina es generar los ahorros internos, la acumulación de capital y la acumulación de conocimiento para desarrollar otros sectores no vinculados a los commodities sin apoyarse demasiado en la inversión extranjera. El sistema financiero ha sido una fuente de inestabilidad. En los textos de economía se supone que la inversión extranjera es buena, pero en la vida real es muy difícil administrarla. La Argentina es lo suficientemente sabia para no depender demasiado del sector financiero internacional y sí recurrir el ahorro interno". Jauretche había destacado, hace ya demasiado tiempo, que "ese es el gran problema argentino; es el de la 'inteligencia' que no quiere entender que son las condiciones locales las que deben determinar el pensamiento político y económico".
Supeditar los intereses nacionales al interés extranjero es una constante de los sectores conservadores del país. Mauricio Macri, el máximo dirigente del partido político PRO, expuso con contundente claridad su idea de cómo "defender" a la Argentina ante los embates de los fondos buitres, apoyados por el sistema judicial del imperio norteamericano. El procesado jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires expresó: "Ahora hay que ir, sentarse en lo del juez Griesa y hacer lo que diga." ¡Fantástica propuesta! Este es el pensamiento genuino, reaccionario pero coherente con su ideología, de quien pretende ser el presidente de todos los argentinos. Si los argentinos nos decidiéramos por esta opción, quedaría gravemente afectada la posibilidad de garantizar la soberanía nacional y la consolidación de un sostenido bienestar social para la totalidad de los habitantes.
El francés Piketty y el argentino Jauretche quedan ligados en la aspiración de enfrentar los graves riesgos de la creciente y obscena concentración de riqueza, acerca de la cual Piketty afirma: "No podemos confiar en que las fuerzas naturales van a conducir ese proceso a un final razonable. Se requieren instituciones públicas fuertes. Los Estados de bienestar pueden hacer la diferencia", añadiendo que "las instituciones de los Estados de bienestar son frágiles y están siendo amenazadas".
Este economista, que en su libro enfatiza que "el análisis erudito jamás pondrá fin a los violentos conflictos políticos suscitados por la desigualdad", cierra su importante obra con una suerte de cruel y certero aforismo: "Quienes tienen mucho nunca se olvidan de defender sus intereses." Estoy seguro de que Jauretche, "desde la orilla de la ciencia", suscribiría fervientemente esta última afirmación del francés. -