La burguesía nacional, la fuga de capitales y la productividad
Es más, si nos detenemos un segundo en ver quiénes son las autoridades de la UIA, nos encontraremos con que el vicepresidente 1ero. es Luis Betnaza de Techint, quien en su discurso ante el llamado “Foro de Convergencia Empresarial” llamó, igual que Martínez de Hoz en 1976, a “liberar las fuerzas productivas” (esto es, que decidan solamente ellos, sin intervención del Estado y de los trabajadores); otro vicepresidente es el Dr. Daniel Funes de Rioja, abogado laboralista que en plena dictadura militar representaba a la patronal argentina en la OIT; que uno de sus secretarios (y mentor del comunicado de la UIA contra los acuerdos de China) es el Dr. José Ignacio de Mendiguren, quien como ministro de Producción de Duhalde fue el responsable de la pesificación asimétrica del año 2002, por lo cual se licuó la mayor parte de la deuda de los empresarios con los bancos, dado que pagaron sus obligaciones a $ 1,40 el dólar, cuando su valor estaba arriba de los $ 3, convirtiéndose esa diferencia en deuda externa que pagamos todos los argentinos; y que uno de sus miembros titulares es el Ing. Roberto Arano, ex directivo de Techint, que fue el que fundió al Banade y que fue procesado por defraudación a la Aduana junto con el por ese entonces director general Juan Carlos Delconte, en plena época menemista, y podríamos seguir con la lista y las grandes corporaciones que están detrás de los industriales de esa unión.
Por eso no nos sorprenden las declaraciones altisonantes de los empresarios, en realidad corrobora y afirma los serios estudios realizados en la economía argentina sobre la conducta de la burguesía que tenemos en el país, que en lugar de invertir y producir, de asumir riesgos, lo que hacen es mayoritariamente fugar capitales de estas pampas a los grandes centros financieros mundiales, basta como muestra la denuncia del ingeniero en Informática de la sucursal Ginebra (Suiza) del banco HSBC, Hervé Falciani, donde da a conocer y presenta ante la Justicia francesa primero, luego ante España y los EE.UU., una lista de 106.498 clientes –de los que 4.620 son argentinos–, solamente para el período 2006-2007 (dos años y una sucursal de un banco extranjero), cuentas que no han sido declaradas en sus respectivos países y que en el caso de los empresarios de nuestro país ascienden a un monto total de US$ 3.506 millones.
Las cuentas pertenecen al Grupo Fortabat (por US$ 108.256.658), a las empresas vinculadas a los dueños del diario Clarín (Cablevisión y Multicanal por un total de US$ 106.092.474), la generadora termoeléctrica Central Puerto (US$ 82.770.800), Telecom Argentina (US$ 18.822.782), Mastellone (US$ 16.672.800), y Edesur (US$ 5.177.610), entre otras.
También podríamos mencionar que la AFIP se encuentra investigando 300 cuentas no declaradas de empresas y personas físicas argentinas en la Unión de Bancos Suizos (UBS), dentro de las cuales se encuentra la empresa Tenaris, con sede central en el paraíso financiero de Luxemburgo, que pertenece al Grupo Techint (el presidente de su Directorio es el Ing. Paolo Rocca), grupo que es denunciado en Brasil, cuando los ex directores de Petrobras, Renato Duque y Paulo Roberto Costa reconocieron ante la Justicia de su país haber cobrado entre 0,6% y 1,3% de los contratos en concepto de coimas, y uno de los proveedores de caños sin costura es precisamente la empresa Tenaris de los Rocca.
Entonces, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué lo más granado de nuestros empresarios se oponen al acuerdo con China? “No escupan el asado”, dice la Presidenta que los invita a participar y a invertir, y allí está el porqué de la oposición, se han acostumbrado (lo han hecho toda la vida) a ganar dinero con poca inversión, y la sideral ganancia extraerla del país y colocarla en lugares para ellos seguros. La demanda y competencia con China les exige reinvertir y aumentar la productividad.
La productividad evalúa la capacidad de un sistema de producción y el grado, el modo y el tiempo en que se emplean los recursos en la elaboración de los bienes y servicios, y depende de la inversión (del capital generado en el proceso productivo que se reinvierte en la ampliación de la producción).
La industria argentina, que en general había crecido desde el año 2002 en base a la utilización de la capacidad ociosa y en parte menor por las nuevas inversiones, como estas última no fueron suficientes (se partió de un “piso” de inversión muy bajo, fruto de 27 años de políticas de desindustrialización y exclusión social, salvo la honrosa gestión, dentro de lo posible y en ese marco, del Dr. Bernardo Grinspun), y sumado al problema estructural de dependencia de insumos y de bienes de capital del exterior, hace que a pesar del aumento de las exportaciones de origen industrial (MOI), la industria como un todo muestra un desbalance comercial negativo de alrededor de 25.000 millones de dólares por año.
Este fenómeno se debe a que el impulso de la demanda efectiva con el que se salió de la convertibilidad no implicó un círculo completo de incremento de la inversión, sino que, fruto de la concentración económica y de poder de mercado de grandes corporaciones nacionales y multinacionales que operan en y con el país, una parte importante salió del circuito (fuga de capitales), con lo que sistemáticamente la oferta fue menor que la demanda.
Las insuficientes inversiones, y el atraso estructural del que se partió, hacen que no se tenga la capacidad suficiente para sustituir importaciones, aun a costos crecientes. Por ende, la dependencia de la venta de granos, por un lado, y de las medidas de control de cambio, por el otro, permitieron que no se incurriera en déficit en la cuenta corriente para el período 2003-2012 (en que el superávit de la subbalanza comercial de mercancías –bienes– acumulado de los años 2003 al 2012 fue de $ 128.100 millones, en 10 –diez– años), y sí se torna negativo en US$ 1.271 millones en el año 2013 y se infiere que el déficit es mayor en el año 2014, con déficit en la Cuenta Financiera y en las Reservas Internacionales del BCRA en la Balanza de Pagos.
El problema de fondo no es otro que la relación Inversión-Producción, esencialmente en la industria, por ser el centro del crecimiento (y donde obviamente se impone el proceso de sustitución de importaciones), esto es, no existe ninguna oportunidad para un país como el nuestro si no tiene una estrategia cierta de sustitución de importaciones por inversión y producción propia. Es más, cuando más se producen bienes y servicios finales, como fue el período 2003-2013, paradójicamente crecen más los insumos que se deben importar, dado que a mediano plazo termina demandando más divisas de las que ahorra inicialmente, sobre todo si resulta exitosa en el sentido de elevar la tasa de crecimiento, el empleo y la demanda interna. La sustitución de los productos finales eleva la demanda de insumos importados de producción más compleja (paquete tecnológico) e inversiones de mayor volumen, que son a su vez, mayoritariamente, los que las grandes corporaciones se reservan para sí, acotando y condicionando el poder de los Estados nacionales para planificar políticas en su propio territorio.
El cuadro descripto se agrava cuando vemos que, según datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA), entre los años 2005 y 2011 el giro de dividendos y la formación de activos en el exterior del sector privado osciló en torno de los 75 mil millones de dólares, por ende no debería llamar la atención que entre los mayores compradores de dólares para “atesoramiento” en el año 2011 hayan estado muchos de los oligopolios fabriles que más aumentaron los precios y que fueron reticentes a la inversión. Tales los casos de, entre otros, Techint, Arcor y Ledesma, que son el verdadero poder en la UIA, a través de sus titulares, como lo demuestra Alfredo Zaiat en su libro Economía a Contramano. En los años 2012 y 2013, mientras rigió férreamente el “cepo cambiario”, la fuga de divisas se frenó, pero para crecer fuertemente cuando se fueron levantando medidas que lo conformaban a partir de enero de 2014, año en que la fuga de capitales se estima en US$ 3.248 millones.
No hay que ser muy inteligente para amalgamar la reticencia a invertir y a exportar, el aceleramiento de las importaciones (con la sobrefacturación de las operaciones intra firma), con la compra permanente de dólares, todos hechos que fueron creando un escenario propicio para limitar primero y luego vulnerar el modelo de crecimiento basado en el mercado interno y en garantizar el poder adquisitivo del salario.
Y así pensaban seguir, pero el acuerdo marco con la República Popular China de por sí va a cambiar las reglas de juego, los obliga a tener que reinvertir, a aprovechar las ventajas locales pero incorporando las constantes nuevas tecnologías, y a su vez, poder vertebrar las escalas necesarias de producción, solos o asociados, para satisfacer la creciente demanda que dicho acuerdo estratégico e integral significa.
El Gobierno sólo se anticipa a un mundo competitivo en base al conocimiento y la producción, disciplinando a la burguesía que está en nuestro territorio que se ponga a la altura de las circunstancias, y ellos querían seguir siendo los únicos beneficiados a costa de la marginación del resto de la sociedad, argentinos ricos en una Argentina pobre. Bien ahora (y por eso se quejan) van a tener que hacer lo que nunca hicieron, pensar y trabajar en serio en su producción y en el país.
Miradas al Sur - 15 de febrero de 2015