La democracia radical de Salvador Allende
Cuando Salvador Allende llegó a la presidencia de Chile, hace casi 53 años, se inauguró un experimento único de democracia radical que luego fue truncado por el brutal golpe de Estado de Augusto Pinochet, respaldado por Estados Unidos.
El 3 de noviembre de 1970, hace casi 53 años, Salvador Allende era elegido presidente de Chile. Sus mil días en el cargo despertaron las esperanzas de millones de chilenos y chilenas, promulgando políticas para nacionalizar industrias, ampliar la educación y empoderar a los trabajadores. La experiencia de democracia radical del gobierno de Allende sigue siendo un capítulo muy discutido no solo en América Latina sino entre la izquierda internacional.
En su libro Beyond the Vanguard: Everyday Revolutionaries in Allende’s Chile, la historiadora Marian Schlotterbeck da vida al espíritu de revolución «cotidiana» que caracterizó el periodo de Allende. Aunque el gobierno de la Unidad Popular predicaba a menudo la moderación, desencadenó cambios radicales desde la base, suscitando las esperanzas de los históricamente oprimidos de que la sociedad podía rehacerse en su beneficio y no en el de los «imperialistas yanquis» o la élite terrateniente tradicional. El golpe del 11 de septiembre aplastó esos sueños de democracia popular. En esta entrevista, Sasha Lilley habla con Marian Schlotterbeck* sobre el experimento chileno de un socialismo construido «de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo».
Sasha Lilley
¿Cuáles eran las corrientes de la izquierda tradicional en Chile?
Marian Schlotterbeck
A partir de finales del siglo XIX, Chile tuvo un movimiento obrero muy fuerte que surgió de las minas de nitrato del norte y de las comunidades textiles y mineras del carbón del sur, y ese movimiento obrero militante de izquierdas se alió con los partidos políticos emergentes que representaban a la clase obrera: el Partido Comunista y el Partido Socialista.
A lo largo del siglo XX, el objetivo de esos dos partidos fue hacerse con el poder del Estado mediante la participación en la política electoral. Y eso es lo que representó la victoria de Allende en 1970. Puede que conmocionara al mundo, pero formaba parte de una estrategia de décadas de la izquierda chilena para tomar el poder por medios pacíficos.
SL
Chile era considerado un país de clase media, más que otros de América Latina. ¿Cómo era la sociedad chilena y cuáles eran sus fuerzas políticas, económicas y sociales?
MS
La política chilena se dividía típicamente en lo que se llamaba «los tres tercios». Estaba la derecha, estaba el centro —representado por el Partido Demócrata Cristiano— y estaba la izquierda, representada principalmente por el Partido Socialista y el Partido Comunista, así como por las facciones de izquierda más pequeñas.
Chile tenía una población urbana bastante numerosa, concentrada en gran medida en torno a Santiago, la capital, y las ciudades portuarias industriales de Valparaíso y Concepción. Mientras que los trabajadores industriales habían obtenido importantes derechos políticos en la década de 1930, los trabajadores rurales habían sido sistemáticamente excluidos de esos mismos derechos de sindicación y organización. Esto empezó a cambiar en la década de 1960, cuando el sistema político chileno se abrió a un mayor número de actores.
Ese periodo comienza con la elección en 1964 del democristiano Eduardo Frei, que prometió una «Revolución en Libertad», una especie de revolución de la clase media financiada en gran parte por la Alianza para el Progreso del gobierno estadounidense. Esta era la visión de [John F.] Kennedy: alejar la amenaza de la revolución comunista mejorando el nivel de vida en todo el continente. El gobierno estadounidense se dio cuenta de que no podía seguir apoyando a los mismos oligarcas que ostentaban el poder desde el siglo XIX. El Partido Demócrata Cristiano pasó a ser visto, en palabras de un responsable político estadounidense, como la «última esperanza».
Eduardo Frei empezó a llevar a cabo una serie de reformas progresistas pero aún relativamente moderadas. Hablamos de medidas como la distribución de la tierra, que realmente no se había tocado en Chile desde la independencia a principios del siglo XIX. Para muchas de las élites terratenientes tradicionales de Chile, aquella reforma agraria de los años 60 fue el principio del fin. En ese contexto, la elección de Allende fue inicialmente vista por esos sectores solo como un paso más.
Por mucho que el gobierno de Frei quisiera llevar a cabo una transformación muy moderada de la sociedad chilena, lo cierto es que también creó expectativas. Sin embargo, su propia naturaleza moderada le impidió satisfacer esas expectativas crecientes, tanto de los campesinos rurales como de los pobres urbanos sin techo. Esos sectores fueron los que protagonizaron una serie de ocupaciones de tierras en barriadas.
SL
¿Cómo respondieron la derecha y las élites tradicionales a estas reformas?
MS
Un elemento clave de la historia chilena es hasta qué punto existe una derecha autoritaria que no cree en absoluto en la democracia. Cuando se encuentre entre la espada y la pared, recurrirá a la fuerza, a la represión violenta, para mantenerse en el poder. Por ejemplo, los terratenientes empezaron a armarse para recuperar o defender sus tierras de la expropiación o la ocupación de los campesinos.
SL
Allende no surgió de la nada cuando fue elegido en septiembre de 1970. ¿Quién le apoyó y qué partidos se coaligaron tras él?
MS
Allende encabezó la coalición Unidad Popular, compuesta por los dos partidos más grandes —el Partido Comunista y el Partido Socialista—, así como por partidos de izquierda más pequeños. La elección de Allende representó una victoria para los trabajadores y para la clase obrera, los sectores populares no elitistas de Chile. Consideraban su victoria como propia.
Se había producido una oleada masiva de apoyo popular a Allende a partir de la década de 1960. La sociedad chilena de los años 60 experimentó una serie de movimientos sociales diferentes, desde el movimiento campesino al movimiento de los barrios populares, pasando por un movimiento estudiantil impulsado por el reclamo de una reforma universitaria muy activo.
Así pues, esas eran las formas en que la sociedad se movilizaba, y eso fue lo que lleva a Allende al poder. No fue que su elección, de repente, de la noche a la mañana, inspirara a toda esa gente a movilizarse, a exigir más a su gobierno y a empezar a llevar a cabo transformaciones por sí mismos. Es al revés: fue el movimiento el que hizo posible la victoria electoral de Allende en 1970.
SL
¿Sobre qué centró su campaña electoral Allende? ¿Cuál era su programa?
MS
Allende prometió una revolución pacífica a través de las urnas. Prometió redistribuir la riqueza. Quería acabar con el control extranjero y con el control monopolista de la economía chilena. Y quería profundizar en la democracia ampliando aspectos como la participación de los trabajadores en las fábricas.
SL
¿Cómo se formó su coalición? ¿Era más bien heterogénea, o las distintas entidades que la conformaban compartían una misma visión?
MS
La política de partidos chilena, a lo largo del siglo XX, se construyó en torno a la formación de coaliciones. En las décadas de 1930 y 1940 Chile tuvo una serie de exitosos gobiernos de coalición del Frente Popular. En cierto modo, la Unidad Popular de Allende no era más que una versión reconstituida de lo que la izquierda chilena había estado haciendo todo el tiempo.
Dicho esto, como no era un partido único, había, por supuesto, diferencias entre los socialistas y los comunistas. Había diferencias entre los que estaban dentro y fuera de la coalición de gobierno de Allende, en particular los críticos de la izquierda.
SL
Háblanos de la extrema izquierda. En aquellos momentos, el modelo dominante entre la izquierda latinoamericana era la lucha armada. ¿Había una izquierda revolucionaria en Chile que intentaba seguir la vía cubana?
MS
Sí. En 1965, disidentes de los partidos Comunista y Socialista fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Se inspiraron en el modelo de la Revolución Cubana, pero también en la tradición mucho más larga de anarquismo y activismo obrero de Chile. El MIR, en su fase inicial, era un grupo variopinto de esta antigua generación de disidentes de los años 30 y una joven generación de jóvenes rebeldes de las universidades que participaron activamente en el movimiento reformista.
En los años 60, con la Democracia Cristiana en el poder, el MIR sí apoyó la lucha armada. Decían: «Hemos mirado los modelos. Mira cuántas veces se ha presentado Allende y nunca gana. ¿Por qué vamos a seguir apoyando esta misma vieja y agotada estrategia?». Lo que realmente cambió para la izquierda revolucionaria chilena fue la elección de Allende, porque de repente abrió la posibilidad de una efervescente lucha social de base.
A Allende se le llamaba a menudo «compañero presidente». Prometió que, a diferencia del pasado, ya no se iba a utilizar la fuerza del Estado para reprimir a la gente. Muchos sectores de la sociedad vieron en ello una luz verde para seguir adelante con su visión del cambio, porque el presidente les apoyaba. Las cosas iban a ser diferentes a como eran antes, cuando a menudo la Policía y el Ejército habían intervenido para romper huelgas y desalojar por la fuerza a la gente de los asentamientos ilegales.
SL
¿Cómo fueron sobre el terreno aquellos mil días del gobierno de la Unidad Popular de Allende? ¿Cuánto cambió o se alteró?
MS
A menudo hablamos de revolución con «R» mayúscula: la toma del poder del Estado, que es cuando se produce la revolución. Pero hay muchísimas formas en las que se produjeron transformaciones más pequeñas: las personas se enfrentaron los patrones por primera vez, los vecinos se organizaron, llevaron a cabo colectivamente una acción para ocupar tierras y empezaron a construir sus casas y a edificar una nueva comunidad. Se trata de transformaciones realmente radicales en las formas en que las personas se conciben a sí mismas, en las formas en que conciben su lugar en la sociedad.
Lo que ocurrió en Chile fue lo que yo llamo «revoluciones cotidianas»: transformaciones en la forma en que la gente veía su lugar en la sociedad y percibía una apertura para actuar. En cierto modo, creo que estas transformaciones a menor escala son mucho menos amenazadoras que el espectro de la insurrección armada, que los barbudos de las montañas o los universitarios desaliñados que construyen bombas en las ciudades. Estas son las imágenes en las que solemos pensar cuando imaginamos a los revolucionarios latinoamericanos.
Pero a medida que la gente se unía para intentar transformar sus realidades cotidianas, esas transformaciones desafiaban el statu quo, desafiaban los poderes de facto que había detentado la élite terrateniente tradicional en Chile. Así pues, constituían una amenaza para las clases dominantes: reclamaban una vida con mayor dignidad, una vida en la que se sintieran iguales en la sociedad.
SL
También se exigía avanzar con mayor rapidez, apoderándose de tierras e impulsando los cambios con mayor celeridad, ¿es así?
MS
Sí, así es. Un debate clásico sobre la revolución es a qué velocidad avanzar. ¿Te mueves lo más rápido posible e intentas consolidar tu dominio consolidando esos cambios revolucionarios, o vas paso a paso? Allende estaba muy comprometido a trabajar dentro del sistema institucional de Chile, a trabajar dentro de la constitución de Chile y, en cierto punto, había una contradicción, porque la constitución no había sido escrita para beneficiar a la clase trabajadora. Era un documento construido para reforzar el poder de los que ya lo tenían.
Así que parte de lo que ilustra el experimento chileno con el socialismo son los límites reales de la democracia capitalista liberal para responder a las necesidades de la gente. ¿Qué ocurre cuando cada vez más personas tienen intereses en el proceso y quieren exigir algo de él? ¿Hasta qué punto puede un sistema democrático liberal abrirse y ser receptivo? ¿Cuál es el punto de ruptura?
SL
Estudiaste la ciudad de Concepción, donde los trabajadores se lanzaron a este proceso para desafiar a los poderes fácticos. ¿Qué fuerzas de reacción se manifestaron allí y en otros lugares del país?
MS
El primer año que Allende estuvo en el poder, su gobierno tuvo bastante éxito en llevar a cabo sus políticas, y los sectores de la oposición no se hicieron oír especialmente. Pero a partir de 1972 lanzaron lo que se llamó el «Cierre Patronal». Esto formaba parte de una estrategia para paralizar la economía chilena. Ahora, gracias al Archivo de Seguridad Nacional de Washington D.C., disponemos de todos los documentos que detallan el papel del gobierno estadounidense en la promoción de esta política: la orden directa de Richard Nixon de «hacer crujir la economía» que se dio a los pocos días de ser elegido Allende en septiembre de 1970.
Uno de los recuerdos clásicos de los años de Allende es hacer cola, que no hubiera azúcar, que no hubiera petróleo, que hubiera racionamiento y escasez de bienes de consumo básicos. Mucha de esa escasez, como sabemos ahora, fue creada artificialmente. Los comerciantes decidieron retirar productos de las estanterías y venderlos con mayores beneficios en el mercado negro en lugar de satisfacer la creciente demanda de los consumidores que Allende había creado con sus políticas.
Una de las imágenes icónicas de los años de Allende estaba en una de estas colas: un trabajador tiene un gran cartel que dice: «Bajo este gobierno tengo que hacer cola, pero lo apoyo porque es mío». La gente era consciente de que la oposición al gobierno de Allende era lo que le estaba minando, no su propia incompetencia, ni la propia incompetencia de la izquierda.
Sí, había ineficiencias y desafíos, pero realmente era el esfuerzo concertado de las fuerzas económicas y políticas opuestas a Allende (junto con los militares y las distintas acciones del gobierno estadounidense) lo que estaba bloqueando efectivamente la capacidad del gobierno para llevar a cabo sus políticas de la forma que había prometido.
SL
¿Qué sensación se tenía entonces del grado en que Estados Unidos se estaba implicando en el desgaste del gobierno de Allende?
MS
Creo que la mayoría de la gente lo sabía, y en parte se debía a que en 1972 estalló el escándalo de que la filial chilena de la ITT había presionado a la CIA para que interviniera y financiara a distintas facciones militares renegadas de Chile para que intentaran mantener a Allende fuera del poder durante ese breve periodo de dos meses entre su elección en septiembre de 1970 y su toma de posesión, en noviembre de ese mismo año.
Así que era bastante sabido que, a pesar de las declaraciones públicas de la Casa Blanca de que eran neutrales respecto a Chile o de que no tenían una postura oficial de oposición a él, entre bastidores, tanto la CIA como la Casa Blanca se oponían activamente a Allende.
SL
El gobierno de Allende fue derrocado el 11 de septiembre de 1973. En los meses previos, ¿era evidente que se avecinaba una solución autoritaria?
MS
Mucha gente pensaba que se avecinaba un golpe de Estado. Parecía evidente que Allende no iba a poder terminar su mandato de seis años. Pero creo que muy pocos chilenos tenían idea de lo violenta y brutal que sería la represión militar.
La violencia se desató no solo contra Allende y los miembros de su gobierno, sino contra todos aquellos sectores de la sociedad —los obreros, los campesinos, los centros de madres, los habitantes de los barrios marginales, los estudiantes— que se habían movilizado para apoyar a Allende pero también simplemente para formar parte de la sociedad, para ser una fuerza activa en una democratización más amplia de la vida política chilena.
Hubo detenciones y encarcelamientos masivos en los días y semanas que siguieron al golpe, y estos luego pivotaron, con la creación de la policía secreta, hacia la ejecución selectiva y la detención y desaparición de militantes políticos de izquierda. El MIR, los socialistas, los comunistas y otros grupos de izquierda fueron objeto de un esfuerzo selectivo para eliminarlos.
Parte de lo que hace que la experiencia de Chile con la dictadura y la represión sea un poco diferente de la de otros países latinoamericanos es el número de chilenos que realmente sobrevivieron a los centros clandestinos de tortura. Los informes oficiales de la Comisión de la Verdad reconocen que 3200 ciudadanos chilenos fueron ejecutados o asesinados por el régimen, pero 38000 eran presos políticos que sobrevivieron a la detención y la tortura, y se calcula que otros 100000 experimentaron periodos de detención más cortos y redadas masivas en sus comunidades obreras.
Creo que el nivel de violencia también significó que muchos chilenos empezaron a creer algunas de las narrativas que el régimen propagaba sobre por qué esto era necesario. La gente necesitaba una narrativa para dar sentido a por qué estaba ocurriendo esto, y así, con el tiempo, empezaron a creer que algunos de estos grupos de izquierda no habían sido simplemente el maestro de escuela local o el alcalde local o el panadero, sino que en realidad habían formado parte de estos elementos terroristas subversivos.
Esa cultura del miedo realmente se abrió camino en el tejido de la sociedad chilena durante diecisiete años de dictadura militar. La dictadura de Chile duró mucho más que la mayoría de las demás dictaduras militares que se hicieron con el poder en Sudamérica en esa época.
SL
¿Qué lecciones sacó la izquierda latinoamericana del aplastamiento de esta «revolución electoral», si podemos llamarla así? ¿Crees que reforzó la noción de que la lucha armada era el único camino?
MS
Desde luego que sí, si nos fijamos en Centroamérica en los años 70 y 80. El problema que plantea la experiencia chilena es: ¿cómo se trabaja con una oposición que no está dispuesta a seguir las reglas del juego democrático? De todas las críticas que se podían hacer a Allende, él era realmente el verdadero demócrata.
Observar el Chile de Allende pone de relieve las tensiones de estas cuestiones sin resolver sobre qué vías existen realmente para que los ciudadanos participen en una democracia liberal capitalista. Más allá de votar en las elecciones cada cuatro años, ¿qué plataformas existen para que sus voces sean escuchadas?
También habla de las tensiones en la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos. ¿Hasta qué punto los partidos políticos están cooptando y controlando a los movimientos sociales? ¿Hasta qué punto pueden los movimientos sociales permanecer al margen de los canales institucionales y ser eficaces a la hora de presionar y cambiar la conversación de forma más amplia dentro de una sociedad?
La toma del poder por los militares no resolvió esas cuestiones. Simplemente las reprimió.
* Marian Schlotterbeck, Profesora adjunta de Historia en la Universidad de California-Davis y autora de Beyond the Vanguard: Everyday Revolutionaries in Allende's Chile.
Jacobin - 9 de septiembre de 2023