¿Las tecnologías generan desigualdad?
La presidenta del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), Marisa Duarte, puso en jaque el mito de que los avances tecnológicos lo resuelven todo, incluso la generación de empleo de calidad. Por el contrario, propuso repensar las heterogeneidades que genera entre los sujetos, las empresas y los países, especialmente en Argentina, que no disputa la producción de esos desarrollos, sino que es adoptante de las mismas.
La socióloga planteó la necesidad de discutir la mirada “benévola” que existe sobre las nuevas tecnología, durante el IX Pre Congreso Regional de Especialistas en Estudios del Trabajo, que se realizó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO.
Durante su exposición, Duarte invitó a repensar los cambios reales que estos desarrollos produjeron en el mundo del trabajo. Dijo que si bien la tecnología es importante, en algunos casos se culpabiliza a las personas a quienes no se considera competitivas, a las que siempre les falta algo para alcanzar un empleo y un futuro mejor.
Lejos de negar la importancia de estos desarrollos, Duarte subrayó durante su exposición en el panel “Nuevas tecnologías, desarrollo y empleo”, la necesidad de repensar las ventajas y desventajas en base a los actores sociales reales y a una visión que no solo los considere productores económicos, sino integrantes esenciales de la comunidad.
Luego del encuentro, organizado por el Instituto de Trabajo y Producción (ITP) de la UNCUYO, Unidiversidad dialogó con la socióloga, quien compartió su visión sobre los cambios que las nuevas tecnologías le imprimieron al mundo del trabajo.
Desarrollo tecnológico y empleo
¿Cuáles son los cambios que generaron las nuevas tecnologías en el mundo del trabajo?
El proceso de desarrollo tecnológico es constante y lo que tiene de particular es que nos coloca frente a dinámicas, a procesos y a efectos nuevos. En general, el desarrollo tecnológico ha atentado contra el empleo en términos absolutos. Existe el mito de que la tecnología lo resuelve todo, que debemos alcanzar determinado estándar para tener determinadas condiciones, que en general se refieren solo a factores solo económicos, por lo que hay un empobrecimiento de la idea del sujeto, es decir el ser humano es en tanto capital social, en tanto es competitivo, lo mismo pasa con las regiones, con los países y a nivel global.
En la charla usted planteó la idea de poner en jaque ese mito.
Creo que falta repensar estos procesos desde nuestras sociedades, con los sujetos existentes y analizar qué posibilidades reales tienen de insertarse en un mundo que cambia constantemente, y donde Argentina no está disputando la producción de esos desarrollos tecnológicos, sino que tiene una posición de adoptante de los mismos. Eso produce grandes heterogeneidades entre los trabajadores y a nivel de empresas, porque estos desarrollos están reducidos a un sector y la gran mayoría queda afuera, por eso en algunos casos se transforma más en un castigo que en una posibilidad de ventajas. Si bien las nuevas tecnologías deben ser tenidas en cuenta, porque están entre nosotros, también es cierto que no son de acceso generalizado y esto genera desigualdades.
¿En qué sentido habla de castigo?
Se tiende a cargar de culpa a la persona, porque algo le falta, siempre le dicen que algo tiene que hacer y que si lo logra, en el futuro va a estar mejor, pero llevamos muchos años de ese tipo de esquema de pensamiento. Por eso, creo que hay que desmitificar ese lenguaje y esa lógica en la que los sujetos sólo son vistos como agentes de la economía y analizar de qué manera la tecnología puede facilitar espacios de producción no necesariamente ligados al mercado y a la ganancia en términos de dinero. Es decir, se está construyendo al sujeto como un sujeto emprendedor, empresario, muy vinculado a cuánto puede aportar de capital y quien no es competitivo, queda afuera.
¿Cuáles podrían ser esos espacios de producción no ligados al mercado?
Los tenemos a la mano, pero no están visibilizados. Por ejemplo, en las ciudades pequeñas la auto construcción es la principal creadora de vivienda, o las lógicas de comercio justo, de vinculación del productor con el consumidor, también van en ese sentido. Ahí hay una hay una serie de movimientos que se realizan para tratar de bajar los costos de intermediación, pero también para valorizar a los sujetos que realizan esos intercambios y que resuelven necesidades básicas, que están siendo dejadas de lado por el mercado, porque no son rentables.
La responsabilidad de las universidades
¿Cuál es el papel que tienen en este debate la universidades pública?
Creo que es fundamental, estamos en un congreso donde se decidió encarar esta cuestión, plantear explícitamente cuales son los nudos problemáticos. Hay una mirada demasiado benévola sobre las nuevas tecnologías, como algo bueno a lo que deberíamos llegar, cuando en realidad los países centrales que desarrollan esas nuevas tecnologías delegan en países periféricos el costo de esa adopción.
¿Cuáles son los costos que llegan a los países periféricos?
La población excedente de esos países se traslada a otro donde puede tener cabida, se deslocalizan las producciones. Por ejemplo, el proceso de Estados Unidos con Trump (Donald) tiene que ver con darle empleo a la clase media, pero la pregunta es cuánto estamos pagando nosotros de ese cambio de la política norteamericana y la respuesta es muchísimo. La política extractivista, los hidrocarburos, la minería, todo va hacia los países del norte y eso se agravará, ahí el uso de las nuevas tecnologías es tremendo y produce una revolución en la capacidad de explotación. Nosotros deberíamos plantearnos qué desarrollo queremos iniciar, porque hoy estamos detrás del crecimiento y toda el dinero va a las actividades financieras, extractivas y de hidrocarburos, y eso no es un esquema de desarrollo, es intentar el crecimiento económico para algunos sectores. No se puede seguir confundiendo crecimiento económico con desarrollo.
Universidad de Cuyo - 22 de mayo de 2019