Los inmigrantes deportados por Obama, la cara oculta del muro EEUU-México y el fin del TLCAN

Belen Ennis

 

Sumándose a la "campaña del miedo" encabezada por la prensa afín al terrorismo especulador occidental, El País de España publicó recientemente un artículo titulado "Donald Trump promete deportar hasta tres millones de inmigrantes irregulares" (ver bibliografía). Allí, y basándose en declaraciones del actual mandatario estadounidense al programa "60 Minutes" del canal CBS, el matutino español confirma el inminente plan de "deportaciones masivas" que se avecina en el país del Norte. Sin embargo, y operetas mediáticas aparte, la política inmigratoria de los Estados Unidos ha venido desenvolviéndose desde hace años en el mismo sentido señalado por Trump.

Es más, y aunque sea un hecho sutilmente ocultado por los grandes medios de comunicación, las oleadas inmigratorias y las violentas deportaciones no constituyen novedad alguna siquiera durante los gobiernos de Barack Obama, que desde 2008 a esta parte ha expulsado a más de 2,8 millones de personas, transformándose en el presidente que más inmigrantes deportó en toda la historia de los Estados Unidos. ¿Y qué hay del muro para evitar la entrada de mexicanos ilegales? Ya existe. Fue construido por el marido de Hillary, el ex presidente Bill Clinton, en el año 1993. Con todo, teniendo en cuenta que el mayor porcentaje de extranjeros ilegales proviene de un México devastado por uno de los acuerdos comerciales más desiguales del mundo -sino el más desigual de todos- como lo es el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), la victoria de Trump y su clara oposición a este tipo de alianzas debería hacernos cambiar el eje de nuestros análisis. En efecto, en lugar de focalizarnos sobre la cantidad deportaciones, proponemos hacer hincapié en los millones de mexicanos que no deberán emigrar obligadamente al país vecino en los próximos años, desde que el TLCAN ha sido devastador para la economía mexicana y responsable de masivas emigraciones. Si bien todavía resulta incierto y precipitado hablar de un cambio radical en la geopolítica de los Estados Unidos, ¿no es posible aventurar que el quiebre de futuros y lascivos tratados de libre comercio por el eslabón más grueso de la cadena imperial podría abrir nuevos escenarios para los pueblos oprimidos de todo el mundo, y en especial para las naciones latinoamericanas? 

La "campaña del miedo" y el "principio de orquestación"

La "campaña del miedo", contra el presidente electo de los Estados Unidos, instrumentada por la prensa afín al establishment económico occidental, no hace sino demostrar el estupor que provocó entre los sectores más concentrados del ámbito financiero y militar internacional, la sorpresiva victoria de un candidato que escapa a los moldes prefijados por el statu quo de los grandes centros de poder.

Centrada en las indefendibles declaraciones de Trump respecto a las mujeres, los inmigrantes o los homosexuales, las operaciones mediáticas intentan demonizar al presidente electo obviando sobremanera peores posicionamientos enarbolados por la candidata del Partido Demócrata, Hilary Clinton, respecto a las invasiones estadounidenses en Irak y Libia, en las que murieron cientos de miles de niños.

Pero, así como la "doble vara" se mantuvo operativa en tiempos de campaña electoral, continua y continuará operando -seguramente de forma mucho más brutal-, durante toda la presidencia de Donald Trump para someterlo a los designios de Wall Street y aliados. Y es de esta forma que se explica gran parte del revuelo mediático que generaron los dichos del flamante presidente en relación a las "masivas deportaciones" de inmigrantes. Un hecho que, como veremos más adelante, no constituye novedad alguna para la población estadounidense y mucho menos responde sólo a gobiernos de carácter republicano, aunque la mayoría de los grandes medios de comunicación lo oculten.

Decía Joseph Goebbels, ministro de Ilustración Pública de Adolf Hitler, que uno de los once principios de la propaganda era el "principio de orquestación". Es decir, que ésta debía limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De allí su famosa frase: "si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".

En efecto, dicho principio se lleva a la práctica hasta el hartazgo en algunos de los periódicos más sobresalientes de la prensa escrita local e internacional a través de la repetición de un único titular: "Donald Trump promete deportar hasta tres millones de inmigrantes":

He aquí, tal y como su nombre lo indica, una perfecta "orquestación" de la prensa ligada al establishment económico. No obstante, lo cierto es que las violentas deportaciones no son novedad en los Estados Unidos y mucho menos una futura consecuencia de las -despreciables por cierto- declaraciones de Donald Trump.

Leyes anti-inmigrantes: teléfono para los Clinton

Entre abril y mayo pasado se cumplieron 20 años de la aprobación de dos medidas radicales tomadas por el Congreso estadounidense -de mayoría republicana- y el ex presidente demócrata Bill Clinton, leyes que cambiaron la legislación en materia de deportación y dificultaron la legalización de muchos inmigrantes en los Estados Unidos.

La primera de ellas, conocida en Estados Unidos como AEDPA (Antiterrorism and Effective Death Penalty Act) es la famosa Ley Antiterrorista y la otra, denominada IIRAIRA (Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibility) es la Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante. Ambas fueron el resultado de la ola anti-inmigratoria que comenzó en California durante el año 1994.

La cadena BBC (ver bibliografía) afirma al respecto, "la Ley Antiterrorista y Pena de Muerte Efectiva autoriza procesos acelerados de deportación [y] la otra legislación es la Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante. Con esta enmienda las personas deportadas no pueden volver a Estados Unidos durante tres años. Quienes lo hacen son encarcelados". Y explica "ambas propuestas fueron aprobadas por el congreso estadounidense, entonces con mayoría del Partido Republicano. El expresidente Clinton tuvo que promulgarlas".

¿Tuvo que…? ¿Es que acaso no le quedó más remedio? La investigadora venezolana Pilar Marrero no opina lo mismo. En efecto, Marrero escribió en el periódico La Opinión de Estados Unidos (ver bibliografía) que "la persecución criminal de inmigrantes indocumentados, en particular aquellos que regresan al país después de una deportación aunque jamás hayan cometido delito alguno fuera de su estatus legal, es un efecto común de una ley que en 1996 fue aprobada por el Congreso federal en forma completamente bipartidista y con nutridos votos de ambos partidos. Bill Clinton, entonces presidente, la promulgó sin problemas".

De todas maneras, las nocivas consecuencias de las leyes de 1996 todavía perduran en el accionar anti-inmigratorio estadounidense y están relacionadas con las deportaciones "rápidas" sin derecho a revisión judicial; la expansión de razones legales para deportar a un indocumentado e incluso a un residente legal; las prohibiciones de entrada por 10 años o para toda la vida por estadía ilegal aunque fuese temporal; la ampliación de los delitos que excluyen a un inmigrante a ingresar de por vida a los Estados Unidos; y demás cláusulas que dificultan la legalización.

El premio Nobel de la Paz Obama deportó a más de 2,8 millones de inmigrantes

Esta misma legislación es la que hoy continúa vigente y dio marco institucional a las masivas deportaciones efectuadas durante el gobierno de Barack Obama, que en ocho años de mandato expulsó a más de 2,8 millones de personas, medio millón más que la cantidad que expulsó George W. Bush y más de las que Estados Unidos formalmente deportó en toda su historia.

Efectivamente, y tras ocho años de mandato consecutivo, el premio Nobel de la Paz Obama expulsó a más de 2,8 millones de personas (con y sin antecedentes) de los Estados Unidos, un número cercano a los 3 millones de Trump aunque invisible para la prensa afín el terrorismo financiero y especulador occidental. No obstante, el diario El País lo reconoce mediante un ilustrativo gráfico (ver bibliografía):


Fuente: El País.

Mientras los grandes medios de comunicación manipulan la opinión pública con campañas de desprestigio hacia Donald Trump, lo cierto es que Obama se posiciona como el presidente que más inmigrantes indocumentados expulsó en toda la historia estadounidense. Como podrá observarse, la protección mediática no es invento argentino.

Un muro que ya existe (antes de Trump)

Igual tratamiento mediático recibió la construcción de un muro que separaría México de Estados Unidos anunciada por el electo candidato republicano. Pero ¿cuál es la verdadera historia del muro? Otra vez, los Clinton involucrados.

Aunque la prensa sensacionalista apunta sus misiles contra el recientemente electo presidente Trump, lo cierto es que el tan mentado "muro" existe desde el año 1994 y opera como valla de seguridad para impedir la entrada de inmigrantes ilegales mexicanos hacia territorio estadounidense.

Actualmente, dicho muro está conformado por varios kilómetros de extensión en la frontera Tijuana-San Diego (California) -aunque existe también en otros tramos de Arizona, Sonora, Nuevo México y Baja California -e incluye tres barreras de contención, iluminación de muy alta intensidad, detectores de movimiento, sensores electrónicos y equipos con visión nocturna conectados a la policía fronteriza estadounidense, así como vigilancia permanente con camionetas todoterreno y helicópteros artillados.


Muro fronterizo que separa a México de Estados Unidos. Ya existe, pero nadie habló de él durante la campaña. ¿Qué presidente habrá encargado su construcción?

No obstante, el dato más significativo es que dicha muralla fue mandada a construir por el marido de Hillary, Bill Clinton, en el marco de su programa de lucha contra la inmigración ilegal mexicana, conocido como Operación Guardián. Al parecer, este pequeño detalle no cuenta para una desmemoriada prensa mundial que hoy se escandaliza ante las declaraciones -reiteramos, nefastas- realizadas por Donald Trump. Y mucho menos cuentan los más de 10.000 mexicanos muertos intentando cruzar el muro por sus tramos más peligrosos.

En resumen, y aunque los medios lo callen, tanto el muro como las restricciones migratorias ya existen en Estados Unidos y se establecieron durante los dos períodos presidenciales de Bill Clinton. Violentas y mortíferas medidas que no fueron modificadas por el "progresista" Barck Obama, Premio Nobel de una paz inexistente, y al parecer de muchos desprevenidos, sólo atribuibles a la barbarie populista y fascista de un malicioso Donald Trump.

TLCAN en México y sus efectos sobre la emigración a EE.UU.

Antes de finalizar, resta conocer otra nefasta participación de los Clinton. Se trata de la promoción y firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), principal acuerdo económico de México con sus vecinos Estados Unidos y Canadá.

Si bien es cierto que a dicho tratado lo firmaron en 1994 los entonces presidentes George Bush y Carlos Salinas de Gortari, quien ganó rápidamente las elecciones presidenciales en Estados Unidos fue el candidato del Partido Demócrata, Bill Clinton. De esta manera, el marido de Hillary ofició como uno de los principales impulsores del TLCAN, poniendo en marcha varias modificaciones al interior del mismo y llevadas al Congreso para su tratamiento.

Este acuerdo comercial entre México, Canadá y Estados Unidos fue presentado en el primero de los países como la panacea para alcanzar la performance de los países del Primer Mundo. En efecto, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari prometía, a punto de finalizar su mandato, que con este tratado México pondría punto final a los grandes problemas de pobreza, migración y desempleo. Sin embargo, la realidad mexicana a 22 años del TLCAN es bien diferente.

Los investigadores Ana María Aragonés Castañer y Uberto Salgado Nieto destacaron en entrevista para el OETEC (ver bibliografía) que "el sector de mayor afectación ha sido el campo mexicano al que podríamos caracterizar como devastado. La imposibilidad de los campesinos mexicanos de vivir de su trabajo en el campo ante la avalancha de importaciones agrícolas, los obligó a emigrar en cantidades no vistas con anterioridad y, lo peor, bajo la figura del "migrante indocumentado". Y agregan, "la "indocumentación" es el resultado de la puesta en marcha por parte de Estados Unidos de un conjunto de programas de refuerzo fronterizo". Programas, que como vimos, se relacionan con el pasaje de Bill Clinton por la presidencia de los Estados Unidos.

En consecuencia, y para finalizar, la victoria de Donald Trump en una de las economías más importantes del mundo y su clara oposición hacia la firma de tratados comerciales de esta índole, debería redireccionar el eje de nuestro análisis y debate no ya sobre la cantidad de deportaciones a inmigrantes ilegales -vimos que con Obama fue histórico- sino sobre aquellos mexicanos que, desmantelado el TLCAN, no se verán obligados a partir hacia territorio estadounidense como desesperada solución a su falta de trabajo.

¿No resulta notable que ningún medio de comunicación haya planteado los beneficios que el fin del TLCAN podrían tener sobre la emigración de mexicanos a EE.UU., este sí, peor flagelo que la deportación de indocumentados?

 

Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC) - 22 de noviembre de 2016

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