Los usurpadores: cómo las transnacionales asaltan el poder en el mundo
Bajo la batuta del Foro Económico Mundial de Davos, trabajan para crear un mundo a su imagen y a sus mezquinos intereses. Ellos son en definitiva los que deciden el contenido de los leoninos tratados comerciales, negociados en el mayor hermetismo, y siempre bajo la mirada atenta de los representantes del sector privado.
¿Quiénes son "los usurpadores"? Para Susan George, presidenta del Consejo del Transnational Institute de Ámsterdam y presidenta de honor de ATTAC Francia, son aquellas empresas transnacionales que están tomando el poder del sistema. Infiltradas en las Naciones Unidas y apoyadas en el Foro de Davos, el próximo asalto sería el Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP, en inglés).
Las corporaciones trabajan para favorecer sus intereses a través de lobbies. A veces de forma independiente, otras organizadas por sectores, o aglutinadas en organizaciones internacionales con suficientes recursos como para intervenir en los asuntos internacionales. Tanta es su influencia que ahora deciden los contenidos de los grandes tratados comerciales, bajo negociaciones secretas. La autora lo define como el "ascenso del poder ilegítimo". Están "usurpando" el lugar que corresponde a los representantes políticos, a los gobernantes elegidos a través de los votos.
UN TRATADO PARA SATISFACER AL SECTOR PRIVADO: EL TTIP
George había alertado de los peligros de la globalización económica en sus anteriores obras. Pero Los usurpadores es una batalla personal: la de impedir la aprobación del TTIP que negocian la Unión Europea y Estados Unidos para establecer una zona de libre comercio. George considera el acuerdo "una lista de deseos del sector corporativo", "una Carta de libertades para las transnacionales", cuya opacidad y complejidad serviría a las grandes empresas para poder sacarlo adelante sin interferencias de la opinión pública.
Ante el descontento que se ha ido produciendo por la publicación de ciertas informaciones, el informe del Grupo de Trabajo de Alto Nivel explicaba los supuestos beneficios que aportaría a la UE: desde los ingresos anuales para el conjunto (estimados según ellos en 199.000 millones de euros anuales) hasta el incremento del salario de las familias europeas (unos 545 euros).
Según George, buscan hacer creer que los beneficios derivarán en la población. La autora menciona precedentes de que esto puede no ser así. Las promesas de anteriores acuerdos como NAFTA o el de EE UU con Corea del Sur han terminado en la destrucción de miles de puestos de trabajo. ¿Las víctimas? Los ciudadanos. El triunfo es una vez más para las grandes corporaciones.
George critica activamente que las empresas se están anteponiendo a los Estados. La cláusula ISDS (Acuerdo sobre Disputas de Inversor a Estado) es un ejemplo de ello. Otorga a las corporaciones el derecho de demandar a los gobiernos soberanos cuando consideren que sus medidas pueden perjudicar sus intereses. Son disputas de inversor a Estado, pero no de Estado a inversor. Según George, se estaría entregando a estas grandes corporaciones el poder judicial. Y los contribuyentes serán quienes tendrán que pagar los juicios y las compensaciones a las empresas que reclamen.
LA PRESENCIA CORPORATIVA EN LA ONU
Uno de los capítulos del libro está dedicado a la inserción de las corporaciones en las Naciones Unidas. La autora especula que el objetivo de estos gigantes no es el liderazgo regional, sino global. Todo empezó con la masiva participación del sector privado en los eventos de la ONU. Con el Global Compact (GC), que Susan George considera una "versión más sofisticada de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)", se consagraba la unión, beneficiosa para lo que ella llama la "Clase Davos", o lo que es lo mismo, la élite empresarial.
Desde entonces, la presencia empresarial en la organización no ha dejado de crecer, hasta el punto de que dirigen las agendas de muchas actividades. Sin embargo, no hay evidencias de que el GC haya interferido en unas mejores prácticas empresariales. La autora apunta que no se necesitan pactos para guiar la conducta de las empresas, sino legislación que la regule y controle.
En este libro, George une conocimiento y activismo para mostrarnos la manipulación a la que estamos sometidos. Busca que los ciudadanos ejerzan la presión que la Comisión necesita para replantear el TTIP. Los usurpadores se han propuesto despertar a los ciudadanos. Si no, seguiremos siendo invisibles para ellos. Y cuando esto ocurra, no podremos decir que no nos lo advirtieron.
Cronicon - febrero de 2016