Notas marginales al Proyecto de Ley de Presupuesto 2019
Alfredo Calcagno * (Especial para sitio IADE-RE) | Estas notas buscan evaluar la verosimilitud y consistencia de determinadas hipótesis a la luz de la evolución reciente de la economía argentina, tal como la reflejan las estadísticas oficiales. También analizaremos algunas decisiones de política que surgen del presupuesto, pero no siempre están claramente explicitadas.
Además de cristalizar un proyecto político mediante la definición de objetivos e instrumentos vinculados al gasto, ingresos y financiamiento del Estado, el presupuesto refleja un conjunto de hipótesis sobre variables macroeconómicas: la tasa de crecimiento del PIB real y de los precios que incidirán sobre la recaudación (real y nominal), la tasa de cambio que determinará los pagos de intereses de la deuda en divisas, etc. Como también las variables decididas en el presupuesto tienen efectos macroeconómicos (por ejemplo, el gasto en inversión pública incide sobre la formación de capital fijo, los salarios públicos sobre el consumo público y privado, etc.), es importante observar la consistencia económica (y no sólo contable) de un presupuesto.
Precios
Equivocar la proyección de precios tiene serias consecuencias en el presupuesto. Invalida el cálculo de prácticamente todas las variables relevantes, y además introduce un sesgo en la ejecución del presupuesto. Por ejemplo, subestimar la inflación lleva a anticipar un monto demasiado bajo de ingresos en pesos corrientes, lo que da la posibilidad de utilizar el futuro excedente “inesperado” de manera discrecional. También disminuye el monto real del gasto, que el presupuesto fija en términos nominales. En otras palabras, tal error no es neutro.
El índice de precios más importante del presupuesto es el deflactor del PIB (y los de sus componentes), también conocido como “índice de precios implícitos”: es lo que permite pasar del PIB en valores corrientes al PIB en valores constantes (y viceversa). Como se trata de deflactar un flujo (como el PIB) que tiene lugar a lo largo del año, la tasa de variación que se utiliza es la del promedio anual de ese índice, y no la variación “de diciembre a diciembre”; sin ser en general iguales, ambas mediciones deben ser consistentes entre sí.
El proyecto de presupuesto indica que el deflactor del PIB crecerá un 33,8% en 2018 y 34,2% en 2019, en un mismo orden de magnitud que el Índice de Precios al Consumidor (IPC), siempre en promedio anual.
Ya ha sido publicado el deflactor del PIB para los dos primeros trimestres de 2018. Asimismo, una buena aproximación de su valor para los meses de julio y agosto es el promedio del IPC y del Índice de Precios al por Mayor, que también han sido dados a conocer. Sobre esa base, se observa que para que el deflactor del PIB aumente un 33,8% en 2018 es precisa una fuerte deflación en los meses siguientes. Suponiendo una desaceleración de la inflación a 3,1% en septiembre (frente a 4,4% en agosto), será preciso una caída de precios mensual de 4,8% durante el último trimestre (un 13,7% acumulado) para que se materialice la cifra establecida en el presupuesto.
Esta contracción de precios eliminaría todo el “arrastre” inflacionario para el índice promedio de 2019. Así, para que se verifique el aumento de 34,8% (en promedio) en 2019, es preciso que la economía salte de una deflación de 4,8% mensual a una inflación de casi 4,7% mensual durante 12 meses, lo que provocaría una inflación de 72,5% de diciembre a diciembre (ver cuadro 1, caso 1).
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* Economista | 20-09-2018.